miércoles, 7 de diciembre de 2011

La octava maravilla del mundo


Yo como que soy la octava maravilla de mi salón. O sea, somos ocho en total, y está fino ser la octava maravilla, la verdad. Resulta que este primer trimestre de clases está terminando y resulta que en mi salón todos somos unos cuchis que hacemos cosas cuchis para nuestra profesora cuchi. Porque he tenido la suerte de que las profesoras que me tocaron son increíblemente amables y simpáticas, y la gente con quien estudio también.


Entonces decidimos tener un "compartir" hoy. El compartir es el término acuñado desde mis tiempos universitarios para definir el jolgorio/bailanta/coffee break que los alumnos les hacen a sus profesores que más aprecian. Y pues hoy, por consenso general tuvimos uno para agradecer a las profesoras. Que si las tarjeticas, las flores y el poco e' comida. 


De repente tuve la cuasi seguridad de que ambas iban a llorar, porque como que no se esperaban que tuvieramos ese gesto. Yo estudio con dos musulmanas, una al estilo "Sex and th City 2" y otra bastante tradicional. El asunto es que la más tradicional casi que se trajo toda su casa (la sección de dulces) para este compartir, y más que un coffee break, parecía un desayuno continental, de esos que te sirven en los hoteles internacionales hasta que revientas de lo full que quedas. 


Fino, comimos hasta que nos salía crema pastelera por los oídos. Pero la nota cómica del día vino después. Estamos socializando, pues, con la profesora, con algunos alumnos de otros cursos, etc., y una vez que estos estudiantes foráneos a mi clase se retiraron del aula, a la profesora no se le ocurrió una idea más brillante que la siguiente: 


"Well, I think Patricia (se pronuncia Patrisha) should give us some dancing lessons today". 

Y todo se fue a negro y "Patrisha" se puso roja. Y todos empezaron a aplaudir para que "Patrisha" empezara a bailar. Entonces esta humilde servidora les puso gaitas y comenzó su momento Mater Salvatoris (que nunca tuvo durante su adolescencia, porque en su colegio nunca hubo interés por las gaitas intercolegiales), puso un popurrí de gaitas de Maracaibo 15 en youtube y empezó a darles los pasos básicos de la gaita venezolana. 


A saber: El movimiento típico de los comerciales de gaitas de RCTV, cuando todos cantan frente a las cámaras y se mueven de un lado al otro. Y bailamos un montón de cosas y yo me sentía instructora de bailoterapia. Luego la "lesson" se puso más complicada cuando el italiano insistía en que ese ritmo se llamaba samba, y yo decidí -por cuestión de orgullo patriótico- enseñarle la diferencia entre la samba y la gaita. 


Y no se me ocurrió otra mejor que bailar Magalenha. Sí, la samba, la que sale en "Dance with me" mientras Vanessa Williams se menea y Chayanne la observa con ojos de borrego a medio morir. 


En lo que empezó el tucu-tucu-tucu tutu-cu de la nombrada canción, y mis pies comenzaron a moverse, la profesora tuvo una especie de parálisis facial, porque no entendía lo que estaba ocurriendo. 


Pero fue divertido. Honestamente, fue divertido sentir que exudo sazón y que me consideran un sobre de Adobo la Comadre, de todo el sabor que tengo. 


Es divertido sentir que el sabor latino es la octava maravilla del mundo. Porque sí, seremos tercermundistas, sudacas, lo que te de la gana, mi vida... Pero en asuntos de sabor, mira cómo te llevamos una morena, mira cómo somos una potencia en la danza y mira cómo todo el asunto colonizador, en ese aspecto, se invierte. Porque latino que sepa bailar y no conquiste a un europeo con sus movimientos, aunque sea para maravillarlo, simplemente, está bailando frente a un ciego. 


Ahora toca enseñarlos a bailar tambores. Creo que tendremos que llamar al GP (General Practitioner= Médico, pues), sólo para prevenir las caderas rotas. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

Delirium Tremens




Tengo una necesidad inminente de escribir, aunque no tengo demasiado claro sobre qué hacerlo, porque últimamente ando de un intenso que como que mejor me reservo ciertas cosas para mí. Después de todo este blog se trata sobre jugar a ser sencillos, tarea que, seamos justos, es absolutamente titánica para mí.


Paso mis días helados de la universidad a la casa. Uno que otro me arriesgo a lidiar con la brisa demente de la "costa" inglesa y me lanzo a patear la calle y ver todo lo que quiero y que compraré cuando esté finalizando mi jornada. Sin embargo, yo sé cuando la cosa no está funcionando del todo bien adentro.


Lo sé porque soy una inconforme y la mayoría de las veces no funciona bien. Pero hay ocasiones en las que mi disfuncionalidad llega a límites astronómicos. Y puede que esta condición coincida con los fulanos 28 días, con las hormonas o que sea, por ahora, efecto del frío. El asunto es que he pasado ya un tiempo evadiendo el hecho de que no estoy funcionando como reloj suizo, y hay muchísimos factores para que eso sea así, pero el principal es éste:


No estoy haciendo teatro y como consecuencia estoy caminando por los linderos de la insanidad. Vale, yo sé que el teatro es para locos, soy testigo presencial de ello. Pero el asunto es que eso es mi vida, que yo no funciono bien si no me tengo que levantar todos los fines de semana a ensayar algo, a ver un ensayo o a decir que un día X toca hacer producción. Porque tengo como 12 o 13 años con la misma costumbre, porque durante un tiempo intenté dejar de hacerlo y caí muy cerca del fondo-fondo.


Esa es mi droga más fuerte. Es que dudo que haya una sustancia psicotrópica parecida. Yo muero por quejarme todas los viernes porque tengo ensayo los sábados temprano y no puedo salir en la noche. Yo vivo por llegar muerta del cansancio a mi casa, con dolores en zonas que no pensé que eran tan sensibles en mi cuerpo. Yo necesito de ese masoquismo absurdo de exponerme frente a gente que me conoce, que me importa, que creo que les importo lo suficiente,como para saber cuáles son mis "entre-líneas" cuando digo cada texto o propongo cada idea.


Yo sin las tablitas fulanas no vivo. Soy tímida, soy poco conversadora (más allá de ciertos miedos que se apoderan de mí porque sigo pensando en español y a veces se me enreda la lengua). No soy graciosa. Grave.


Yo necesito mi dosis de teatro (hacerlo, porque para verlo tengo muchas opciones acá, afortunadamente) pronto. Porque yo sin mi lugar feliz no existo.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Saussure, todo es tu culpa

Últimamente tengo un problema serio con mi Ipod. El pobre está de un desactualizado que ya me aburre.
Yo tiendo a tener canciones bastante depresivas en él, porque vivo en un guayabo existencial. Sin embargo, cuando te toca pararte todos los días a las 7 de la mañana para llegar a clases, y a eso le sumas el frío y el viento británico, como que asumir la actitud de "dedo en la llaga" suena como demasiado masoquismo junto.


