domingo, 27 de mayo de 2012

Engullendo flores

Hay días en los que creo que de verdad no hay salida para tanto caos. Interna y externamente hablando, quiero decir. 


Tocó vivir en una ciudad bipolar, y no hay nada qué hacer al respecto. Tocó ver un país lleno de paradojas donde un centro cultural lleno de socialismo, vende Dr. Pepper y bebidas prefabricadas de Starbucks. Tocó vivir en una ciudad bipolar con violencia y una montaña increíble que siempre te regala su mejor piel. 


Y de bolas que todos sabemos cómo llegamos aquí, la cosa es que no sabemos cómo fue que lo permitimos. En fin, que no quiero tampoco sobreanalizar nada, porque yo no soy uno de esos politólogos espontáneos que surgieron después de Caracas, ciudad de despedidas (no pienso tocar este tema que me tiene ya aburrida y a punto de lanzarme al metro de tan puteado que está). 


Yo estoy por creer que lo que necesitamos es un comediante como presidente, porque esto, de alguna forma muy perversa, tiene que ser una comedia. Y luego, como siempre, la semiosis me llevó a pensar en que Luis Chataing tiene más convocatoria que una marcha del día del trabajador, bien sea del oficialismo o de la oposición. Todas las noches ese señor revienta el twitter con sus comentarios. 


Y entonces me puse a pensar, una vez más, llevada por mi tan querida semiosis ilimitada (semiótica, madre de todos mis males y bienes), cómo sería mi país si yo fuese presidenta. Eso pasó, básicamente, porque estaba teniendo una conversación con un pana y me puse gafa a decir lo que yo haría si gobernara este país. No lo hice porque tenga aspiraciones políticas, nada más alejado de la realidad. 


Y de esta conversación surgieron varios decretos. Yo creo que si yo fuese presidenta, las cosas serían más o menos así: 
Mis seguidores se harían llamar los "Rameritas". Podría ser un nombre más serio, pero con mi apellido se puede jugar y sin duda, este título es mucho más memorable, especialmente para la prensa que, en seguida, me caería encima.  Además, sé de unas cuantas personas que podrían estar de acuerdo con usar ese nombre para referirse a mí y mis seguidores. Eso, o pepenadora.... Pero ya eso se pasa de palo con su espíritu Televisa. 


Todo el mundo debería ir al teatro al menos una vez por semana. Habría teatros por montón, en cada esquina, y ninguno jodería al otro por competencia. Los teatros que dieran oportunidad a nuevos talentos recibirían un bono extra, y las personas que fuesen más de dos veces por semana, tendrían una bonificación en dólares o una visita al lugar de su preferencia. El precio de las entradas sería solidario. 


Todos deberían saber bailar salsa y tambor. Porque aquí todo el mundo se menea y baila merengue y reggeaton. Pero en mi gobierno, todo el mundo, además de dedicarse a esas dos danzas populares, sabría lo que es el Maní, Barrabar, el Guajeo, Tambor Urbano y demás afines. Todos llevarían su Pedro Navaja y su Paula C  con mucho orgullo. 
Nadie sería juzgado por hacer lo que quiera. Nada de horarios de oficina para el que no quiera. Los artistas nunca serían vagos ni los ejecutivos unos acartonados. Cada quien con lo que quisiera hacer, sin darse mala vida. Se prohibirían las malas lenguas, las lenguas largas. Las lenguas serían premiadas por el mejor beso. Eso sería un premio municipal. El premio al mejor beso y a la mejor labia. 


Un sólo ser humano por otro. Nada de infidelidades. Y punto. De ser infiel, sería deportado por un tiempo. Y sería obligado a revisar todos los días por Facebook el perfil de su expareja y ver todas las fotos con su nueva conquista, para que sepa lo que perdió. 


Modales para todo el mundo. Sería mandatorio decir "buenos días", "buenas tardes" y "buenas noches". Sonreír todo el tiempo, dar siempre las gracias, pedir perdón y permiso (aunque siempre va a haber gente que no sabe qué es más difícil) y decir "a la orden". 


Tolerancia con todos. Nada de miradas raras a dos hombres o dos mujeres agarrados de la mano. Nada de miradas feas por vestimenta y nada de voltear los ojos. Todo el mundo deberá vestirse de colores el 15 de octubre y hacer una marcha en pro del arcoiris sin ninguna connotación sexual. 


Y por último. Queda terminantemente prohibido que Osmel Sousa vuelva a salir en una batola de lamé morado en el openning del Miss Venezuela. En mi país estaría prohibido el mal gusto. 




