jueves, 29 de noviembre de 2012

De esas semanas chéveres


Creo que no me puedo quejar esta semana. Sin duda, mi rutina no es tal. Vivo en un país donde dar una pestaña por sentado es un craso error y dejar los sueños para el día siguiente es un absoluto riesgo (o estupidez). 

Vivir en Venezuela no es de héroes ni de mártires, es de venezolanos y punto, pues. Y esta semana que termina mañana (o no, porque yo sigo activa los fines de semana, y no del modo mini-falda y trago de ron en mano, sino en el modo ensayo) fue como chévere. 

Asumo dignamente que estoy metida en un montón de cosas, eso de definirme con sólo un área me parece igual de aburrido que una ameba con narcolepsia.

Entonces yo le meto a la edición, a la actuación, a la locución y a todo lo que pueda hacerme sentir medianamente creativa. A lo único que no le meto es a un hombre, por ahora. Pero será porque estoy ocupada, o no sé, no me voy a poner a pensar en eso hoy. 

El asunto es que esta semana me gustó: primero porque tuve mi momento fabuloso cuando la dueña y señora del poliedro y del jamón Plumrose me llamó, y luego, hoy. Admito absolutamente que, a pesar de todo lo que implica mis jueves, los disfruto un montón. 

Mis jueves empiezan a media noche cuando inicia mi lucha con un internet nefasto, unos pendrives endemoniados y un montón de ideas por plasmar, que se convierten en algo así como un programa de entretenimiento por internet que se llama Jarabe de Lengua. Entonces me acuesto a las 4:00 a.m. porque el internet no termina de funcionar, los archivos no se montan en dropbox y los pendrives deciden jugarme una de tricks (sin los treats) durante toda la noche. 

Todos los jueves, Quasimodo (ya hablaré de él más adelante), mi vecino, decide atormentarme más que de costumbre. Hoy fue mucho más especial, los (otros) vecinos decidieron que una buena hora para comenzar las remodelaciones de su inmueble era las 7:00 a.m. Cuchis. Les voy a regalar una bota de Navidad llena de caramelitos y muñecos de jengibre. 

Agotada, reventada, malhumorada, me despierto y empieza el stress respectivo de un día en el que te toca transmitir un programa que tal vez nadie escucha, pero que te sigues tomando en serio, porque para algo te tiene que servir tu voz de macho y tu sentido del humor auto y alter crítico. Nunca se sabe si alguien dice que tienes talento y te da un chance. 

Y hoy mi semana cerró con broche de oro al conocer a Toto Aguerrevere. Increíble la capacidad de risoterapia que tiene ese ser. Increíble. No dejé de reírme durante toda la entrevista y es rico sentir que quien lees con frecuencia es igual en persona. Eso es divertido e inspirador. 

Rescato momentos claves de la entrevista (que lamentablemente no pude grabar,) como la referencia a esa terrible necesidad de los venezolanos de seguir haciendo amigos secretos en la época "de sembrina". Ya él hablará de eso en su blog. Rescato la pregunta que le haría a Dios, si en efecto existe, cuando muera: "¿qué pasó con mi cabello?", y, por supuesto, cuando dijo que le hubiese encantado ser actor. Eso le dio un lugar en mi corazón por apreciar al gremio. 

Entrevistar a ese pana es, como él dice refiriéndose al momento estelar de Chataing y De La Vega con Capriles, sentir que estás tomándote unas birras con un amigo. Rescato demasiadas risas y las palabras finales fuera del aire: "ojalá todas las entrevistas fuesen así.". Cuchi, chico. Eres el ídolo 2.0 de esta generación.

Hablar con él, además de dejarme su firma en el libro que, evidentemente llevé para demostrar lo "yo te leo" que soy, me recordó los proyectos que tengo en mente y que quiero sacar adelante. Porque uno te puede ser un "todero con caché" y ser feliz. Y dejar eso para más adelante suena muy poco práctico. 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Mi momento fabuloso

Ok. Ya va. Espérate un momentico. Yo estoy como si acabara de recorrer toda la muralla China trotando. No tengo aire. Pere, pere, papito (Como diría Andrés López).

Es que resulta que yo acabo de tener un momento Hollywoodense, o lo más cercano a ello. Yo no soy de las personas que viaja y se consigue a Javier Bardem con Penélope Cruz caminando por la calle como si fuesen seres normales. Yo soy de las que se consiguió en su momento a A.5 en el Sambil, porque se la pasaban ahí metidos. Y cuando finalmente vi a Servando y a Florentino, ya no me gustaban (estaba despechada porque Florentino estaba empatado con Cristina Dieckman, y decidí sacarlo de mi corazón. Además lo vi fumando y eso me desilusionó. Con qué moral lo digo ahora). 

Yo no soy de las que tiene fotos con gente que salió en Harry Potter, ni con Jack Nicholson, ni con Johnny Depp. Me encantaría lanzarme algún día una de entrevistadora de famosos, porque esa suerte no la he tenido cuando he viajado. Si yo llegara a conseguirme a una de esas personas en la calle, que me da un patatús. No tengo suerte con las celebridades internacionales ni con las nacionales tampoco. Aunque debo decir que he conocido a algunas por cuestiones de trabajo. 