Ya es suficiente con que se te congele todo lo que no puede cubrir la chaqueta, ni el jean, ni la bufanda, como para que ademas sometas a tus oídos a la tortura del autosabotaje. Por eso, casi todas las mañanas, pongo el Ipod en shuffle para que me sorprenda. Porque aquí eso de poner el Ipod en shuffle se puede hacer, y si no te gusta la canción que estás escuchando, pues sacas tu dispositivo de avanzada tecnología del bolsillo y muy feliz y campante cambias la canción, no es como en Caracas, que para hacerlo tienes que ser Houdini.


En todo caso, el asunto es que la sorpresa no me la dio el Ipod, sino la tuve yo, conmigo, con mí misma, mía de mi ser. Porque me la paso cambiando la canción de turno porque "no me gusta", porque "ay, esto me recuerda a alguien", porque esos recuerdos siguen doliendo o dándome el fulano vacío en el pecho que no soporto a ninguna hora del día.


En realidad son pocas las canciones que puedo escuchar sin sentir algún tipo de "algo" al respecto. Y el problema está en mí. Porque yo amo la semiótica, amo relacionar todo y darle un símbolo, un signo y un significado a cuanta vaina se me aparezca. Porque sí, yo le asigno un significado hasta al número de parpadeos que tengo por día. Soy una loca, maniática y compulsiva que se quedó con ciertos vicios de la universidad, y éste es, sin duda, uno de ellos.


Entonces la semiótica y yo andamos por la vida agarradas de la mano y saltando como Heidi en la pradera. Bomba. El asunto es que cuando todo te recuerda a algo, todo es difícil de manejar, y normalmente yo logro lidiar con mi semiosis ilimitada gracias a un excelente factor de distracción llamado: Amigos. Pero aquí esos niveles de confianza e intimidad no existen. Entonces se me hace más difícil lidiar (evadir) todo.


Consecuencia: Esta humilde servidora se la pasa todo el camino de ida y regreso en el bus desperdiciando la batería de su Ipod porque ninguna canción es "escuchable" para ella. Porque se pasa de jeva, porque todo le recuerda a alguien, a su país, a un conflicto, a otro alguien, a otro conflicto, a las ganas de bailar... Son pocas las canciones que logro escuchar sin pensar en nada.


En dos platos: Que me cago en Saussure y en Pierce y su magnánimas inteligencias. Que la semiosis ilimitada lo que hizo fue joderme la batería del Ipod.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Los remedios mágicos de England

Esta peste está acabando con mi paciencia. Sobre todo por el hecho de que no puedo salir a distraerme un rato, porque si normalmente en Venezuela me enclaustro para que no me agarre el Sereno, te puedo echar un cuento de lo que tengo que hacer aquí para evitar que me pegue el frío.


Porque aquí no hay Sereno. No. Aquí está su pariente prehistórico y sin evolución que no tiene piedad alguna con los seres humanos. El frío es tolerable, lo que es difícil es sobrevivir a una brisa que haría que Mery Poppins nunca pudiera bajar con su paraguas, desde el cielo, de forma elegante. Porque el viento la arrastraría hasta Singapur.


Así que llevo dos días encerrada. Una te sabe que está mal cuando tu profesora de Inglés te dice: "You look terrible! Please, don't come tomorrow and take some rest." Y tu respuesta es un grito jurásico de lamentaciones y vías respiratorias congestionadas. Llevo dos días en los que mi gran aventura es salir del cuarto a prepararme algo de comer (o sea, pasta, que es lo único que me queda en la despensa).


Estoy casi segura de que mi landlady pensó que había muerto en algún punto, porque ayer me tocó la puerta del cuarto un poco desesperada para saber si estaba en la casa. Debo decir que esta señora es poco común, porque es bastante cálida al estilo británico. O sea, hasta me hizo una limonada caliente para que me mejore. Cuchi, peluches de la señora landlady a quien llamaremos, de cariño "maniática-compulsiva-obsesionada con gatos y delfines".


Pues sí, la doña landlady es Tropicana, un amor de cosas bellas, y hasta se me arruga el corazoncito cuando me dice "sweetheart". Pero todo este cuento viene por una cosa, una de esas epifanías que me vienen a mi de vez en cuando, casi siempre de madrugada.


J.K. Rowling no inventó nada. Esta jeva lo que hizo fue escribir su día a día en Inglaterra y se hizo famosa por retratarlo bien. Harry Potter es un excelente reflejo de la sociedad británica y me di cuenta de eso, finalmente, cuando la doña "maniática-compulsiva-obsesionada con gatos y delfines" me dio un remedio que estoy segura que es sangre de dragón y que lo hizo Hermione, porque es mágico y sabe como a Dumbledore.


Esa vaina tiene cuanta mata haya yo conocido en mi vida, cuanto remedio casero se haya incluido en las recetas de la Botica de la Abuela, y sabe como a chispas de varita mágica. En serio. Todo es como burda de Harry Potter aquí, y mi prueba definitiva fue el remedio anti-tos que me dio esta mujer.


Yo creo que por dentro está pasando todo lo que pasa en el último libro, se está muriendo un poco e gente (o sea, gérmenes), porque desde que me empecé a tomar la vaina me siento mejor. Claro, todavía me duele el cuerpo y la espalda de tanto toser. Pero en serio, en serio juro que el remedio se ve como sangre de dragón y cuando desenroscas la tapa suena la canción de Harry Potter.


La vaina es mágica. No hay nada que hacer. J.K Rowling lo que hizo fue transcribir el libro de recetas de la abuela.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Tan sólo un vicio, mi vicio


El asunto es que me va mejor a pesar de la gripe. Sin embargo las noches siguen siendo igual de solitarias. Las noches no tienen nacionalidad, aunque sí diferente temperatura.


El asunto de todo esto es que el cuerpo se hace adicto a ciertos dedos, a ciertos labios y las caricias en general. El main problem de toda esta situación es que a los europeos se les olvidó cómo es que se da un abrazo (si es que alguna vez lo supieron), no digamos nada de un beso para decir "buenos días".


No pretendo ser un peluche para nadie ni que me esten abrazando todo el tiempo, pero es duro tener una amistad a distancia. No. No me refiero a la distancia kilométrica entre un país y otro. No. Me refiero a la distancia de unos cuantos metros.


Es duro cuestionarte todo el tiempo si le agradas o no le agradas a alguien. Porque el ego actúa constantemente en alguien que quiere dedicar su vida a recibir aplausos por lo que hace.


El asunto de todo esto se reduce a vicios que van más allá de matas verdes, humo de nicotina o excesos en alcohol. Es la necesidad indecente de un abrazo de media noche. De besos de buenos días (y de buenas noches, por supuesto). De caricias en el cabello y de miradas que alteran los nervios.


El vicio del tacto, de la cercanía. De la claustrofobia autoinflingida por el irrespeto del espacio propio y del otro. De sentir un cuerpo cerca. De sentir una respiración en el cuello, en los brazos, en los hombros en las piernas.


De tener el tan usado "shoulder to cry on". El vicio de compartir una copa de vino. De compartir desventuras. De morir de calor cuando hace frío y de hacer reír a la gente.


Ese, el vicio del tacto. Ese es el que me va a llevar a terapia.

Despecho Menstrual

En estos días hablaba con una de las mujeres del siglo XXI. Y acordamos que a veces es necesario un despojo, una vaina. Un algo que te saque del mariquerismo propio de los tan mentados "cada 28 días" o, aún peor, "los días en que te sientes mas mujer".