Todo sería bonito, y cuando dejase de funcionar, tendríamos un día de permiso para explotar, pero nada de explotar a nadie, ni disparar. No habría pistolas. Si explotamos de histeria, sería contra una almohada. 



Va, lo sé. Me pasé de comeflor. 

Un regalito de fin de semana







Todo está demasiado politizado. Todo, absolutamente todo termina en hablar en pro o en contra del presidente. De la inseguridad, de cuánta gente han robado, matado, etc. Y yo estoy un poco ladillada del asunto, pues. 


Por eso cosas como las que viví hoy, me alegran la vida. Fui al teatro a ver una obra maravillosa, llamada "12 Cosas imposibles antes del desayuno.", basada en Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a través del Espejo, dirigida por Jericó Montilla. Una gloria de obra, debo decir. 


Tenía tiempo que no veía una de esas fritangas que disfruto tanto. Algo tan completo, tan correcto, tan circularmente perfecto. Un trabajo bomba que creo que todo el mundo debería ver. De verdad. Es de esas cosas ricas que no hablan sino de un clásico, muy bien hecha, concebida y con una estética que te somete a vivir el absurdo que vive Alicia. 


Yo la amé. En serio. Lo único que no me gustó fue no formar parte de ella (actuar, porque al ser público, ya se es parte de una pieza), porque teatro como ese hace falta en esta ciudad. Cada quien con sus gustos, pero yo me voy más por el arte que reta al pensamiento que por reírme porque alguien diga "coño" y "orgasmo". Eso no va conmigo. 


Y de verdad que yo no le chupo media a (casi) nadie, porque soy bastante difícil de complacer. No es que yo sea Meryl Streep, ni que tenga demasiada moral para decir algo y que se me tome en serio. Para que eso pase falta mucho por recorrer, pero de verdad me parece que es una pieza brillante que todo el mundo debería ver. Para salirse de la zona de confort del teatro que sólo proporciona risa. 


Si puede, vaya a verla. Está en el CELARG y la próxima semana ya se acaba la temporada. Así que aproveche. Regálase un momentico frito en su vida, que de esas locuras todos necesitamos. Porque todos estamos locos. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

A propósito de Lila Morillo (y de las semiosis ilimitadas)

Hoy estuve viendo el programa de Erika De la Vega. Estaban entrevistando a nuestra versión marachucha de Cher: La botoxónica Lila Morillo. A esa jeva hay que reconocerle que ha sabido mantenerse ahí, aunque nadie le pare y aunque todos los días la maten por Twitter, esa mujer sigue en pie como sigue de inmutable su pollina (flequillo). Y entonces me di cuenta que yo de esa señora no me sé sino dos canciones, porque ni la fulana Jaula de Oro te la puedo tararear. 


El Moñongo y el Cocotero. Y entonces, al recordar el cocotero (hay que ver lo que hace una semiosis ilimitada), recordé que tengo un problema grave: Hay una invasión de cocos en mi casa. No de prótesis de silicón. De cocos, de esos que vuelan y suenan horrible. Y tengo que andar a oscuras, y escribir a oscuras (como de hecho ahora estoy haciendo) porque si no, los cocos me atacan de forma sádica y absolutamente terrorista. 


No sé qué demonios es lo que pasa por mi casa, no sé si es que hay demasiado monte (me imagino que también hay burda de gente que se lo fuma por aquí, pero me refiero a la grama) o es que las lluvias alborotaron a los fulanos insectos. Pero el asunto es que ya me tienen verde los bichitos. 


Porque no hay nada más fastidioso que un mosquito revoloteándote por la cabeza mientras intentas dormir... Ahora imaginemos el sonido de un coco sociópata que quiere acabar con la estabilidad de mis nervios. No, así no se puede. 


Yo ando en una onda pro-naturaleza, y tal. Pero quiero que los cocos me dejen dormir. Y ahora que lo veo eso de que el "coco" no te deje dormir, como que se vuelve una redundancia. Aunque yo nunca le tuve miedo al coco, sino a mis malos pensamientos. Sí, era así de dramática y puritana cuando era chiquita. 


Para mí tener malos pensamientos era pensar en drogas, básicamente. Estaba obsesionada con el tema, tanto que una vez llegué a pensar que mi madre escondía un kilo de cocaína en su clóset, cuando descubrí un paquete de yeso en polvo, porque estaban reparando una vaina en la casa. Hay que ser dramático y Delia Fiallo en esta vida. Hay que ver lo que hace ver demasiada televisión y noticias sin supervisión de un adulto. 


