domingo, 30 de octubre de 2011

El que se ría primero, pierde

La verdad es que no estoy escribiendo con tanta frecuencia porque me propuse no ponerme demasiado emocional con lo que sea que posteara en mi blog, de ahí su nombre. No es un asunto de falta de tiempo, ni siquiera de falta de ganas, simplemente esto de estar sola pega en el ego y en la mente, y para ponerme a escribir intensidades que en otro tiempo hacía públicas, tengo mis cuadernos. 


El asunto es que también hay que mantener ciertos vicios (otros no, y esos son los que uno se empeña en mantener) que son buenos para el alma. Y éste es uno de ellos. Porque escribir, burlarme de mí misma y de mi entorno, a mí me purifica. Me hace sentir un pelo más liviana, y mira que mi culo pesa burda. He tenido mis momentos brillantes de autoburla, sobre todo cuando la carne molida se empeña en no salirme bien, o cuando produzco tanto humo haciendo un pollo, que la alarma jeva contra incendios de la nueva casa se desata porque piensa que soy una piromaníaca en acción. 


Pero me burlo de mí, sobretodo, los viernes. Porque sucede y acontece que yo no termino de aprender, y aquí el término de Recogelatas va más allá del "chic". Sucede y acontece que aquí hasta el de Fospuca está más bueno que comer con las manos, y sucede que esto me parece así porque yo no puedo ver un cabello rubio porque se me bajan todas las capas de ropa que tengo puestas de la cintura para abajo, incluyendo los "pants", o sea, las pantaletas. 


Y sucede que está este ser, con cara de malo por supuesto, que juega al infantil juego de "el que se ría primero pierde", y sucede que yo soy actriz en construcción, y eso al menos lo tengo dominado, y el nene no entiende que nunca me va a ganar. Y me lo consigo en el Fashion Boulevard británico todos los viernes, y dentro de mí está la adolescente de 14 años (he aquí el motivo por el cual escribo este post, para burlarme de mi misma) dando patadas y brincos cada vez que los ojitos verdes esos me miran, con el respectivo piercing en ceja que le adorna la mirada perfecta de "Tú y yo al baño, ya". 


Pero nada, que soy demasiado tímida. Que sucede que creo que el mundo tiene un problema con las gorditas, porque sólo nos ven como las panas simpáticas que podemos ser amigas, y se olvida de que también tenemos trompas de falopio y zonas erógenas. Que me estoy cansando de que me vean como un oso de peluche y no como una caraja que también puede usar medias caladas. Porque la Adele es gordita, sexy y talentosa, y te cuento que yo también. 


Así que, resolución del día (o de la noche): Abajo los prototipos y estereotipos y arriba el riesgo. 


Vamos a ver qué tanto puedo cumplirlo. 


PD: Soy tan cliché que escribí este post escuchando a la gloriosa Soledad Bravo, y su canción "Ojos Malignos". Hay que ver que uno si es pendejo. 

martes, 25 de octubre de 2011

Gaitas en Octubre

Coño, y a mí no se me ocurrió otra idea mejor que hablar, en mi primera exposición del curso, de las tradiciones venezolanas en Navidad. Porque hay que ver que eso sí tenemos en Venezuela, una navidades del carajo. 


Comencé a hacer la tareíta con las gaitas de fondo, y no había sonado la primera nota de "Sin Rencor", cuando me fui en llanto. Porque la parte gocha de mi cuerpo predomina demasiado con esto de las Navidades, y como buena venezolana, tengo que empezar a escucharlas desde septiembre. Ya es octubre, así que voy tarde con las gaitas. Y me fui en llanto, y se me despertó un patriotismo absurdo cuando me dio por poner los viejos comerciales de RCTV. Me pregunto, ¿a dónde se fue ese país tan bonito que esperaba por las propagandas de Navidad para aprenderse las canciones? (Y me disculpan la cursilería, pero es verdad) 


Quien no se acuerde de "Virgen de las Nieves, Virgen de la Paz, estrellas que alumbran a la humanidad..." no tuvo infancia en mi país. Y es que a uno se le estallan por dentro las 7 estrellas (sí, 7) y el escudo cuando sale. Uno se vuelve más venezolano. Yo quiero que vuelvan esos comerciales, quiero volver a decir que el de RCTV siempre fue mejor que el de Venevisión (porque sí, siempre lo será, a pesar de los intentos de Osmel Sousa de salir en cámara vestido como una alfombra de Tigre de Madagascar multicolor a llamar la atención y traumatizarnos la vida), coño, quiero que mi hermana me atormente con las canciones de los comerciales y escuchar a mi tío decir, cada vez que ve el recuento: "Ése murió", a pesar de que todos sabemos que está protagonizando la novela de turno. 


