miércoles, 31 de agosto de 2011

Mercurio, cálmate


Yo no tengo tiempo de nada, y Mercurio, con su particular comportamiento retrógrado, no me lo facilita ni un poco. 

No soy de las que cree en la astrología, ni en nada místico, en verdad. Soy bastante escéptica con respecto a esto de las creencias, los seres superiores, la lectura del Tarot y demás oráculos. De verdad, sólo creo en lo que la música de mi Ipod tenga que decirme cuando está en aleatorio. Porque el desgraciado productico de Apple sabe cómo está mi humor, y en función de eso decide jugar con mis sentimientos o acompañarme en el mood en el que esté. 


El asunto es que estoy comenzando a creer que Adriana Azzi y Walter Mercado como que tienen razón en algo. Al parecer, ahorita Mercurio está retrógrado. Yo, en verdad, no sé qué carrizo tiene que ver eso con mi vida, pero desde que lo supe todo me ha salido como pa' trás. 


Me corte un dedo, robaron a un montón de gente conocida, me di un golpe en una uña del pie que me duele horrores, la vida se complicó de repente y la persona encargada del teatro donde me voy a presentar es una frígida histérica que debería meterse a Emo, por lo oscura que ve la vida. 


Para colmo, el lunes, al meter Cadivi, me faltó una sola carta. Una solita. Una que sólo necesitaba el banco para guardarse las espaldas. Esa única carta que nunca mencionaron. 


Yo no sé, pero como que esa gente tiene razón, o la energía que uno tiene es tan jodidamente arrecha que llamas las cosas que te pasan. En verdad tampoco creo en eso. 


Lo único que te pido, planetica del orto, es que ya te dejes de histerias y síndromes premenstruales, porque yo quiero estar tranquila. 


PD: Exclamó la princesa.

viernes, 26 de agosto de 2011

Crónica de una carpeta anunciada.


De verdad que ser venezolano, hoy en día es una complicación. No sólo por el hecho de los increíbles índices de delincuencia que hay, la inseguridad, el odio que separa al pueblo. Ni tampoco por el hecho de que somos un atractivo político-turístico en el mundo (quien diga afuera que es de Venezuela y no le pregunten por el presidente, miente.) No, es el día a día lo que hace complicado vivir en este país y querer tomarse un break.

Yo, evidentemente, no había dicho nada de mi break con Venezuela, porque he escuchado que esas cosas se empavan, y estoy comenzando a creer que es cierto. Hasta ahora todo ha salido bien. Pero ahora viajar para un venezolano es una tortura peor que ver a Shakira con pinta de recogelatas (para nada chic), metiéndose en la fuentecita en Barcelona, mientras canta al son de ritmos latinos "característicos".

Siempre  me voy a preguntar cuál fue el tinte que se le metió en el cerebro a esa mujer para llegar a tal punto de intoxicación corporal general.

En todo caso, viajar al exterior para un venezolano es todo un tema y un proceso. Yo siempre me he cagado y he escapado de la burocracia. Pero, seamos sinceros, esto ya es el colmo. Esa representación gubernamental del demonio que implica Cadivi no hace más que complicarle la vida a toda aquella persona que resida en este país y tenga la ilusión de asomar la nariz más allá del Mar Caribe.

Que si el papelito con la cédula, el pasaporte, la carta de aceptación, la que indica que no te sacas los mocos en público, la que dice que juras que no eres puta y todo ese dinero que necesitas para pagar el cursito es legal. Coño, yo creo que las putas también tienen derecho a formarse, aunque su dinero no sea lícito.


De verdad, ¿por qué carrizo yo tengo que estar limitada de dinero porque al pana éste le provoca? Es absurdo. Los niveles de control a los que hemos llegado serían un excelente material para una obra de Ionesco o de Pinter. De verdad. 

No me puedo quejar demasiado, es cierto, porque hasta ahora todo ha salido como tiene que salir. Pero es que hay un detalle: todavía no he introducido en el banco las tres (3) fulanas carpetas marrones, con separadores y folios en cada hoja, como si se tratara de una lectura para niño de preescolar. Eso me genera angustia. 
Por eso es que me cae de perla este viaje. Porque podré descansar por un tiempo de esta locura de día a día en la que vivimos los nacidos en esta tierra tricolor primaria. No, de verdad. Yo ya no aguanto. 