Venga, que si sentirse mas mujer es sentirte horrible con tu cuerpo, miserable por la vida, confundida ante el ser de turno, drama queen hasta la muerte... Pues todos los movimientos feministas del mundo han servido, más o menos, para nada.

Luego leí un artículo escrito por una babilonia, que reforzó mi punto: El feminismo está en crisis si aceptamos, como vía de aceptación que nuestra naturaleza tiene que alterarse hasta remover cada pelo de nuestro cuerpo "porque es estético".

En dos platos: Las mujeres somos una vaina seria.

Hace un tiempo ya, hablé de dos tipos de despecho (guayabo): El arrabalero y el cool. El cool es el tipo de despecho que yo debería tener estando en estas tierras. Que si Adele, Florence and The Machine y pare usted de contar. El arrabalero es el indigno. El que te lleva al fondo-fondo. No ese que pensabas que era el fondo, no. El fondo-fondo es el que está más allá de cualquier tipo de dignidad posible. Donde esa palabra no existe.

Pero luego de esta conversación con una de las mujeres del siglo XXI, me di cuenta de que hay otro tipo de despecho:

El despecho menstrual.

Sé que muchos de los (pocos) lectores hombres que pueda tener huyen sobre el tema de los fulanos "cada 28 días". Vale, que no es un proceso bonito. Que no quieren entender lo que pasa ni cómo se sufre. Vale. Que yo tampoco quiero saber lo que es un dolor de bolas. Y probablemente desde que leyeron la palabra "menstrual", decidieron dejar de leer este post.

En todo caso, el despecho menstrual es ese que le da a las mujeres sólo una semana al mes (capaz 3 días si son sortarias) y que deja salir a pasear a la adolescente interna que todas tenemos dentro (y nunca hemos dejado ir).

La mujer se vuelve indigna, más indigna que cuando es arrabalera. Y, por una alineación de planetas maquiavélica, algo pasa durante esos días que hace que todo sea peor. Bien sea que el pana se te declaró pero no se te terminó de declarar claramente (porque eso de ser vago es un arte que se domina muy bien últimamente) o se te rompió una uña y eso se convierte en el fin del mundo.

Vale, que todo pasa y el hambre queda. Bien. Pero en esa semana uno siente que es Liv Tyler frente a la pantallita de Armaggedon y que tiene que llorar porque sí. Porque los potes de helado, el chocolate y las películas cursis se convierten en opciones "viables" que te darán una visión "clara" del mundo.

Por supuesto, porque debe ser que los comas diabéticos son las respuestas del Oráculo de Delfos.

Una te pierde las perspectivas. Y se siente la Reese Witherspoon pero sin el perrito chiripa en Legally Blonde. Una se olvida de que hay 21 días  en el resto del calendario que sirven para algo, porque esa semanita está dedicada, única y exclusivamente, para recordarte que:

  • Evades demasiado,
  • Tus piernas son demasiado gordas,
  • Tienes un caucho (muchas veces imperceptible) que nunca has logrado eliminar
  • Y la ropa que te pones no es tan stylish como pensaste.

En fin, que el guayabo menstrual es una miseria. Y que, básicamente, el guayabo no viene por otro sino por uno mismo. Que creo que la causa es que nos sentimos culpables por convertirnos en Paris Hilton por una semana (por el tipo de problemas que tenemos, no porque por una semana heredemos toda su plata), cuando en verdad somos, la mayoría de las veces, rolo e' Anne Hathaway el resto de los días.

Que la visión no es clara. Que los sentidos se nublan. Pero en el fondo-fondo (sí, el mismo) nos gusta el drama. Porque de alguna forma tenemos que drenar la ingeniería misógina con la que fuimos creadas.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Tarjeta Hallmark

Yo admito que siempre he tratado de alejarme de la figura de persona "Tarjeta Hallmark". Me explico, una persona "Tarjeta Hallmark" es de esas que cambia su foto todos los días en su perfil del BB, en su facebook, en su celular con mensajes tipo "La vida es tan hermosa que debería venir envuelta en papel de regalo" o cualquier otra cursilería acerca del día de los enamorados, lo importante que son los amigos, la pareja, la familia, etc.


Es decir, este tipo de personas son un malvavisco. Esponjosos, a veces demasiado rosados, dulces en exceso. O sea, una concentración de azúcar que mi páncreas (y mi condición hiperinsulínica) no puede tolerar. Tengo algunas personas a mi alrededor que aprecio muchísimo y que amo profundamente con esta condición (la de tarjeta Hallmark, no la de hiperinsulinismo), y en la mayoría de los casos me empalago a tal punto con esos mensajes de "Amor es..." que tengo que expresarlo. Al menos eso todavía es libre en mi país.


Yo no soy así. Yo soy más bien tipo ácido, tipo literaria aunque no tengo los momentos de brillantez de la mayoría de las mujeres brillantes de la historia. Tal vez porque no tengo tendencia al suicidio o la esquizofrenia, no todavía. Capaz si eso me pasa, me convierta en la próxima Plath. En todo caso, huyo de esas cursilerías porque fui así durante mi adolescencia, y me di cuenta de que perder plata en una pedazo de cartón que dice "eres mi amiga más especial, nunca cambies" es una absoluta pérdida de tiempo y un atentado con premeditación y alevosía en contra del medio ambiente.


Son pocos mis "te quiero", siempre es un "yo igual". Puede que sea por protección, puede que sea porque escribir todas esas letras, con o sin espacios, me da taquicardia en la mayoría de los casos. Ni hablar de los "te amo". El punto es que soy súper cariñosa, pero eso de las cursilerías no se me da mucho, y cuando se me da, estoy over the top, así que prefiero autocensurarme. Y lo hago de modo cool. O sea, mantengo el coolness de ser así de ácida, porque la gente se ríe de mi acidez, y lo equilibro con acciones hacia quienes realmente me importan.


El punto de todo esto es que hoy es uno de esos pocos días en los que soy un malvavisco, en los que soy un muñequito cursi e hidrocefálico que dice "Amor es..." (andar desnudo/desnuda con tu parejita al lado y sonreír como mongólico) en los que me siento particularmente rosada.


Hoy nació un nuevo sobrino. Yo no tengo sobrinos en el sentido absolutamente sanguíneo de la palabra, porque todavía no he tenido la fortuna de ver a una de mis hermanas embarazada. Sin embargo, tengo la gloria de contar con una familia fabulosa que me hace sentir tan cercana a mis primos, como si fuesen hermanos. Y vale, que ya me estoy yendo a la diabetes con tanto empalagamiento, pero es así. Soy, desde un tiempo para acá, muy cercana a (casi) todos mis primos. Y en total tengo siete sobrinos que no son tales, pero que siento como si fuesen absolutamente míos.


Yo muero por ellos, y decidí, evidentemente, que tengo que ser la tía loca. La que les regala vainas raras, la que les ofrece una visión distina de la vida y la que les explica por qué tiene un zarcillo en la nariz y tres dibujos que no se quitan en su piel. Yo quiero que ellos vean que hay variedad y que se pueden ir en pijama a la universidad si les da la gana. Yo quiero ser esa con la que vayan a abrirse su primer piercing o vayan a tatuarse si así lo desean. Yo quiero ser la tía cool.


