domingo, 29 de noviembre de 2009

....

Quiero jugar
Contigo
A dormir en un cojín verde (siempre verde)

Tus labios se me antojan como mis dedos a tu (o a otra) boca...


lunes, 23 de noviembre de 2009

Trivial

¿Y si de pronto jugamos a no embriagarnos? 
Tal vez sea peligroso... 
Sin duda
Sin embargo, creo fielmente que podría resultar interesante hacerlo
Puedes dejar de buscar tantas palabras y simplemente di: "Hágamoslo"
Vale, no fue mi intención
No busques ser lo que no eres, querido, eres tan predecible
¿Lo soy? 
Sí, hasta mi falta de experiencia lo indica
Vale
No te molestes... eso es bueno
Duerme cerca de mí esta noche, por favor
(Suspiro) Con gusto... pero no creo que suceda
Lo sé, sólo quise que lo supieras
(Silencio) 
Bueno, dame un beso de buenas noches
(Entra otro actor en escena) 
Pero qué oportuno.... Buenas noches
Cuéntame un cuento para dormir

Te lo debo... Tal vez lo encuentres en la próxima botella 

domingo, 15 de noviembre de 2009

Insomnio por secuestro

A Horus, aunque nunca se entere

Y otra vez el insomnio de domingo, de día evasivo que no quiere entender que los lunes, y éste particularmente, comienzan las rutinas responsables por tener licencia para no saber de qué va tu futuro.

No me voy a quedar en esta reflexión, más que común, de cómo mi vida no tiene un objetivo claro, es bastante obvio. Me quedo, mejor, con mis fines de semana de los últimos meses, con los sábados y domingos a las 10 de la mañana en la UCV, no con los de las 8 de la mañana en la UCAB, pero sí soy ucabista.

Me quedo, sin duda, con lápices negros y sombras multicolores, con cachos, barbas, pelucas medio calvas y capas. Me quedo con los "corre-corre" de quienes apuestan por creer en sí mismos, y creen en mí. No me quedo con un sótano, sino con muchas calles mojadas de tanta lluvia, con metrobuses y camioneticas, con el Metro de Caracas y el collarín respectivo que no surte ningún efecto. No me quedo con las barbas de verdad, sino con las de mentira.

Me quedo con las salas que no se llenan, no con las que lo hacen a punta de ideales llenos de mierda, y no me refiero a la teatral, no a la buena, no a la que viene después de un círculo. Me quedo con las salas que huelen a "experiencia", a mucho teatro. No me quedo con las cabinas técnicas eternas, ni con las producciones generales: Me quedo con cabinas que espantan, que son de museo, también me puedo quedar con las mas avanzadas. Pero no, contigo no me quedo.

Secuéstrame, llévame a un lugar lleno de cojines verdes, de independencia, de ideales sustentables y de alcohol, mucho alcohol de todo tipo, de ese que integra y que no embriaga tanto como para perder los recuerdos. Llévame, a voluntad tuya y mía, a miradas sostenidas, -pero sobretodo, honestas, así no sean tan profundas como para llegar a cualquier sótano con alfombra gris- y juegos inocentes, o a algunos que no lo sean tanto. Insiste en embriagarme con tu fe, hurga en mí, a ver si consigues ese talento que dices que tengo y que yace bajo las minas de mis desperfectos.

Complícame la vida. Prefiero el autosecuestro.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Sin título

Ciertamente el abandono ante aquello que consecutivamente juega a ponerme al descubierto fue una decisión más que consciente, más que tomada y más que a propósito. Gracias a un motorizado ebrio y el consecuente latigazo cervical que ocasionó su impacto contra la maleta/ cajuela del carro/ auto donde me trasladaba, recurro entonces a intentar escribir, para evadir el aburrimiento.

Intentar escribir: porque aspirar a ser una gran escritora no es más que eso, una inhalación, un gran respiración que no es de descanso porque agobia. Sé que escribo mejor que el común denominador, pero mi común denominador, mi entorno, quiero decir, escribe mejor que yo. O al menos siente demasiado orgullo como para admitir que pueda ser yo buena en algo. En fin, qué vivan los autosecuestros, los casuales, no los premeditados.

Nos autosecuestramos por amor, y por qué no, por puro teatro. (Grande, La Lupe, como siempre).

Mi también autoinflingida ausencia de aquello que consideré seguro no refleja otra cosa más que lo obvio: valgo medio en un entorno tan volátil y mutante como mi propio estado de ánimo. No hay más que hacer. ¡Y es que uno no puede viajar por un rato, porque entonces todo vuelve a estar patas arriba! O al menos uno lo asume como tal.

Ya está, mis ínfulas de gurú (nunca del sexo) llevan mi cara directo al asfalto (tal como sucedería con el motorizado que me obsequió este latigazo): No eres autoridad de nadie, Patricia. No serás nunca como la Pizarnik, como la Dickinson... incluso como La Lupe, nunca merecerás una escena kitsch, llena de nicotina y labial rojo.

Bah, pero si eso ya lo sabías.... Pero no lo asumía.

Mi relación con los aviones es como la de cierto tango: Amor y odio. Saberse en un nuevo destino y tener que odiar el regreso. No porque regreses a un caos de país, sino porque regresas a un caos de entorno. Pretender creer ciertas verdades por la inseguridad de valerse por sí mismo.

Hay dolores más fuertes que los propiciados por un latigazo.
Cliché... no pretendes manifestarte de otra manera.