Yo me quiero ir (por un rato). Me quiero ir y empiernarme con mi mejor amiga, a las dos o tres semanas de mi llegada, y ponernos a echar cuentos. Me quiero ir a pasar mi cumpleaños en el teatro donde presentan Wicked y salir y hacerme mi tatuaje nuevo, ya visualizado (sí, familia querida, si pensaron que no habría otro, lo siento, estaré sola). 

Yo quiero que llegue septiembre ya.

PD: Qué difícil vivir en esta paranoia. Antes de publicar, revisando, borré  la fecha de mi partida, no vaya y sea que alguien me secuestre.

lunes, 22 de agosto de 2011

Un India en el Primer Mundo



Recuerdo que una vez, cuando estaba en la universidad, montamos una obra sobre Andrés Eloy Blanco. El asunto fue multitudinario, porque todo el grupo, o buena parte de él, participó en la puesta en escena, desde lo que llevaban dos meses, hasta los que tenían mil años en la agrupación. 


En algún punto, una de las actrices que personificaba a uno de los Angelitos Negros de nuestro insigne poeta, no pudo seguir participando y me pidieron que la supliera en el personaje. Y ahí fue cuando tuve uno de mis primeros encontronazos con la realidad teatral: "No me convence demasiado que lo hagas, porque tú no eres negra. Eres india." Es decir, no estaba en casting. Sin embargo, y luego de horas de sometimiento a un rizador de cabello, logré hacer el personaje de la mejor forma que pude. 


Pues bien. Sí. Soy india. En realidad soy una mezcla de gocha, con oriental y caraqueña. Te soy toda una venezolana. Lo que me falta es el llano y El Callao, pero tengo una mezcla bastante completa que no tiene como ascendentes inmediatos ningún familiar de Cristóbal Colón, del panadero portugués de la esquina o del pana que hace las Crepes en Café Noissete en Los Dos Caminos. 


No, yo soy bien criolla. Gocha, oriental y caraqueña. Mi madre es de los Andes, mi padre de Caracas, y mi abuela paterna de Barlovento. Mi Nana, mi abuela materna, también es de los Andes venezolanos. 


Pero tengo pinta de india pues. Al mejor estilo de lo que descubrió el primer mundo, pero un poquito más gordita, de acuerdo a las pinturas que salen en todos los libros de primaria. 


El hecho es que esta India se va para el primer mundo a descubrirlo. Sí. Esta india se va a ver eso que inició nuestra cultura. Y se va a estudiar inglés. 


Finalmente, después de demasiado tiempo, parece que el plan está tomando forma, así como también toma forma el remolino de emociones que estoy teniendo en este momento. Tal vez sea por el SPM, tal vez sea porque soy una llorona sin remedio. Pero soy una maniaco-depresiva en potencia, y lo seré por los próximos 30 días, como mínimo. 


En pocas palabras: Brighton, allá voy. Espérame con tu mejor nieve y tus mejores hojas de otoño, porque lo que te viene es, básicamente, una india que sabe bailar salsa, tambor, merengue, reggeaton y hasta bolero. Lo que te viene es una invasión indígena. 


Lo que me viene, desde ya, es un sueño que tengo desde chiquitica. Y no. No sé cómo es que se maneja el asunto cuando los sueños parece que se van a hacer realidad. 


God save the Queen. O God save the Beatles. Lo que más aplique. 

PD: Harry (no Potter), si lees esto, considera que más romántico que casarse con una pana X inglesa, como tu hermano, es tener una relación con una gordita latina que te enseñe cómo es el asunto del guaguancó. Sé que estás soltero. Espérame. 

lunes, 15 de agosto de 2011

Revista Tú, a la orden



Yo tengo una particularidad. Soy la Revista Tú de mis amigos. 