Pero hoy tuve mi momento más cercano al mundo del glamour, y de qué manera. Maite Delgado me llamó. Me llamó. A mí. 

Aplausos y Risas, poliedro. 

Yo la había contactado para invitarla al programa de radio por internet que estoy conduciendo/produciendo/haciendo-de-todo, y ella, tan cuchi y digna como sus largas y perfectas piernas, me devolvió la llamada. 

Estaría sin menos aire si la historia tuviera un final (más) feliz. Porque ya el final feliz lo tiene desde el principio: esa mujer me llamó. Punto. Ya puedo caminar sintiendo que ella está diciendo que tengo un drapeado en forma de cascada con corte de sirena, y mi falda está bordada con 1500 cristales de Swarosky.  Es una mujer ocupada y no podrá ir al programa, por ahora. Pero la mujer (porque merece cada una de las letras de esa palabra, ella no es una jeva) me llamó para decirme que no podría. Coño, y yo me siento feliz porque Maite Delgado me declinó una invitación a mi programa. 

Porque esa mujer es tan digna y espectacular, que tú le escuchas el "Aló" y ya oyes a todo el poliedro aplaudiendo, ¿me explico? Tú la escuchas decirte que no puede, y tu le quieres besar los pies. Yo hablé con Maite, me dijo que no. Y le agradezco que lo haya hecho, porque no tengo ropa lo suficientemente fabulosa como para conocerla, todavía. 

Ya nos encontraremos. Por ahora, mi momento del día ha sido ver el "Maite Delgado Llamando" en la pantalla de mi teléfono. Eso a uno no le pasa todos los días, y menos cuando está en proceso de edición de la boda de una ex-Miss Venezuela. Mi sitcom se escribe solito día a día. 

A comer jamón plumrose y a comprar un aire acondicionado Premium. No, pana. Un momento así de fabuloso no se deja de compartir. Me siento como Alicia Machado cuando ganó el Miss Universo, con la misma manito en la cara y todo. 

PD: Para quienes no lo saben, mi programa por internet se llama Jarabe de Lengua, sale por www.radiosinprecedentes.com, los jueves a las 2:30 p.m. (Hora de Venezuela). Sí, estoy haciéndome una cuña. 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Timón no baila gaitas


A mí que nadie trate de engañarme, esta Navidad se siente muy rara. No se siente Navidad como tal. Más allá del hecho de que Santa haya vomitado en mi casa, a mí eso del espíritu navideño y el olor a hallacas no me ha llegado. Se siente súper extraño. 

Eso lo vengo sintiendo desde hace un rato, pero hoy tuve una pequeña puntadita de eso que suelo sentir en otros años, y fue porque escuché gaitas. El año pasado, pasé las de Caín tratando de explicar en inglés qué carrizo es un furruco (it's like a drumb with a hole in the middle, a big cane inside, and you have to do like this *movimiento furruquero* to make it work) *leer esto con acento de Sofía Vergara*. 

Este año paso las de Abel para encontrarle la emoción a un año que comenzó en otras latitudes y termina, al parecer, con menos esperanzas. 

Pero entonces venía de terminar una cena familiar, cuando me dio por poner una emisora que transmitía gaitas. Por vainas de la vida, estaban pasando "La Moza" de Maracaibo 15. Mi gaita favorita por siempre y para siempre. Y de un tiempo para acá yo suelo hacer una coreografía (a lo bailarina de intercolegiales) cada vez que escucho esa canción. No lo hice, pero sí me puse a pensar en el poco de escarcha que se debe haber gastado en esas pobres criaturas. 

Asumámoslo con dignidad: La escarcha que sobró en la decoración de mi casa se la dieron a esas panas para que se maquillen en sus competencias. A mí las gaitas me encantan, pero las gaitas de verdad. Y me parece fino el concepto de los intercolegiales, pero, seamos honestos, se fueron... Se desviaron del rumbo del bien y las buenas costumbres desde hace rato. 

Este año ya vi que están versionando "Los Hermanos Primera" de Servando y Florentino. Primero, estoy vieja, porque siempre versionan canciones medianamente viejas o demasiado nuevas. Segundo... eh? Lo único que tienen en común es la nacionalidad. Y que probablemente a los Primera les guste echar un pie gaitero en diciembre, después de las uvas, quién sabe. 

Pero aquello de versionar hasta Danza Kuduro en gaitas es como demasiado, ¿no? Los intercolegiales se están convirtiendo en una versión amateur de Pitbull. Ese pana agarra temas que en su momento fueron un exitazo, les mete puki puki, pone a cantar a Jennifer López, y listo. Se mete un montón de plata. 

Lo que les falta a las eternas ganadoras de estas competencias es decir "Dale", y ya.