Y hoy la vida me regala uno nuevo. Se llama Carlos, y tiene los ojos de todos nosotros. Hoy la vida me recuerda por qué mi prima, la madre de este nuevo mini-perolito, me remueve cada fibra sentimental del cuerpo cada vez que pienso en ella. Porque ella no ha tenido una vida sencilla, porque el desamor, en su momento, adquirio otra magnitud después de un difícil (por decir lo mínimo) episodio que nos marcó a todos. Porque ella es un símbolo de esperanza para mí, porque pudo rehacer su vida y porque ahora tiene un regalo precioso, con los ojos achinados y las manitos largas.


Sí, me fui de palo con el azúcar en este post. Pero es que ahora tengo una nueva excusa para comprar algo cool para un bebé. Y eso me pone en modo "Hallmark".

sábado, 12 de noviembre de 2011

Ya pasaron dos semanas...

Hace algún tiempo, cuando hice pública la noticia de que me venía para estos lares, una persona con quien he pasado demasiadas cosas (muy malas, muy buenas, muy regulares) me dijo que lo que iba a vivir acá sería increíble y que iba a pasar por diferentes etapas. Cuando me diera cuenta, iba a reventar a llorar y luego esa llorantina me duraría dos semanas, y luego vendría la etapa de real y genuino disfrute del viaje. 


Yo creo que sigo siendo presa del pánico a vivir, y en efecto, durante las últimas dos semanas, ese pánico me hizo entrar en un estado de depresión terrible. Por eso no posteaba tanto. 


Pero esta persona tenía razón. No te puedes permitir que la depresión y el PMS te dure más de dos semanas, porque si no, no disfrutas. Y sí, creo que duró dos semanas exactamente. Hoy no hice nada especial. Una de las cosas que me he permitido (más de lo normal) es estar genuinamente sola e incrementar mi conocimiento en el mundo del celuloide. Cuevana es mi mejor amiga, porque lo tiene todo en su página web, y porque es mi versión de televisión actualmente. 


La semana pasada, siendo yo la protagonista de una comedia romántica rosa, me encerré en esta depresión típica femenina, pero sin el pote de helado gigantesco que me hiciera compañía mientras veía películas. Esta semana, he hecho básicamente lo mismo, porque al final, todo se resume a una rutina. Y esta semana no me afectó tanto. 


No, no estoy viviendo el estilo europeo al estilo que el mundo se lo imagina. No me estoy levantando hombres con cada paso que doy, ergo no me estoy acostando con ningún hombre cada vez que parpadeo. No estoy ebria todos los fines de semana. 


Estoy viviendo mi viaje más como un retiro espiritual automedicado, de esos a los que me he acostumbrado cuando los necesito, y me estoy dando tiempo para no hacer nada. A veces me digo "mi misma, tienes que salir a tripear." Pero un poquito de por favor, si atardece (oscurece, en realidad) a las 3 de la tarde, es como difícil que tu cuerpo entienda que no tiene que sentir sueño. 


He conocido poco, porque de verdad no sentir hambre después de clases es imposible, y salgo directo de la universidad a hacerme el almuerzo. La señora que me renta  la habitación donde vivo sigue maravillada por el hecho de que mi almuerzo es apoteósico, porque es un almuerzo grande y no es un "snack", y mi cena sí lo es. Aquí todo es diferente, pero yo no pretendo cambiar mis hábitos alimenticios. A veces, de verdad siento que la pana espera que saque una flauta boliviana y empiece a cantarle a algún río (sin ánimos de ofender a los bolivianos). De hecho, un día me lo dijo porque me vio con un sombrero que para ella era súper suramericano... Sin comentarios. 


El punto de todo esto es que, en efecto, la depresión duró dos semanas. Que poco a poco voy planificándome para conocer sitios diferentes, y administrando mi bolsillo para que realmente eso suceda. El punto de todo esto es, que, finalmente, una de mis mejores amigas va a llegar mañana a Inglaterra y eso me tiene absolutamente feliz. Porque a pesar de que no estamos en la misma ciudad, ayuda muchísimo sentir que tengo a alguien cerca. Y en verdad quiero tripear. 


Sé que estas navidades van a ser absolutamente diferentes y memorables. Eso lo tengo clarísimo. Y es rico, es rico cuando vences al gremlin interno que te dice que no eres capaz. Es rico sentir que lo eres, a pesar de que la carne molida no te salga tan bien, o a pesar de que la leche se te venza y te des cuenta de que sabe raro cuando terminaste la última cucharada de tu cereal para la cena. 


Es rico sentir que vas a tener anécdotas que contar cuando vuelvas. 


PD: Júzguenme los que quieran, pero el momento de vivir a la europea llegará si tiene que llegar, si no, va muy bien, que el improvement de cultura también me queda bomba. Y tal vez todo este optimismo de no preocuparme porque no pasa nada, venga por una película que vi hace poco, Life in a Day. Gloriosa. Maravillosa. No tiene que pasar nada extraordinario para que la vida siga siendo impresionante.  

viernes, 4 de noviembre de 2011

I'm a British nerd version of myself

It seems like I'm progressing or something like that. Seguro que tengo algún error en lo que acabo de escribir. Pero al parecer me estoy convirtiendo en una suerte de Hermione Granger (nunca con tanto estilo, evidentemente, porque no tengo la plata para hacerlo, no porque no tenga el sentido estético necesario). En serio, respondo todo o la mayoría de las cosas, y parezco una propia galla en clase. Soy una nerd en Inglés.

Me va bien, el único asunto es que el acento británico es un skill con el que se nace o se aprende de chiquito, así que el americanismo propio de la influencia producto de todos los sit-coms que he visto en mi vida, los BSB y demás artistas pop, Glee y Disney, hacen que tenga un acento raro. Porque algunas palabras me salen en British, pero otras simplemente son demasiado americanas. Lo que sí agradezco es no sonar como Sofía Vergara (por lo menos sé decir helicopter). I mean, la pana es una bomba sexy, ojalá yo me viera como ella, pero de verdad sonar con el "Güen yu nou a mamita latina you can never forguet jer" no es uno de mis objetivos.

Por alguna extraña razón, siguen diciendo que mi inglés es bueno, y yo me siento más tartamuda que la protagonista de Cara Sucia antes de que la sometieran a su terapia con piedras en la boca (rolo e' flashback). Y no, no soy brillante, porque no soy la Woolf ni la Dickinson, porque esos niveles de iluminación no me han llegado todavía. Pero sigo pensando en que apenas y already ha pasado sólo un mes.

Hay demasiadas anécdotas y demasiados momentos a solas. Pero so far, lo que quiero es patear la calle, siempre y cuando este clima lleno de Valium me lo permita. Ya descubrí la calle que no debo visitar porque es mala para mi bolsillo, pero si sigo así de pichirre, hay una panita polaroid por ahí que me está esperando al final del viaje.

No sé, creo que me adapto, poco a poco, pero me adapto. Y se siente bien, se siente bien saber que tu cerebro funciona y que estuvo bien estudiar Humanidades y estudiar un año de Letras (estuvo mal dejar Letras). Porque eso me permite comparar y entender el funcionamiento de ciertas cosas.