Yo quiero a mi país de vuelta. Yo quiero mis navidades de antes del 98'. 
Ahí les dejo el recuerdo, pixelado, fuera de lipsinck, pero con todo lo que fue... 


"En Radio Caracas, como debe ser, al pueblo pedimos un acto de fe"




miércoles, 19 de octubre de 2011

Brighton (no Houston), tenemos un problema


Ok, Brighton, te estoy empezando a querer y ya no me asustas tanto. Fino, hasta me permitiste conseguir el cebollín para hacer mi dip. El único detalle es que se me olvidó comprar otro ingrediente, pero bueno, ya me encargaré de hacerlo la próxima semana, o ésta, si estoy muy desesperada. 


Pero tú y yo tenemos un problema. 

Obvio que iba a ser peatón en esta ciudad, primero, porque ni de vaina me alquilaba un carro, segundo, porque cómo para qué alquilar un carro si no sé manejar (es casi un hecho que al volver aprenda, porque esto de sentirme útil e independiente me está como picando el ojo y seduciendo todo el tiempo). 

El problema contigo, Brighton, es que con tanta caminadera y esta nueva onda de "soy saludable" que me dio apenas pisé el primer mundo, estoy rebajando y se me están cayendo los pantalones(no sólo por la caminadera, sino también porque ya tengo los ojos gastados de tanto mirar... pero no vamos a entrar en esos detalles porque soy una dama contigo).. Esto es un problema terrible. El día de mi cumpleaños, además, hiciste que se rompiera el cierre de mi pantalón, y sin botón para aguantármelo, tuve que luchar para no quedar desnuda en medio de la calle. 

Pero el asunto es que me haces caminar, y me lo tripeo, porque tu playita -a pesar de las piedras inexpertas en hacer acupuntura adecuada y no a modo de tortura china- está bien chévere en esos días donde el sol decide salir, aunque sea para funcionar como un vil bombillo de baja potencia. El asunto es que yo estoy en una de agarrada, y no me puedo comprar más ropa de la cuenta, porque, ya tienes que saberlo, una vez que empiezo a comprar, nadie me detiene, y sé que no quieres que me quede en la calle, en medio de ese frío, pidiendo para tomar el autobús a casa. 

Entonces hagamos algo, o tú y tu frío demente (todavía soportable, pero demente con esas ventiscas absurdas que me dan miedo de noche) encogen un poco el ancho de mis pantalones (o también un poco el largo, porque me arrastran ahora) o de tu cielo nocturno y estrellado me mandas unas 100 libritas esterlinas para yo poder andar decente y stylish por la calle, y no como un saco de papas a la mitad. Porque no, no me calo estar sintiendo frío en mis inmensas nalgas sólo porque a ti te dio por jugar a cambiarme el físico (y la mente). 

Así que te agradezco tu colaboración. Y te lo digo así, bien directo, y no jugando a darle la vuelta a la ciudad para explicarte qué coño quiero decir, porque sigo siendo latina (ergo, directa), sigo escribiendo en español, y porque todavía no sé decir tantas groserías en inglés como para que entiendas mi punto. 

Eso sí, me despido cordialmente, porque no quiero ser demasiado agresiva. Así como para que te des cuenta de que algo de este politeness británico se me está pegando de ti. 

Sincerely yours, 
Yo. 

PD: Gracias por regalarme un cumpleaños tan fino y diferente. 

miércoles, 12 de octubre de 2011

Europa, al parecer, me sienta bien.



Pues sobreviví a mi primera visita al mercado. No, finalmente no encontré el cebollín después de olfatear cuanta mata se me paso por el frente con tallo largo. Había celeri, pero eso no es cebollín, así que no me sirve para preparar mi glorioso dip. Compré pocas cosas, creo que fue más por estar psicoseada con el asunto del ahorro, que por el pánico que me daba enfrentarme a entender que estaba haciendo mercado.


Recordé los viejos tiempos, no, no esos tiempos en los que yo solía hacer mercado, porque esos tiempo nunca existieron. Recordé a mi prima en sus primeras andanzas en el Imperio, meneando los aguacates en frente de todo el mundo para ver si estaban maduros y comprables. Me reí de mí misma al estar caminando cuadras enteras en busca de la parada de autobús más cercana, cargando unas bolsas de plástico anaranjadas con la firma de Sainsbury's local, llenas de comida que espero que me dure hasta el final de la semana.