En todo caso... Que el único coco que debería perturbarme es el principal, el que sirve pa' pensar, pues. Porque los otros dos cocos, los que están por allá debajo del cuello, esos no me perturban, a diferencia de muchas mujeres de mi país. Esos salieron bonitos y naturales. Proporcionados, pues. Ya tengo suficiente yo con los pensamientos en mi coco, como para que además venga un endemoniado insecto con su aleteo a mil millones de kilómetros por segundo a perturbarme mi insomnio. 


Y entonces me di cuenta de que Disney (y Pixar) me volvió a engañar. Es mentira que un coco es así de cuchi como la mariquita de Bichos. Es mentira. Es una falsedad que se ven así de cuchis. ¿Por qué su empeño en engañarme? 


Esos panas revolotean muy cerca y yo a ellos no les he visto ni la primera pestaña digna de campaña de rimmel (como el panita de Bichos). Váyanse a fastidiar a otro, porque ya estoy harta de tener que ir al baño con los zapatos puestos en las manos, no vaya y sea que me toque protagonizar una contienda épica contra ustedes. Ahí... ahí sí se me va el espíritu verde. 


PD: Este post fue escrito bajos los efectos del nerviosismo por un posible ataque de un coco kamikaze. Por eso la inconexión y evidente locura de madrugada. 

viernes, 18 de mayo de 2012

Mi propia alfombra gris

Por vueltas que da la vida, esta semana ha sido una demencia. De hecho, desde que renuncié a mi trabajo, y me liberé de ese yugo de estar laborando que si 12 horas (se sentían como tales), tengo más cosas en mi agenda que antes. 


Entre esas cosas, esta semana volví a mi universidad y volví a estar en contacto con cosas que había dejado bien empolvadas. Fue medio demente la cosa. Primero, porque eso de que nadie te conozca en un sitio donde pasaste 5 años de tu vida panzonenando, dejando que te picaran los mosquitos, huyéndole a las ratas y haciendo teatro (viviendo un poco), es como raro. 


Eso de que sólo dos personas te reciban con la emoción de no verse desde hace mucho tiempo, y que los demás te miren como "¿y esta jeva, quién es?", es horrible. Porque yo miraba así a los viejos de mi tiempo, a esos que se habían ido del grupo de teatro y que ya eran viejos. Por principios lógicos, yo soy una vieja, entonces. Y eso me traumatiza. 


Pero lo más raro de todo, fue estar ahí sin las personas que corresponden. Sí, fue bello ver a los pocos conocidos que vi, que me quedan por allá. Pero ese cajón escondido en esa universidad, ese cajón con alfombra gris no es lo mismo sin la gente con la que yo compartí todo lo que compartí. Lo siento. 


Evidentemente, es porque no conozco a nadie. Pero es raro sentirse extraña en un sitio que fue tan mío durante un buen tiempo. Es un poco lo que siento ahorita con respecto a Venezuela. Me siento extranjera en mi propio país, siento que ya no pertenezco. 


Es raro. De cierta forma no me hizo sentirme mal. Me hizo entender que hay momentos para todo, y que el sentido de pertenencia también te lo dan los otros. Debe ser por eso que ahora yo soy un poquito más del mundo. Porque tengo pedacitos que me pertenecen por varias partes. 


Sin esos pedacitos, incluso con quienes tuve conflictos, esa experiencia no hubiese sido la misma, no hubiese sido igual de sabrosa. Cada una de esas personas hacen una buena porción de lo que es mi propia alfombra gris. 


Pero demasiado romántico se está poniendo todo. Lo jodido es que ya pasaron 4 años desde que me fui de ese sitio. Lo jodido es que ese bebé de pecho me miran como si yo fuese una anciana que estuvo en ese grupo hace mil años. Lo jodido es que ahora soy una de las viejas. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

Epifanías de fin de semana

 Creo que este post es de un revelador en medidas inceíbles. Resulta que, como ya había comprobado, a mí se me unen personas bastante particulares en la vida. Lo sé desde hace ya algún tiempo, y dedicándome al teatro, no puede ser de otra manera. El mundo está lleno de locos, pero cuando haces teatro no te da miedo expresarlo. 

Y pues sí, me rodeo de locos. Lo encuentro más entretenido. Los nuevos hallazgos se reúnen todos los fines de semana en un taller de canto al que estoy asistiendo. Una maravilla ese poco de gente extra talentosa que está ahí. Es súper interesante ver cómo cada vida necesita una forma de expresión. Y esta vez esa forma es por medio de la voz, de la voz que canta. Glorioso. Yo me creo un poco el gallo claudio cuando estoy ahí, porque eso de tener la voz de Kristin Chenoweth como que no me vino en el ADN. 