Gracias, María Bello (profesora perfecta de Humanidades que me hizo entender demasiadas cosas de mi camino), gracias maestra de Inglés cuyo nombre no recuerdo (por el pelo amarillo pollito y por el "Good Morning! How aaaaare youuuuuuuu?" "Fiiiiine and youuuuu?"), aunque estaba encandilada por tu pelo de mentira, aprendí alguito de Inglés y me desenvuelvo medianamante. Pero gracias, sobre todo, a los BSB (Backstreet Boys), porque mis hormonas adolescentes me permitieron obsesionarme con ustedes e interesarme por el Inglés. Eso hace que hoy todo sea más fácil.

Ahí voy, poco a poco. Pero sigo con las ganas de decir, a lo Sofía Vergara: "How do you say tucu-tucu-tucu?" y que alguien me responda: "Helicopter".

domingo, 30 de octubre de 2011

El que se ría primero, pierde

La verdad es que no estoy escribiendo con tanta frecuencia porque me propuse no ponerme demasiado emocional con lo que sea que posteara en mi blog, de ahí su nombre. No es un asunto de falta de tiempo, ni siquiera de falta de ganas, simplemente esto de estar sola pega en el ego y en la mente, y para ponerme a escribir intensidades que en otro tiempo hacía públicas, tengo mis cuadernos. 


El asunto es que también hay que mantener ciertos vicios (otros no, y esos son los que uno se empeña en mantener) que son buenos para el alma. Y éste es uno de ellos. Porque escribir, burlarme de mí misma y de mi entorno, a mí me purifica. Me hace sentir un pelo más liviana, y mira que mi culo pesa burda. He tenido mis momentos brillantes de autoburla, sobre todo cuando la carne molida se empeña en no salirme bien, o cuando produzco tanto humo haciendo un pollo, que la alarma jeva contra incendios de la nueva casa se desata porque piensa que soy una piromaníaca en acción. 


Pero me burlo de mí, sobretodo, los viernes. Porque sucede y acontece que yo no termino de aprender, y aquí el término de Recogelatas va más allá del "chic". Sucede y acontece que aquí hasta el de Fospuca está más bueno que comer con las manos, y sucede que esto me parece así porque yo no puedo ver un cabello rubio porque se me bajan todas las capas de ropa que tengo puestas de la cintura para abajo, incluyendo los "pants", o sea, las pantaletas. 


Y sucede que está este ser, con cara de malo por supuesto, que juega al infantil juego de "el que se ría primero pierde", y sucede que yo soy actriz en construcción, y eso al menos lo tengo dominado, y el nene no entiende que nunca me va a ganar. Y me lo consigo en el Fashion Boulevard británico todos los viernes, y dentro de mí está la adolescente de 14 años (he aquí el motivo por el cual escribo este post, para burlarme de mi misma) dando patadas y brincos cada vez que los ojitos verdes esos me miran, con el respectivo piercing en ceja que le adorna la mirada perfecta de "Tú y yo al baño, ya". 


Pero nada, que soy demasiado tímida. Que sucede que creo que el mundo tiene un problema con las gorditas, porque sólo nos ven como las panas simpáticas que podemos ser amigas, y se olvida de que también tenemos trompas de falopio y zonas erógenas. Que me estoy cansando de que me vean como un oso de peluche y no como una caraja que también puede usar medias caladas. Porque la Adele es gordita, sexy y talentosa, y te cuento que yo también. 


Así que, resolución del día (o de la noche): Abajo los prototipos y estereotipos y arriba el riesgo. 


Vamos a ver qué tanto puedo cumplirlo. 


PD: Soy tan cliché que escribí este post escuchando a la gloriosa Soledad Bravo, y su canción "Ojos Malignos". Hay que ver que uno si es pendejo. 

martes, 25 de octubre de 2011

Gaitas en Octubre

Coño, y a mí no se me ocurrió otra idea mejor que hablar, en mi primera exposición del curso, de las tradiciones venezolanas en Navidad. Porque hay que ver que eso sí tenemos en Venezuela, una navidades del carajo. 


Comencé a hacer la tareíta con las gaitas de fondo, y no había sonado la primera nota de "Sin Rencor", cuando me fui en llanto. Porque la parte gocha de mi cuerpo predomina demasiado con esto de las Navidades, y como buena venezolana, tengo que empezar a escucharlas desde septiembre. Ya es octubre, así que voy tarde con las gaitas. Y me fui en llanto, y se me despertó un patriotismo absurdo cuando me dio por poner los viejos comerciales de RCTV. Me pregunto, ¿a dónde se fue ese país tan bonito que esperaba por las propagandas de Navidad para aprenderse las canciones? (Y me disculpan la cursilería, pero es verdad) 


Quien no se acuerde de "Virgen de las Nieves, Virgen de la Paz, estrellas que alumbran a la humanidad..." no tuvo infancia en mi país. Y es que a uno se le estallan por dentro las 7 estrellas (sí, 7) y el escudo cuando sale. Uno se vuelve más venezolano. Yo quiero que vuelvan esos comerciales, quiero volver a decir que el de RCTV siempre fue mejor que el de Venevisión (porque sí, siempre lo será, a pesar de los intentos de Osmel Sousa de salir en cámara vestido como una alfombra de Tigre de Madagascar multicolor a llamar la atención y traumatizarnos la vida), coño, quiero que mi hermana me atormente con las canciones de los comerciales y escuchar a mi tío decir, cada vez que ve el recuento: "Ése murió", a pesar de que todos sabemos que está protagonizando la novela de turno. 


Yo quiero a mi país de vuelta. Yo quiero mis navidades de antes del 98'. 
Ahí les dejo el recuerdo, pixelado, fuera de lipsinck, pero con todo lo que fue... 


"En Radio Caracas, como debe ser, al pueblo pedimos un acto de fe"




miércoles, 19 de octubre de 2011

Brighton (no Houston), tenemos un problema


Ok, Brighton, te estoy empezando a querer y ya no me asustas tanto. Fino, hasta me permitiste conseguir el cebollín para hacer mi dip. El único detalle es que se me olvidó comprar otro ingrediente, pero bueno, ya me encargaré de hacerlo la próxima semana, o ésta, si estoy muy desesperada. 


Pero tú y yo tenemos un problema. 

Obvio que iba a ser peatón en esta ciudad, primero, porque ni de vaina me alquilaba un carro, segundo, porque cómo para qué alquilar un carro si no sé manejar (es casi un hecho que al volver aprenda, porque esto de sentirme útil e independiente me está como picando el ojo y seduciendo todo el tiempo). 

El problema contigo, Brighton, es que con tanta caminadera y esta nueva onda de "soy saludable" que me dio apenas pisé el primer mundo, estoy rebajando y se me están cayendo los pantalones(no sólo por la caminadera, sino también porque ya tengo los ojos gastados de tanto mirar... pero no vamos a entrar en esos detalles porque soy una dama contigo).. Esto es un problema terrible. El día de mi cumpleaños, además, hiciste que se rompiera el cierre de mi pantalón, y sin botón para aguantármelo, tuve que luchar para no quedar desnuda en medio de la calle. 