Además que todo el tema del vestuario siempre ha sido que si un issue en mi vida. I mean... existe la semiótica, existen los símbolos y los códigos y todo se relaciona. ¿Cómo así que el concierto de un grupo de gaitas empieza con la canción que da inicio al Rey León? ¿Cómo así que las bailarinas están vestidas de Timón, Pumba, las Hienas, Scar, Nala, Mufasa y los monitos que arman ese alboroto al principio? ¿Desde cuándo Simba y Rafiki se parecen a Betulio Medina o a Neguito Borjas?

Yo me quedé en el aparato, mi hermano. Esto pasó de ser una tradición que se basa en un género musical típico venezolano a convertirse en las Nationals, Sectionals and Regionals venezolanas de un show parecido a Glee. Y me imagino que por ahí debe andar una Sue Silvester que les manda a todas a comprarse esos zapatos Capezio y a rebajar y comer lechuga antes de la primera presentación. 

¿Qué pasó con la bonita tradición de bailar gaitas como lo hacían todos los artistas en las cuñas navideñas de RCTV? Así, parado de ladito, echando un pie pa' lante y el otro pa' atrás en constante bamboleo. ¿Desde cuándo la vaina combina con break-dance? Globalización, qué miedito. 

No, brother, yo me quedo con el "Virgen de las Nieves, Virgen de la Paz, estrella que alumbra a la humanidad" de la mejor cuña navideña de todos los tiempos. Yo nunca pertenecí a un grupo de gaitas porque mi colegio era bien aburrido. Pero tampoco les tengo envidia. Me parece muy fino, obsesivo... pero fino. Pero panitas, mantengan la coherencia. Timón nunca echaría un pie con Amparito.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Santa vomitó en mi casa

Yo creo que la historia de Jack Skellington (The Nightmare Before Christmas) fue creada, en realidad, cuando Tim tuvo una epifanía y vio a mi madre en sus sueños. Estoy plenamente convencida de que mi mamá se quiere robar la Navidad del mundo, porque no existe otra explicación para que desde ya tengamos la decoración lista y, además, la casa parece haber sido atacada por un Santa Bulímico que vomitó cada uno de sus rincones.

En mi vida había visto la casa tan dorada. Es decir, estoy acostumbrada a estos ataques navideños, pero este año como que la luz rebota por todos lados. Para imaginar mi casa en este momento, sólo hay que imaginarse absolutamente todos los tarantines que se arman para vender artículos alusivos a la época, juntos. 

Yo amo la Navidad, de verdad que sí. De hecho una de las cosas que más extrañé el año pasado fue no poder ver mi casa vomitada por Santa, tal vez por eso este año me parezca tan pintoresca. Es decir, al infinito y más allá de lo pintoresco. 

¿Christmas Freak? No, el siguiente nivel. Ése es el nivel al que pertenece la mujer que me parió. Además que en serio el tema del dorado se pone como de manifiesto este año, para no poner tanto rojo. Asumo que es un asunto intencional, o que el rey Midas vino de noche. Ya traté de comprobar esta segunda teoría, y no... Ninguna decoración está hecha de oro, así que no puedo sacar provecho. 

Por supuesto, en este época del año uno se da cuenta de que el término de globalización no llegó con internet. Esa vaina llegó con Coca-cola y su Santa rojo. Porque toda la vida los venezolanos han dividido su casa en diciembre en la sección criolla, y la sección imperialista. A saber: arbolito y nacimiento/pesebre. 

Y como el imperio domina al mundo, por eso hablo de globalización. Ése es un hogar común venezolano, el que tiene estos dos ambientes claramente identificados. Y ahí es cuando me doy cuenta de que mi mamá es una mente más avanzada que no sólo quiere conquistar la Navidad entendida desde el red, gold and green (Karma-Karma-Karma-Karma-Karma-Chameleon), sino que también se quiere apropiar de la tradición cristiana preponderante en Venezuela. 

Mi mamá ocupa la mitad de la sala con un pesebre que, de vaina, cuenta la primera vez que Jesús hizo pipí en su ¿vacinilla? o bueno, sin pañal de tela, pues. No conforme con eso, la jeva tiene cerca de 200 nacimientos (no es joda) de diferentes tipos, colores y tamaños por toda la casa. Entiéndase toda la casa como que hasta en los baños hay una escena de la natividad. Y cuando empezamos a comprar los regalos, no hay espacio para caminar porque entre el pesebre, los pesebres, los vómitos de santa y el poco 'e cajas, uno teme pisar a papá pitufo en cualquier momento, o a algún Niño Jesús de alguno de los 842348 nacimientos que mi madre colecciona. 

Uno no sólo te me hace malabares con el dinero en esta época "de sembrina", sino que también anda como en una cuerda floja por toda la casa. Porque para mi mamá, pegarle a un nacimiento es peor que que nos peguen a nosotras. Y si le pasa algo al Niño Jesús, sale de una vez mi Nana a sintonizar TV Familia buscando la solución a semejante catástrofe. 

En fin, que por lo general este jolgorio de escarcha y flores de Navidad de plástico llega un poco más tarde a mi casa. Y yo me tardé más de un año en recordarlo. Y lo único que me recuerda esa llegada de los problemas alimenticios de Santa,  es que no tengo plata para comprar el montón de regalos que se vienen.