Para quienes crecieron en esta tierra llena de sabor, y todas sus adyacencias, la revista Tú es un referente obligatorio del género femenino adolescente y saben a lo que me refiero. Este magazine mexicano era y sigue siendo una de las cosas más frívolas del mundo, pero uno la leía, porque sí. Para saber qué estaba de moda (terribles las modas, por cierto), para saber los chismes de gente que en tu vida vas a conocer, pero sobretodo... para leer los consejos que de seguro escribía alguna pasante de la empresa que tenía menos idea de la vida de lo que puede tener un niño de cinco años y a quien todavía le vibraban las hormonas alborotadas de la etapa teen de todo ser humano. 


Prefiero pensar eso a que me aconsejaba (o aconsejaba a quienes escribían en "Trágame Tierra") una doña frustrada por la vida que no tuvo mejor destino que escribir nimiedades y responder preguntas estúpidas. 


En todo caso, yo soy la Revista Tú de mis amigos. Léase, soy la consejera, con diván y todo. Y en verdad, lo disfruto. Creo que es una de mis cualidades: saber escuchar. Con el tiempo he perfeccionado mis consejos y he tratado de ser imparcial, porque antes, simple e ingenuamente, pretendía que mis palabras fuesen acatadas a cabalidad por mi receptor perturbado. 


El asunto es que últimamente mi filosofía de vida se orienta hacia el "Modo Teflón". Es decir: que todo resbale y nada se pegue, al mejor estilo de sartén en venta en Procompra 2002. Por que sí, uno te es mártir y juega al autoflagelo demasiado tiempo en la vida. 


Ya ha habido demasiados en este mundo. Hasta un loco se crucificó por los demás para que vieran lo sufrido que era.  (Es probable que la próxima vez que entre en una Iglesia, yo explote, pero bueno...). 



Mi consejo reciente va de lo siguiente:  No te juzgues. 

Es jodido. Al menos para la decencia que rodea a la gente que considero amiga (y eso que somos artistas), es jodido no juzgarse. Pero es que uno se pasa demasiado tiempo en esta Tierra cuestionándose y dudando de las decisiones que toma. Pasamos demasiado tiempo queriendo afrontar "dignamente" situaciones para las que no nos prepararon en el colegio de monjas, de curas, el militar o el laico. 


Nadie dijo que a los "y tantos", alguien tenía que saber cómo carrizo se hace para superar el primer, el segundo o el último amor. Nadie dijo que salir del clóset es fácil, nadie, absolutamente nadie sabía, desde la primera nalgada al nacer, que las situaciones van más rápido que el raciocinio y las emociones. 


Así que hay que intentar no juzgarse. Es mi filosofía actual. No hay por qué ser tan duros con uno mismo. Porque siempre hay primeras veces, porque hay primeras veces que duran toda la vida. 


Porque hay primeras, segundas, enésimas veces que siempre son distintas y nadie, nadie, absolutamente nadie, comprobó, que en la vida, en efecto, a la tercera va la vencida. 

jueves, 11 de agosto de 2011

Con la gracia de una Guayaba

Yo soy latina, y cualquier intento europeo en mis gustos por el arte no van a cambiar el hecho de que mi sangre está hecha con un poquito más de sabor. Es así. Parte de la divinura de ser latina y de provenir de un país tropical está en la sabrosura de nuestros cuerpos, pero también de nuestras comidas. 


Yo amo las frutas tropicales. Amo sus colores, su frescura y su sabor dulzón, en la mayoría de los casos. 
Yo sé que cuando me vaya a Europa, algún día, daré mi vida por un jugo de mango o por engullirme una parchita (maracuyá, fruta de la pasión) con azúcar. Era una de las cosas que más disfrutaba en mi infancia. Engullir frutas  (porque las comía tan rápido que ni las masticaba) y parecer un cuartico de "coctel de jugos", como los que venden en la panadería, luego de haberme empegostado con la víctima de turno. 


Es probable que si alguien que me conoció en la infancia lee esto, diga que es mentira. Pero sí, es verdad. Las cosas que disfrutaba las ocultaba. Por eso nadie sabe mi amor por las frutas y su empegoste. 


Las frutas tienen, por supuesto, su lado erótico. Porque no hay nada más cliché que la escenita de las fresas con champaña, con chocolate, con lo que venga. Y eso tiene una carga de erotismo. Hasta en "La Laguna Azul" hay una parte donde la panita virginal se come alguna fruta tropical, pero la carga semiótica es otra. 