Pero el asunto es que me haces caminar, y me lo tripeo, porque tu playita -a pesar de las piedras inexpertas en hacer acupuntura adecuada y no a modo de tortura china- está bien chévere en esos días donde el sol decide salir, aunque sea para funcionar como un vil bombillo de baja potencia. El asunto es que yo estoy en una de agarrada, y no me puedo comprar más ropa de la cuenta, porque, ya tienes que saberlo, una vez que empiezo a comprar, nadie me detiene, y sé que no quieres que me quede en la calle, en medio de ese frío, pidiendo para tomar el autobús a casa. 

Entonces hagamos algo, o tú y tu frío demente (todavía soportable, pero demente con esas ventiscas absurdas que me dan miedo de noche) encogen un poco el ancho de mis pantalones (o también un poco el largo, porque me arrastran ahora) o de tu cielo nocturno y estrellado me mandas unas 100 libritas esterlinas para yo poder andar decente y stylish por la calle, y no como un saco de papas a la mitad. Porque no, no me calo estar sintiendo frío en mis inmensas nalgas sólo porque a ti te dio por jugar a cambiarme el físico (y la mente). 

Así que te agradezco tu colaboración. Y te lo digo así, bien directo, y no jugando a darle la vuelta a la ciudad para explicarte qué coño quiero decir, porque sigo siendo latina (ergo, directa), sigo escribiendo en español, y porque todavía no sé decir tantas groserías en inglés como para que entiendas mi punto. 

Eso sí, me despido cordialmente, porque no quiero ser demasiado agresiva. Así como para que te des cuenta de que algo de este politeness británico se me está pegando de ti. 

Sincerely yours, 
Yo. 

PD: Gracias por regalarme un cumpleaños tan fino y diferente. 

miércoles, 12 de octubre de 2011

Europa, al parecer, me sienta bien.



Pues sobreviví a mi primera visita al mercado. No, finalmente no encontré el cebollín después de olfatear cuanta mata se me paso por el frente con tallo largo. Había celeri, pero eso no es cebollín, así que no me sirve para preparar mi glorioso dip. Compré pocas cosas, creo que fue más por estar psicoseada con el asunto del ahorro, que por el pánico que me daba enfrentarme a entender que estaba haciendo mercado.


Recordé los viejos tiempos, no, no esos tiempos en los que yo solía hacer mercado, porque esos tiempo nunca existieron. Recordé a mi prima en sus primeras andanzas en el Imperio, meneando los aguacates en frente de todo el mundo para ver si estaban maduros y comprables. Me reí de mí misma al estar caminando cuadras enteras en busca de la parada de autobús más cercana, cargando unas bolsas de plástico anaranjadas con la firma de Sainsbury's local, llenas de comida que espero que me dure hasta el final de la semana.


El primer intento de delicatesse culinaria fue un absoluto fracaso. Me las quise dar de Top Chef, y lo que me salió fue ser la primera concursante en ser eliminada de la competencia. Una receta que amo y adoro, que mi madre siempre me hace cuando estoy en esos días en que me siento más mujer, se terminó convirtiendo en una sopa de varios tipos de queso con algo de pasta.


Nota importante: no importa cuánto le cueste conseguir el colador de pasta en una cocina, búsquelo hasta la saciedad, porque siempre queda un poco de agua que va a venir a cagarle la receta que domina a la perfección.


Hoy estuve un poco mejor y más arriesgada. Y sí, me salió mejor la cosa. No sé qué demonios pasa con mi cuerpo, no sé si son las caminatas matutinas o los dolores en los pies, pero mi mente y cuerpo están de un light, que te cagas. No estoy comiendo casi carbohidratos, pero lo más importante, no se me antojan los dulces. Me refiero a que no paso de uno que otro chocolate caliente a la semana (de hecho, sólo me he tomado dos, uno esta semana y otro la semana pasada), pero normalmente yo consumía TONELADAS de dulce, y ahora no estoy tan antojada. Europa, al parecer, me sienta bien.


Siempre ayuda el asunto de la ropa. Esta gente tiene demasiado estilo y no lo toma como una competencia. Yo sí. Así que el asunto de la colección Brighton otoño-invierno 2011 me la tomo en serio, y me hace sentir menos miserable con este frío todavía soportable, y la lluvia mojabobos.


Pero sobre todo, me hace olvidar que a pesar de que Digitel ya no pueda atormentarme, BlackBerry decidió joderme la existencia con su falla mundial. Gracias, RIM, hoy no puedo comunicarme con mi hermana que está de cumpleaños, porque tu tecnología tiene un peo con un interruptor. 

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Y cómo se dice cebollín?



Yo creo que voy a empezar a tener que vivir sólo de la comida que sé traducir del español al inglés. O sea, no es que yo sea reconocida por mis artes culinarias (aunque los sandwichs que hago son vergatarios), pero cuando me di cuenta de que no tengo ni la más cristiana idea de cómo se dice y escribe "cebollín", por ejemplo, mi mundo se vino abajo. Es decir, una de mis cosas favoritas para comer, actualmente, es un dip de queso crema, cebollín y salsa de soya, que me resuelven cualquier cena y cualquier comida, en verdad.  Sin dejar de mencionar que tengo que anular la idea de comerlo con casabe, porque... bueno, eso aquí dudo que se dé demasiado. 


¿Cómo carajo se dice cebollín en esta vaina? Porque ésa es otra, los ingleses, dueños y señores del origen de este idioma, tienen sus maneras para decir cada cosa, y de los que estamos del charco hacia el otro lado, nos llegó la influencia norteamericana, sin duda. Así que si dices que te vas a comprar unos pants, estás diciendo que vas a comprarte pantaletas. Tengo pánico histérico de pokémon en modalidad de pelea con la sola idea de que tengo que hacerme un mercadito mañana. Porque ponte que logro conseguir ciertos artículos de supervivencia, ponte tú que logro hacer algo decente y balanceado con mis pounds destinadas a tal fin. ¿Dónde carajos voy a ver el nombre del fulano cebollín para saciar mis antojos? 


Siento, por alguna extraña razón, que mañana me voy a reír mucho de mí y de mis plumas en pleno apogeo, menéandose en medio de los pasillos del supermercado. 

sábado, 8 de octubre de 2011

Primeros días en el nuevo mundo


Evidentemente ha sido bastante diferente todo esto. Me refiero al hecho de que establecerme en un lugar completamente nuevo es una tarea algo titánica y nueva para mí, porque siempre había tenido todo demasiado fácil. El primer día de mi llegada a Inglaterra fue absolutamente sobrecogedor, tengo la fortuna de estar con una de las mejores personas que conozco, y eso se agradece infinitamente. El shock cultural no fue tan terrible gracias a esta mujer que decidió, por mera voluntad de la buena, hospedarme en su casa hasta que consiga a dónde correr.

Eso no pasa. Simplemente ya no hay gente así, y mucho menos gente venezolana así. Es difícil tener que hablar sobre la situación de mi país, porque para esta gente del primer mundo resulta inconcebible que haya tanta inseguridad y tanto desorden en Venezuela, sin embargo, siento la necesidad de decir lo que está pasando en mi tierra (apenas pasas inmigración comienzas a sentir un patriotismo nunca antes manifiesto), porque la gente debe saber que nada de lo que se dice afuera es cierto. No por los medios oficiales.