Sin embargo, es rico encontrar tu tono, es rico encontrar tu voz de canto y darte cuenta, poco a poco, de que puedes hacer algo así como cantar. Creo que la mayoría de la gente en ese taller está en las mismas condiciones que yo. Y eso lo hace aún más rico. 

El asunto es que tripeo haciendo locuras por la vida. Haciendo ese tipo de ejercicios que si alguien "normal" viese por un huequito, juraría que son parte de un ritual de alguna secta satánica. Quienes estuvieron conmigo en mi etapa universitaria saben que eso de pertenecer a "sectas" como que me encaja bien. Porque al parecer, si haces teatro, eres sectario. 

Pues seré sectaria entonces. No queda de otra. 

Entre esas locuras que me pone delante la vida hay 3 que se me hacen absolutamente disfrutables: 

La primera: Una de las nenas del taller es una pichurra de 16 años (perturba un poco eso de que yo le lleve 10 años a alguien), que está fascinada porque está rodeada de "locos" y puede ser "loca" con nosotros sin que nadie la juzgue. Eso me da como un fresquito sabroso. Eso me recuerda cuando yo también era así. Es rico ver gente pura, todavía. Es rico ver cómo reacciona como niño en Disney ante lo que ya para mí es absolutamente normal. Me tripeo a la nena.  Y me tripea más que quiera escandalizarme diciéndome en un ejercicio que somos "novias lesbianas" y que, al ver mi absoluta naturalidad en la reacción, sea ella quien se descoloque. Me divierte su pureza y me conmueven sus emociones absolutamente orgánicas que sacan lagrimones en todos los demás. Me tripeo a la panita. 

La segunda: Hay otra chama en esta reunión de locos que, estoy convencida, nació de un manantial de El Ávila. No puede ser de otra manera. Yo sé que ella salió del agua cual Venus de Boticelli. Ella tuvo que haber salido, no sé si de una concha, pero tapándose sus partes con la melenota que se gasta. Tú la ves y dices "esta pana es verde", así, de color verde. Es como una ninfa a la que alguien le dijo que se tenía que vestir, pero esa pana es naturaleza pura. Y me la tripeo muchísimo porque se la pasa sonriendo. Porque suelta frases demasiado inteligentes sin darse cuenta y porque da sus conferencias sobre vaya usted a saber qué brebaje que te hace conocerte mejor, sin pretender escandalizar a nadie. Ella es, y ya. Y me recuerda a un personaje de una obra que adoro. Eso de ser natural a uno se le olvida y esta pana lo tiene como mandamiento y credo diario. 

La tercera: Ésta razón tiene que ver conmigo. Resulta que al parecer el papel de prostituta de los años 20 como que me va bien (ya, que ya escucho las risas malsanas de varios seres que dirán que también aplica en esta era, pero me vale un poco... me sabe un poco...). Yo me la quería pasar de intensa y lanzarme una de despecho con una de las canciones pertenecientes a Wicked, pieza de teatro musical que amo y adoro con desesperación y desenfreno. Pero no. La misma amiga que me dijo "marica, cambia el diseño del blog", hizo una movida bien jaque mate y, por internet mental, bluetooth o banda ancha intelectual, me dijo "marica, deja el sufrimiento, tripéate la vida." Entonces cambié de canción. Y ahora estoy cantando "When You're Good to Mama", del personaje Mama Morton, representado por Queen Latifah en la película Chicago

La vaina me va bien. Es una gordita coñuemai que, durante su canción, está vestida de madama de burdel, imaginada así por su protagonista. Al parecer la cosa como que va conmigo. Le arranqué unos aplausos y unso griticos a mis compañeros, y eso para mí ya es suficiente. Obvio, tengo que trabajar la parte técnica porque de eso no te tengo demasiado, pero me da un gustico sacar my biggest mother fucker hen, como dice ella. Me la paso toda la semana en pánico, sufrimiento, hablándole hasta a las paredes de mis complejos.. Por lo menos durante el fin de semana me tripeo ser una desgraciadita con gusto, sin que nadie me critique. Más bien hasta me aplauden, chico. 

En dos platos: ¡Qué vivan las putas! Bueno, no. Porque la pasan mal, ojalá no existiera esa figura en la sociedad. Pero sí, ¡qué viva Mama Morton! Porque la pana me saca esa supuesta sensualidad que algunos dicen que tengo y que (ya sabemos) no me creo. Y como estoy en personaje, me lo creo por un ratico. 