El primer intento de delicatesse culinaria fue un absoluto fracaso. Me las quise dar de Top Chef, y lo que me salió fue ser la primera concursante en ser eliminada de la competencia. Una receta que amo y adoro, que mi madre siempre me hace cuando estoy en esos días en que me siento más mujer, se terminó convirtiendo en una sopa de varios tipos de queso con algo de pasta.


Nota importante: no importa cuánto le cueste conseguir el colador de pasta en una cocina, búsquelo hasta la saciedad, porque siempre queda un poco de agua que va a venir a cagarle la receta que domina a la perfección.


Hoy estuve un poco mejor y más arriesgada. Y sí, me salió mejor la cosa. No sé qué demonios pasa con mi cuerpo, no sé si son las caminatas matutinas o los dolores en los pies, pero mi mente y cuerpo están de un light, que te cagas. No estoy comiendo casi carbohidratos, pero lo más importante, no se me antojan los dulces. Me refiero a que no paso de uno que otro chocolate caliente a la semana (de hecho, sólo me he tomado dos, uno esta semana y otro la semana pasada), pero normalmente yo consumía TONELADAS de dulce, y ahora no estoy tan antojada. Europa, al parecer, me sienta bien.


Siempre ayuda el asunto de la ropa. Esta gente tiene demasiado estilo y no lo toma como una competencia. Yo sí. Así que el asunto de la colección Brighton otoño-invierno 2011 me la tomo en serio, y me hace sentir menos miserable con este frío todavía soportable, y la lluvia mojabobos.


Pero sobre todo, me hace olvidar que a pesar de que Digitel ya no pueda atormentarme, BlackBerry decidió joderme la existencia con su falla mundial. Gracias, RIM, hoy no puedo comunicarme con mi hermana que está de cumpleaños, porque tu tecnología tiene un peo con un interruptor. 

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Y cómo se dice cebollín?



Yo creo que voy a empezar a tener que vivir sólo de la comida que sé traducir del español al inglés. O sea, no es que yo sea reconocida por mis artes culinarias (aunque los sandwichs que hago son vergatarios), pero cuando me di cuenta de que no tengo ni la más cristiana idea de cómo se dice y escribe "cebollín", por ejemplo, mi mundo se vino abajo. Es decir, una de mis cosas favoritas para comer, actualmente, es un dip de queso crema, cebollín y salsa de soya, que me resuelven cualquier cena y cualquier comida, en verdad.  Sin dejar de mencionar que tengo que anular la idea de comerlo con casabe, porque... bueno, eso aquí dudo que se dé demasiado. 


¿Cómo carajo se dice cebollín en esta vaina? Porque ésa es otra, los ingleses, dueños y señores del origen de este idioma, tienen sus maneras para decir cada cosa, y de los que estamos del charco hacia el otro lado, nos llegó la influencia norteamericana, sin duda. Así que si dices que te vas a comprar unos pants, estás diciendo que vas a comprarte pantaletas. Tengo pánico histérico de pokémon en modalidad de pelea con la sola idea de que tengo que hacerme un mercadito mañana. Porque ponte que logro conseguir ciertos artículos de supervivencia, ponte tú que logro hacer algo decente y balanceado con mis pounds destinadas a tal fin. ¿Dónde carajos voy a ver el nombre del fulano cebollín para saciar mis antojos? 


Siento, por alguna extraña razón, que mañana me voy a reír mucho de mí y de mis plumas en pleno apogeo, menéandose en medio de los pasillos del supermercado. 

sábado, 8 de octubre de 2011

Primeros días en el nuevo mundo


Evidentemente ha sido bastante diferente todo esto. Me refiero al hecho de que establecerme en un lugar completamente nuevo es una tarea algo titánica y nueva para mí, porque siempre había tenido todo demasiado fácil. El primer día de mi llegada a Inglaterra fue absolutamente sobrecogedor, tengo la fortuna de estar con una de las mejores personas que conozco, y eso se agradece infinitamente. El shock cultural no fue tan terrible gracias a esta mujer que decidió, por mera voluntad de la buena, hospedarme en su casa hasta que consiga a dónde correr.

Eso no pasa. Simplemente ya no hay gente así, y mucho menos gente venezolana así. Es difícil tener que hablar sobre la situación de mi país, porque para esta gente del primer mundo resulta inconcebible que haya tanta inseguridad y tanto desorden en Venezuela, sin embargo, siento la necesidad de decir lo que está pasando en mi tierra (apenas pasas inmigración comienzas a sentir un patriotismo nunca antes manifiesto), porque la gente debe saber que nada de lo que se dice afuera es cierto. No por los medios oficiales.

Por ahora, sí quiero volver, y por ahora soy más venezolana que nunca. La única latinoamericana en todo mi curso, así que debo dejar en claro de qué va el guaguancó latino.