Por ahora, sí quiero volver, y por ahora soy más venezolana que nunca. La única latinoamericana en todo mi curso, así que debo dejar en claro de qué va el guaguancó latino.

El primer fin de semana fue absolutamente abrumador. Conocer Londres, llegando de un viaje titánico de 12 horas, es una de las locuras de mi lista, por supuesto, no the top madness, pero sí una de las que considero importantes ahora. Londres es una ciudad demasiado rápida en cuanto a ritmo de vida, y más cuando tienes un amigo ansioso por verte y mostrarte todo lo que hay que ver en un solo día. Caminé por 12 horas, aproximadamente, teniendo un break de apenas 3 para ver, finalmente, el musical que me mueve la vida, el piso, la cabeza, las piernas: Todo.

Evidentemente, siendo tan romántica como el resto de los latinos, lloré muchísimo al entender que estaba ahí, en medio de aquel teatro verde, sentada en un buen asiento y preparada para embarcarme en la aventura de disfrutar mi primer musical en inglés, al estilo Broadway pero con la elegancia del West End londinense. Otro peo. Simplemente fue otro peo.

 Yo tuve la dicha de ver Cats cuando fueron a presentarse en el Teresa Carreño, pero es que no es lo mismo. No, no le estoy quitando mérito a uno de los musicales más conocidos en la historia de la humanidad, no. Es que se nota que cuando estás de gira te tienes que adaptar a lo que venga. Por eso los teatreros sabemos hacer de todo, en especial los que estamos del otro lado del atlántico.  No me voy a detener a explicar la experiencia de ver Wicked, porque es algo que simplemente yo no puedo entender todavía, y es algo que todavía no concientizo que sucedió en mi vida, a tan corto tiempo de haber llegado al nuevo mundo.

Por supuesto, ya las plumas de mi penacho de india se han meneado en repetidas oportunidades: entender que en el aeropuerto de Frankfurt tenía que meter la mano en una máquina, en el baño, para que se me secaran, fue un proceso, porque pensé que ese perol era un pote para la basura. Y así, unas cuantas cosas más. Digamos que las duchas de este país no están hechas para “bottoms” tan grandes como el mío, así que agacharme a agarrar el shampoo o el jabón implica, necesariamente, un coñazo contra la pared de la ducha.

Nos quejamos del estado del transporte en Venezuela, y sí, sin duda tiene muchas fallas. Pero coño, el asunto del precio aquí es como absurdito. Así como entender que tienes que aprender a leer mapas y buscar dónde coño es que estás parado. No es que pasan camioneticas todo el tiempo, evidentemente, es que tienes que saber cuál es el autobús que tienes que tomar, el número pues, su ruta y rogar a lo que sea para que tenga la maquinita que dice cuál es la siguiente parada, porque si no, básicamente, te estás bajando en una calle que se ve exactamente igual a las otras demás calles.

Entender que “subir” por una calla ahora implica ir en dirección contraria es todo un reto al conocimiento. Uno parece pajarito en grama mirando para todos lados, asegurándose de que no venga un carro y te convierta en una estampilla.

El primer día de clases no me sentía en la universidad, me sentía en el preescolar mirando aquella gigantesca cosa que hacen llamar el campus, pero sin la mano de mi madre al lado, ni los subsiguientes tacones alejándose de mí. Todo es tan organizado acá que cuesta muchísimo adaptarse pero ahí voy, poco a poco. Lo único que debo saber es que si me pierdo, tengo que ir a Churchill Square, porque de ahí sale todo el mundo y por ahí sé dónde estoy.

He tenido mis altos y bajos, he tenido mis momentos de gritos histéricos (cuando estás en el Big Ben y suenan las campanadas de la hora, tienes que gritar histéricamente al darte cuenta de que, de hecho, estás en un lugar que nunca pensaste pisar en tu vida) y he tenido mis momentos de clima gris, lluvioso y lleno de ráfagas de viento que hasta una retaca gordita como yo se puede llevar de lado.

No, no es fácil, y esto de crecer cuesta una bola, parte de la otra y como 300 más prestadas. Cuesta los ovarios, el útero y todas las hormonas acumuladas por demasiados años.

Pero, realmente, lo que me preocupa es perder mis ojos. Coño, porque se me van con tanto papasito bueno que hay en este país. Parecen hechos en fábrica. No. No tiene sentido. Yo muero por los catires (rubios), y de eso abunda en esta tierra. Hay tantos rubios como confusiones en mi cabeza, y eso ya es demasiado.

 Tengo demasiadas cosas que arreglar todavía, pero, hasta ahora, lo único que puedo decir es que darte cuenta de que creces, conocerte, es casi tan abrumador como la lluvia moja bobos de todos los días.

Sí, esto me va a hacer bien. Sin duda. Pero tengo que echarle bolas.

martes, 27 de septiembre de 2011

Off to see... The Wizard?

Evidentemente, ahora es cuando tuve tiempo para postear algo coherente (o no). Este mes ha sido una locura, en demasiados sentidos. No he tenido tiempo de nada, no he tenido tiempo de digerir todo lo que me ha pasado. Esto es una locura, una locura que empieza ya, hoy. 


Yo estoy en negación todavía, y eso de viajar por 10 horas en un avión a mí no me parecía posible, ni todavía me lo parece. Esto parece el corto de Dalí que hizo para Disney (por lo surrealista, por lo de los sueños, porque definitivamente soy tan pendeja como las historias de Disney y porque ese corto tiene demasiado estilo). 


Lo más difícil es despedirse. Es ese abrazo que no quieres que termine. Ese momento en el que, de verdad, necesitas que los relojes se derritan y tengas tu momento cursi de Hollywood en donde el fondo se va a cámara lenta y te quedas ahí, abrazando, sin más. Ese jodido momento de mirar a los ojos, y llorar pa' adentro y pa' afuera diciendo: "Tengo miedo". 


Yo todavía no proceso nada de esto. Las maletas están ahí, afuera de mi cuarto. Voy a pagar por el sobrepeso, eso es algo a lo que estoy ya acostumbrada. Yo no sé qué sentir. En serio. 


Yo hoy no puedo bajarle dos a la vida. Porque todo, todo saturó de repente.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Yo no compro pan.

Esto de no tener tiempo para postear me está volviendo un poco loca. 
Ya, afortunadamente, vengo bastante adelantada con muchos de los trámites dementes que tengo que realizar para poder irme, sin embargo, siempre están esos pequeños detalles que se escapan de la memoria, y que recuerdas justo cuando pasaste la taquilla en donde te sellan el pasaporte. 


En todo caso, ya comenzaron las despedidas. Hace unos pocos días, me rehusé a despedirme de la primera persona, porque, básicamente, la voy a ver una vez que haya cruzado el charco y no le vi sentido alguno sumar una carga de romanticisimo y lágrimas a una despedida que todavía no tiene lugar en el calendario. 


Pero luego me tocó despedirme de alguien, obligatoriamente, porque no lo veré en los próximos seis meses. No es que me toque verlo demasiado, en realidad. Pero hay protocolos que se deben cumplir, y éste fue uno de ellos. 