Todo lo que tiene que ver con lo tropical tiene un asunto sexual implícito, por alguna razón. Hasta las frutas. Todo. 


Menos la guayaba. 

Hace mucho tiempo, estando en el grupo de teatro de la universidad, uno de mis compañeros acuñó la frase "Con la gracia de una guayaba", luego de que alguien entrara a escena y se cayera, o hiciera algo con la agilidad de un burro manco. Desde ese momento, he utilizado la frase, por lo menos, 8542 veces en mi vida (amo decir ese número, no sé por qué). 


Y es que es verdad. La pobre guayaba llegó tarde el día en que le repartieron el sex appeal al resto de las frutas que nacen por estas zonas. Ya expliqué lo de las fresas. Ni se diga la parchita o maracuyá, por algo le llaman el fruto de la pasión, aunque la pana no sea sexy, ya está signada con el nombre y siempre que la pasen en televisión, le harán un acercamiento en cámara lenta con musiquita de porno barata para darle ese toque grrr que tiene su nombre. No me voy a referir al cambur (banana), porque es más que obvio con qué está relacionado. Y para ser explícitos, es mejor guardarse algunas palabras e ir a las acciones. 


Pero la pobre guayaba llegó tarde. La panita se despertó tarde, no le dieron el ticket, se confundió de día. Ella tiene su saborcito, pero no le gusta a todo el mundo. Y no conozco a nadie que se coma una guayaba de forma sexy. 


La guayaba está en desventaja. 

Ya lo decía Andrés López. El jugo de guayaba es el único que tiene la propiedad de salirse del recipiente que lo contenga y enchumbar todo lo que le rodee. Es el jugo por excelencia de la infancia. O sea, está relacionado con la infancia. Asexual por antonomasia. 


Yo tengo la gracia de una guayaba. Ya quedó claro que soy un sapo verde y que considero que tengo el atractivo sexual de una ameba. 


Yo llegué tarde al asunto del método de seducción y posterior apareamiento. En serio no te tengo ese chip en el cerebro. Puede que todos los latinos sean bonitos, sexys, gráciles. Yo llegué tarde a la repartición. 


Yo no me compré el talonario de la rifa de Fe y Alegría que traía ese premio. 

lunes, 8 de agosto de 2011

De por qué soy fan de Wicked.

Quienes me conocen, saben que yo muero por los musicales. Es un asunto absolutamente irracional, pero, en efecto, yo muero por las obras de teatro musical. 


Hace mucho tiempo, cuando empecé en este asunto que llaman "hacer teatro", yo me prometí que nunca haría una obra infantil o cantada, por traumas de autoestima que me trajo una pieza en específico. 


Pobre ingenua. 

Es lo que más he hecho en mi corta carrera teatral. Obras infantiles que incluyen canciones. Porque no, no son musicales. Son obras infantiles con cancioncitas. Y al final, terminas agarrándole el gusto a eso de cantar y ponerte cantidades dementes de maquillaje y escarcha en tu cuerpo, pelucas, vestidos pomposos. Uno se difruta la balumba. 


Pero en el asunto de los musicales es más que amor, frenesí. Yo no entiendo qué es lo que pasó, en qué fallamos, pero yo disfruto infinitamente ver y escuchar un género que muchas personas consideran ridículo. 


Kurt, el personaje de Glee (serie de TV que amo, por supuesto), dijo en algún momento que ama los musicales porque todo es exagerado, porque un beso es el máximo de intimidad que puede haber en los personajes y nadie se tiene que preocupar por el arte de la seducción.  No fueron las palabras exactas, pero sí, por ahí iba la cosa. 


El asunto es que estoy de acuerdo con Kurt. Yo soy un sapo en el arte de la seducción y soy exagerada. Soy un bicho verde que tiene la gracia de una guayaba (ya luego explicaré esta frase, en otro post) y de sexy tengo sólo la "S" final de mi segundo apellido. 


Lo de bicho verde me lleva, entonces, a mi máxima pasión en cuanto a musicales se refiere: 


WICKED. 