El primer fin de semana fue absolutamente abrumador. Conocer Londres, llegando de un viaje titánico de 12 horas, es una de las locuras de mi lista, por supuesto, no the top madness, pero sí una de las que considero importantes ahora. Londres es una ciudad demasiado rápida en cuanto a ritmo de vida, y más cuando tienes un amigo ansioso por verte y mostrarte todo lo que hay que ver en un solo día. Caminé por 12 horas, aproximadamente, teniendo un break de apenas 3 para ver, finalmente, el musical que me mueve la vida, el piso, la cabeza, las piernas: Todo.

Evidentemente, siendo tan romántica como el resto de los latinos, lloré muchísimo al entender que estaba ahí, en medio de aquel teatro verde, sentada en un buen asiento y preparada para embarcarme en la aventura de disfrutar mi primer musical en inglés, al estilo Broadway pero con la elegancia del West End londinense. Otro peo. Simplemente fue otro peo.

 Yo tuve la dicha de ver Cats cuando fueron a presentarse en el Teresa Carreño, pero es que no es lo mismo. No, no le estoy quitando mérito a uno de los musicales más conocidos en la historia de la humanidad, no. Es que se nota que cuando estás de gira te tienes que adaptar a lo que venga. Por eso los teatreros sabemos hacer de todo, en especial los que estamos del otro lado del atlántico.  No me voy a detener a explicar la experiencia de ver Wicked, porque es algo que simplemente yo no puedo entender todavía, y es algo que todavía no concientizo que sucedió en mi vida, a tan corto tiempo de haber llegado al nuevo mundo.

Por supuesto, ya las plumas de mi penacho de india se han meneado en repetidas oportunidades: entender que en el aeropuerto de Frankfurt tenía que meter la mano en una máquina, en el baño, para que se me secaran, fue un proceso, porque pensé que ese perol era un pote para la basura. Y así, unas cuantas cosas más. Digamos que las duchas de este país no están hechas para “bottoms” tan grandes como el mío, así que agacharme a agarrar el shampoo o el jabón implica, necesariamente, un coñazo contra la pared de la ducha.

Nos quejamos del estado del transporte en Venezuela, y sí, sin duda tiene muchas fallas. Pero coño, el asunto del precio aquí es como absurdito. Así como entender que tienes que aprender a leer mapas y buscar dónde coño es que estás parado. No es que pasan camioneticas todo el tiempo, evidentemente, es que tienes que saber cuál es el autobús que tienes que tomar, el número pues, su ruta y rogar a lo que sea para que tenga la maquinita que dice cuál es la siguiente parada, porque si no, básicamente, te estás bajando en una calle que se ve exactamente igual a las otras demás calles.

Entender que “subir” por una calla ahora implica ir en dirección contraria es todo un reto al conocimiento. Uno parece pajarito en grama mirando para todos lados, asegurándose de que no venga un carro y te convierta en una estampilla.

El primer día de clases no me sentía en la universidad, me sentía en el preescolar mirando aquella gigantesca cosa que hacen llamar el campus, pero sin la mano de mi madre al lado, ni los subsiguientes tacones alejándose de mí. Todo es tan organizado acá que cuesta muchísimo adaptarse pero ahí voy, poco a poco. Lo único que debo saber es que si me pierdo, tengo que ir a Churchill Square, porque de ahí sale todo el mundo y por ahí sé dónde estoy.

He tenido mis altos y bajos, he tenido mis momentos de gritos histéricos (cuando estás en el Big Ben y suenan las campanadas de la hora, tienes que gritar histéricamente al darte cuenta de que, de hecho, estás en un lugar que nunca pensaste pisar en tu vida) y he tenido mis momentos de clima gris, lluvioso y lleno de ráfagas de viento que hasta una retaca gordita como yo se puede llevar de lado.

No, no es fácil, y esto de crecer cuesta una bola, parte de la otra y como 300 más prestadas. Cuesta los ovarios, el útero y todas las hormonas acumuladas por demasiados años.

Pero, realmente, lo que me preocupa es perder mis ojos. Coño, porque se me van con tanto papasito bueno que hay en este país. Parecen hechos en fábrica. No. No tiene sentido. Yo muero por los catires (rubios), y de eso abunda en esta tierra. Hay tantos rubios como confusiones en mi cabeza, y eso ya es demasiado.

 Tengo demasiadas cosas que arreglar todavía, pero, hasta ahora, lo único que puedo decir es que darte cuenta de que creces, conocerte, es casi tan abrumador como la lluvia moja bobos de todos los días.

Sí, esto me va a hacer bien. Sin duda. Pero tengo que echarle bolas.