Y el abrazo fulano me dio un tortazo en la cara. Estoy en negación absoluta. Yo por lo general soy casi tan llorona como Marimar, y soy más cariñosa que Elvira con cualquier animal, sin embargo, ahora estoy en una modalidad de frialdad que no termino de entender demasiado bien. Esta persona me abrazó, me deseó todo lo mejor y todo lo que el manual de Carreño aconseja en este tipo de oportunidades, y yo parecía una estatua. Me costó lo del abrazo (cosa que, amigos de testigo, es una de mis habilidades). 


Fue extraño, porque sí se me removió un poco el interior, las tripas, el cuerpo, al darme cuenta de que ya empezaron las despedidas. Sí, como que la cosa está pasando de verdad, pero no entiendo nada. 


Lo único que realmente me sacó de ese estado fue el consejo que me dio esta persona: 


"No regreses con una barriga, a menos que sea de la realeza."

Todo es muy bizarro últimamente. 


Como dirían los Amigos Invisibles: "Yo no compro pan"(Je ne comprends pas).

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Soy un diurético






No sé si lo comenté anteriormente, pero mis dos mejores amigas están en Europa. Este año ha sido bastante particular debido a eso. Afortunadamente, he encontrado personas que me brindan nuevas visiones en la vida y, a pesar de que no llenan el vacío (en este momento comenzó a sonar cualquier canción cantada por Thalía en alguna de sus novelas), la he pasado bien. He hecho nuevas amistades, nuevos hermanos, y eso me alegra. Porque sí, la mayoría de mis amistades nuevas son hombres. 


Afortunadamente. Eso crea un equilibrio fabuloso de testosterona y estrógeno que nada tiene que ver con sábanas, sino con diversidad de visiones y acompañamiento de distintos tipos de soledades. 


El punto es que, evidentemente, la emoción que me embarga por poder ver a mis dos hermanas escogidas dentro de poco, me tiene como Flubber cuando recibe luz y le da un ataque de hiperactividad incontrolable. 


Estoy súper ocupada, porque a pesar de que vivimos en un país donde la versión oficial se caga en la burguesía, la burocracia y las cúpulas podridas de antaño, la cantidad de trámites y prácticas en succión de medias se ha incrementado. No sólo se trata de pedir Cadivi (algo que sólo pueden entender los venezolanos, los extranjeros nunca entenderán cómo es eso de que tienes la plata pero no te la dan), no. 


También se trata de buscar residencia (tarea titánica porque los británicos no terminan de entender que no puedo ir a ver la habitación al salir del trabajo), de conseguirse unos euros o dólares extra, de lidiar con las caras de Hush Puppies de mis padres y hermanas... En fin. Sí, estoy contenta y eufórica, pero no tengo tiempo de demostrarlo, porque no tengo tiempo de respirar. 


Entre ayer y hoy, estos dos seres fabulosos (con quienes he pasado las verdes y maduras, y junto a quienes, por lo visto, vivo las mismas etapas de exploración y descubrimiento) se han portado de manera fabulosa, y no dejan de sorprenderme. Una parece la madre preocupada: me arma manuales de supervivencia para que no se me note tanto el penacho de plumas cuando llegue al aeropuerto y me dice dónde tengo que comprar todo lo que mi robusto cuerpo va a necesitar para cubrirse en un clima nada tropical. 


La otra está peor. A ella tengo más tiempo que no la veo, y creo que eso hace que nos extrañemos mucho más, a pesar de que hablamos casi todos los días. Y hoy, como siempre, no dejó de sorprenderme ofreciéndome su ayuda para uno de los 800 mil trámites que debo hacer. Pero lo que más me sorprendió no fue esto, sino su descripción de lo que siente porque ya voy a llegar:


"... siento que a medida que se acerca la fecha en que vengas, te extraño más. Es loco. Es como cuando te estás haciendo pipí y estás llegando a tu casa, que te dan más ganas... Bueno, así." 

En dos platos: soy el diurético de mi mejor amiga. Yo hago que ella se haga pipí por mí. 


Nadie tiene que entenderlo. Pero sí, soy un diurético. 


Y eso, poder verlas, hace que todo el stress que tengo encima (porque además tengo muchas cosas con las cuales cumplir antes de irme), se me quite enseguida. 


A por el vino. A por los cafés. A por las borracheras en las calles de París. 


Por las vejigas! Salud!

lunes, 5 de septiembre de 2011

Pensamientos de una afónica... O consecuencias de una garganta en huelga

Mi garganta decidió entrar en huelga. Tenía varios días en amenaza con una carraspera insoportable y con unos ataques de tos que me recordaban que debo abandonar ciertos vicios. No sólo el cigarrillo, sino ese vicio tan insistente y mío de apegarme a las personas y tener ataques de ansiedad, que radican en el centro de mi pecho. 


Ella entró en huelga hoy en la mañana. Me desperté a las 8 am, cosa que JAMÁS hago (y que pronto tendré que acostumbrarme a hacer) porque al intentar tragar sentí cómo dos bolas de billar bajaban por mi pobre cuello. Vale, tengo el cuello gordito pero de ahí a creerme mesa de pool... 


Tuve, entonces, un día libre de labores y lleno de silencio. No medité ni un carrizo, no soy de ese tipo de gente. Lo que hice fue mentarle la madre a mi internet narcoléptico y a mi epiléptico servidor de Tv por suscripción, y quedarme como una morza o una ballena encallando en la orilla de cualquier costa.


Porque ésa fue la recomendación de mi tío, el médico: hay que guardar reposo. Cuando me di cuenta de que estaba dudando en ir o faltar al trabajo, me sacudió un profundo sentimiento de infidelidad a mí misma: yo nunca he pelado un boche para faltar, porque no, no es lo mío y no me gusta, y  ahora que tenía la oportunidad, estaba dudando. Es raro cómo el dinero te cambia. Obvio, a mí me ha cambiado poco, porque no es que me pagan demasiado. 


Tuve que defenderme con señas y a punta de mensajes de texto que enviaba a mi interlocutor(a), quien estaba a menos de 5 metros de distancia. Todo era más sencillo cuando la técnica de la pizarrita mágica funcionaba al pelo. Pero no hay nada que hacer, los dedos se dejaron seducir, desde hace rato, por las teclas, cualquiera que sea el dispositivo que las use. Ya eso del papel y lápiz suena como primitivo. 


Lo revelador de todo este día en silencio se viene en lo siguiente: Mi familia me conoce más de lo que yo creía, y nos comunicamos muchísimo mejor en silencio. Una sola seña y ya entendían que yo estaba diciendo:

"Lo que te quiero decir, querida madre, es que tengo sed, el agua está agotándose y necesito un poco más, pero por favor, que sea natural y no fría, porque si no, no me voy a mejorar." 

Todo lo que tuve que hacer fue señalar el termo de agua en mi mesa de noche, y listo. 


Yo no subo los hombros de la misma forma cuando quiero preguntar "¿cuándo?" a cuando pregunto "¿cómo?". Yo no tengo las mismas expresiones para el frío, el calor y la obstinación que uno u otro pueda generarme cuando llega a sus extremos. Yo digo sí con los ojos y no con el resto del cuerpo, y viceversa, y todo eso lo hago sin decir ni media palabra. 


Yo soy muy fácil de leer sin necesidad de emitir ni una sílaba. 


El asunto es que ya yo sabía que mi familia sabía hacerlo. El asunto es que no hay lector.