¡Qué vivan mis fines de semana de abril y mayo! ¡Qué vivan esas 4 horas de olvido del mundo! 
¡Qué vivan las Venus del Ávila y la pureza de las emociones! 

"Anda, sonríe... Que nadie mira".

martes, 1 de mayo de 2012

Fobias, intolerancias y otras manías

Yo tengo miles de fobias confesas y no confesas. Mis fobias son burda de raras. Yo no le tengo fobia (pero sí asquito) a las cucarachas, por ejemplo. Si toca matarlas, tocó espaturrarlas con la escoba, chancleta, o con el repelente de turno. Le tengo miedo a las culebras, porque las panas no son lo más amistoso del mundo, pero no me da un ataque de epilepsia consciente cuando las veo, simplemente las respeto y si veo una sé que hay peligro. Pero no dejo de dormir por ellas. 


Mis fobias tienen que ver con un asunto más de personalidad que de otra cosa. Yo le tengo fobia, alergia letal, a los errores de ortografía, por ejemplo. Qué efectivo es un error de ortografía para bajar la libido. En serio, una persona deja de ser sexy si tiene errores ortográficos. Y pana, cuántos errores ortográficos hay ahorita. A cuenta de corrector de Word, la gente dejó de preocuparse por escribir correctamente, y eso me perturba en medidas estratosféricas. Lo mismo me pasa con los errores de redacción.


Yo estoy consciente de que el español es complicado, que la gramática en cualquier idioma es un tema, pero uno se ve más inteligente por twitter cuando no escribe barrabasadas. En serio. Ya que ahora todo el mundo tiene contacto es por medio de códigos binarios, por lo menos que se haga bien la cosa. Si se manda un mensaje de texto, si se postea algo en Facebook, si se pone algo en Twitter, mira... Que sea correcto. Eso lo ve un montón de gente. Hay tanta gente preocupada por pasar pena en público, por no "hacer el ridículo", y ¿no se preocupan por el ridículo virtual? Yo soy intolerante a los errores de ortografía, pero no a la lactosa (últimamente estoy escribiendo muchísimas cosas que suenan como chinazos). 


Mi otra fobia es el asunto de las foticos en el baño con el celular inteligente de turno. Respectiva caderita quebrada, boquita de "muchachito" a lo Mimí Lazo, labios mordidos, o (por alguna razón que desconozco en absoluto) agarrándose la pollina (flequillo)...¿?... Y no olvidemos el simbolito de la paz hecho con los dedos, o el de los surfer, o la paloma (si hacen esto, por lo general sacan la lengua), o lo que quieras... algo tienes que hacer con la otra mano. Yo me perdí en la evolución. En serio.


Aunque debo confesar que a esas fotos no les tengo tanta fobia como a las de las panitas que se ponen de espalda, sacan el culo que no tienen, se ponen las manos en la cintura, y muestran todas las letras del respectivo short (que de short tiene más de cinturón caído o pantaleta grande que otra cosa) que dice "Sexy", "hot" o alguna otra palabra menos directa que el respectivo "soy cogible, vente pa' ca".


O bien, las de las féminas tomándose las fotos en picado: Léase, levantando la mano hasta donde lleguen, apuntando a sus respectivos gemelos de silicón y dejando que aquel flash rebote contra ese plástico hasta que encandile a los habitantes de China. 


Pero hay unas fotos que yo nunca terminaré de entender. Yo creo que eso no es una fobia, es uno de esos misterios de fe como la Santísima Trinidad. ¿Cuál es el sentido a tomarse una foto con un perol de cartón con un personaje de una película en el cine? A ver, que a eso no le veo nada de malo cuando se trata de niñitos metiendo la cabeza en el hueco del aparataje de "Donde viven los monstruos" o con algún perol de cartón de alguna película de Pixar... Pero que si ¿una mujer de 40 (o menos, da igual) tomándose una foto como si estuviera besando a IronMan? Me perdí... 


No, el súper héroe no está ahí. Robert (papasito) Junior no está ahí. No te va a salvar, mamita. Cero realidad y pura ficción. Repitamos: Efectos Especiales, Ciencia Ficción. No es como que el actor está ahí. 


Ha de ser que yo soy un alien. O capaz esas personas encuentran la felicidad en cosas más sencillas. Por eso las aplaudo. Lo que sí tengo claro es que si llego a tener hijos, de verdad, van a vivir envueltos en una de esas burbujas que están de moda ahorita (ésas en las que uno camina en el agua) porque esa vaina de que se estén tomando fotos para pedófilos. Mira, eso, conmigo, no va.