No sólo se trata de que yo toda mi vida me he sentido un bicho verde, no. Ni tampoco se debe a mi preocupante fijación con las brujas y malvadas de todo cuento. Ni un poquito es eso. Es que este musical, ya mundialmente conocido, le da una oportunidad a los "malos" de la historia. Y te das cuenta de que el bicho verde, es verde por algo, te das cuenta de que el bicho verde tiene sentimientos, y te das cuenta de que el bicho verde, al fondo a la derecha, es un ser que quiere y padece, a pesar de su fama. 


O sea, soy yo.

Yo tengo fama de bruja. Con diferentes acepciones, y definitivamente los juicios de valor a la fulana palabra dependen del ojo que la mire, pero sí. Yo tengo fama de bruja. Hago siempre de mala en las obras infantiles, y me he convertido en la mala de la película en demasiadas ocasiones. A esto le sumamos que la pana protagonista de WICKED se convierte en la mejor amiga de la mujer insigne y perfecta. Cosa que me ha pasado desde que reprobé plastilina y tijeras en preescolar. 


En dos platos: tengo fama de mala en muchos escenarios, y no correspondo con el patrón de belleza común. Porque de verdad, quien se fije en una ser con piel verde tiene que estar un poco loco (más a mi favor con respecto a mi teoría de los recogelatas chic). 


En otros dos platos: es muy fácil dejarse llevar por la opinión de los demás, como le pasa a G(a)linda en esta historia. Es muy fácil decir, cuando quisiste a alguien, que es lo que los demás dicen, para simplemente quedar bien. 


A las G(a)lindas del mundo les digo: Cómprense una personalidad, hay bastantes en rebaja. 


Esta historia a mí me llega al corazón, justo debajo de la "lola" izquierda hay un músculo verde que se mueve al compás de las canciones de este musical. Porque yo me la paso verde, porque tengo fama de mala y porque hay que echarle bolas a la vida para encaramarse en una escoba y mandar todo al carajo mientras cantas notas inalcanzables, montada en un perol que te sube a mil metros de altura. 


Esta bruja verde es la principal deidad de mi religión, porque ella logró salir adelante. Porque dejó todo por sus creencias y porque me demostró que los sapos verdes también encuentran sus espantapájaros, no importa cómo. 


Esta pana sabe que nadie en Oz la va a joder. Y así es como tiene que ir uno por la vida. A pesar de que el agua te derrita. 

viernes, 5 de agosto de 2011

A Digitel, con cariño

Querido Internet de Digitel: 


Yo sé que tú y yo no nos hablamos demasiado, pero te agradezco algo: vamos a solucionar este problema ya. No concibo que cada vez que yo quiera conectarme a la red, desde mi casa, tú decidas joderme la paciencia. Sé que lo haces a propósito. Y así no podemos seguir. 


Necesitamos terapia. 

Esta vez no se trata de una culpa 50% y 50%. No. Mi vida, el del problema eres tú. 
Me quitas caché. Me quitas glamour. Me quitas evolución cada vez que tengo que ponerme a luchar contigo, cual gata herida, para conseguir algunos MB de conexión que me permitan mantenerme conectada con ese medio mundo que ahora tengo afuera. 


Yo, proveniente de una familia que echa pa' lante. Yo, una mujer de avanzada. Yo no tengo caché porque tú  me lo impides. Muy sifrina mi zona y todo lo que tu quieras, pero sin internet, yo no puedo mandibulear correctamente, ergo, no me adapto a mi nuevo hábitat, ergo, sufro como Precious


Yo quiero comunicarme con el mundo. Yo quiero hacer bien mi trabajo, y tú no me dejas. Sé que cada vez que ves que alguien me habla por Facebook, tu naturaleza psicópata actúa y decides ausentarte. Pero eres mi única opción. Y como esto se trata de una relación virtual, yo no me voy a caer a vinos ni a canciones de despecho por esta relación tan tormentosa. 


Así que te agradezco que mejores en tu actuar rutinario nocturno. Porque yo, de verdad, ya no me la calo. 

jueves, 4 de agosto de 2011

Quiero una temporada

Bueno. Ya pasó todo. Increíble. Increíble
No hay otra palabra para definir el día que viví ayer. 


Siempre, siempre es divino estrenar una obra. Siempre es divino el backstage del asunto. Los nervios son sabrosos, los sistemas de evasión son lo mejor del mundo. Ayer, por primera vez desde que empecé en esto, temblé durante todo el día. 


A ver, que hasta mi cuerpo me dijo: "Hay cosas que todavía no conoces de mí". Me desperté con una alergia absurda que me irritó del cuello hasta la cintura, brazos incluídos. Ésa es una nueva forma de somatizar para mí. Me dolía sólo un lado de la cabeza, como si alguien (clausurado y transmutado, dirían las brujas) me estuviera apuntando en la sien. Y me dolió, por primera vez en la vida, el diente que tengo amarillo de tanto fumar. (Esta descripción hipocondríaca es un homenaje a la estética. Pretendientes: pueden llenar su planilla para conocer a la pana del diente amarillo).


No me acordé de que mi vejiga tiene su límite sino hasta el momento en que estuve completamente vestida. Así que orinar se convirtió en una lucha entre la naturaleza y la faja que tenía debajo de toda mi indumentaria de mendiga. Porque sí, mendiga, guarra, paralítica, ladrona, hasta puta. Pero JAMÁS permitiría que la clase se fuese de mí. Por eso la faja. 


Pasó demasiado rápido. Lo único que recuerdo, además de las risas inadecuadas y nerviosas del permisivo público que fue a vernos (la mayoría familia, por eso tan amenos, creo) fue mi tembladera de principio a fin. En serio, en serio, nunca me había pasado. Yo, además de hacer de maldita lisiada, ayer hice una imitación perfecta de Muhammad Ali en la actualidad. Sufrí de Parkinson temporal durante una hora y cinco minutos exactos. Ni más, ni menos. 


Quedo con ganas de más.Quedo con compañías cercanas y lejanas. Con las ausencias justas. Con frases de esas que provocan cosquillitas en el estómago. Con abrazos de esos que sabes que te harán falta. Y con abrazos que me hicieron falta. 


Quiero una temporada. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Debe ser porque...


En serio quiero ser jocosa esta semana. Pero te lo juro que eso no se me da del todo bien cuando (ya sé que estoy monotemática) el fulano estreno tiene dos días de espera. 


Yo sé que la gente cree en mí. La que vale la pena sí cree. Peor igual el miedito ese, sabroso por cierto, está inevitablemente ahí, desde hace una semana. 


Por ahí le leí al gurú del blog venezolano, Toto Aguerrevere, que capaz porque era julio, todo se había ido un poco a la mierda. Creo que es así. Lo mío se debe al stress y a esperar respuestas que se están tardando demasiado en llegar. 


Todo se ha resumido a una rutina agotadora que me ha convertido en una especie de maquinita de trabajo. Creo que estoy al mismo nivel de la computadora con la que trabajo día a día. 


Me levanto a horas vergonzosas de lo tarde que es, pero a la hora de la verdad, disfruto dormir demasiado. 


Me baño... como... trabajo.... fumo mientras la máquina trabaja...
Hablo tonterías con los de mi trabajo... me vuelvo a sentar. 
4 de los 7 días ensayo... llego a casa... antes de pisar mi cuarto, ceno.... 
Prendo la TV... me acuesto... me vuelvo a parar...
Trabajo hasta las 4 am... me vuelvo a acostar. 


No duermo. 

Me acuesto viendo hacia la ventana, porque de ese lado la cama está vacía. 
Miro a la almohada a los ojos. Me volteo porque ya me di cuenta de que está vacía. 
Me abrazo a mi misma. Me invento alguna historia para dormir. 
Finalmente, me duermo. 


Todos los días la misma rutina, las mismas manías. 

Y siempre, siempre, imagino que me sonríes y me hablas al oído. 
Siempre diciéndome: "¿Te vas a voltear?"
... Es que yo lo evado todo...


Sí, debe ser porque era julio, o porque será noviembre, o porque mayo nunca llegó. Debe ser porque llegó agosto, porque estreno dentro de poco, porque en este mes cumplen demasiadas mitades importantes. 


Debe ser porque te extraño. Debe ser porque no estás.