viernes, 19 de abril de 2013

Taca Taca Pum Pum

Yo no sabía en lo que estaba pensando en aquel momento. Estaba enfocada en cambiarme de carrera, así que el paro fulano (que tanto nos hizo sufrir luego) me cayó de perlas, porque me habían mandado a leer un montón de libros (La Iliada, la Odisea y la Eneida) para el más famoso control de lectura de Literatura I (o Literatura Clásica I) de la escuela de letras de la UCAB. Así era de egoísta. Me leí todo en ese tiempo, y saqué muy buena nota en el examen. Luego de un año me cambié a la carrera que quería: Comunicación Social, y me arrepentí, porque me di cuenta de que era (soy) demasiado intensa. Hoy agradezco que sea esa mi carrera/hobby (comentario de actriz que asume con dignidad su vaina). 

Recuerdo ese abril turbulento. Recuerdo la desesperación desde mi cuarto, el impacto al ver la rebelión de los medios (todos, menos el del Estado) y su pantalla dividida. Recuerdo las marchas (a las que nunca asistí, más allá de caminar por las calles cercanas a mi casa, porque no creo en eso) multitudinarias. Siempre me parecieron inútiles (pero respeto a quien lo hace porque cada quien tiene el derecho de manifestar como lo desee, así lo dice la bicha). Pero una de las cosas que más recuerdo, a pesar de los días de terror, de los muertos, del desespero, de la impotencia... lo que más recuerdo es un día de marchas en particular. Tocó que los dos bandos marcharan el mismo día, muy cerca el uno del otro. Y entonces decidieron jugar fútbol. Y lo recuerdo en cámara lenta porque así lo pasaban en los medios, los panas de ambos bandos, jugando fútbol sin necesidad de caerse a golpes. 

Hoy, después de diez años (dolor en el corazón al reconocer eso, por la edad que tenía en el momento y la que tengo), me doy cuenta de lo mucho que ha pasado, de que ha pasado rápido, y de que Venezuela se la va a pasar enyesada por un buen tiempo, antes de curar esta fractura. No sé en qué momento nos convertimos en enemigos, no sé en qué momento esto se convirtió en conspiraciones de lado y lado, en jugar al carnaval incendiario disfrazándonos del otro, no sé en que momento nos convertimos en unos y otros. Cuando siempre hemos sido unos, o por lo menos esa es la forma en que yo siempre he querido vernos. 

Abril tiene un problema/fetiche bien grande/arrecho con Venezuela. Porque cosas importantes han pasado en abril, que lo diga Emparan. 

Las formas de protesta y celebración han hecho del lugar donde vivo un Taca Taca Pum Pum casi insoportable. Y no entiendo, no entiendo nada. Entiendo muchas cosas, mejor dicho, pero no entiendo cómo es que existe tanto odio y tanto insulto de lado y lado. Siempre he sido opositora (un artista critica por naturaleza, uno verdadero), siempre he ejercido mi derecho al voto, pero estoy harta de las burlas de ambos bandos: los memes ya se hicieron aburridos. Sin duda, en este país no nos aburrimos, pero yo digo que lo que menos necesitamos es tanto circo, porque somos los animales que el maestro de ceremonia entrena a punta de latigazos. 

Y me duele horriblemente. Y estoy rarísima porque no entiendo cómo es que tanta cosa mala se albergó entre tanta gente chévere. Y ayer brindé, no por la resolución del CNE, ni por la convocatoria al salserolazo fulano (de por sí, me parece que ponerse en plan bochinche es muy poco serio para la situación), brindé, con todos mis poros por una sola Venezuela. Una. Sin la palabra enemigo en el subtexto. Sin maletas listas para partir. Sin miedos, ni envidias, ni odios. Una como la de ese señor, que sin conocer el país, escribió la canción más bonita que se ha hecho sobre este lugar. 

Una sola. Donde todos nos acompañemos. 

lunes, 8 de abril de 2013

Yo sí uso la palabra "changa"

Yo todavía siento que ya esto de bajarle dos a la vida, en un momento como el que está viviendo mi país, es bien complicado. Todos los posibles temas de conversación/posible posteo que pienso, me parecen absolutamente banales. Es terrible. 

Pero luego me pongo a pensar: "Mí misma, si seguimos con tanta intensidad en la vida, nos vamos a terminar lanzando, Tú, Gollum y yo, al metro, en hora pico. Y eso es muy cliché." Por supuesto que ya me estoy preparando con la debida ansiedad para el domingo que viene, porque eso, así las elecciones se conviertan en un evento mensual, siempre causa un sustico. Pero creo firmemente que a veces es más que necesario tomársela con soda, con aguakina o con agua de coco. Como se prefiera. 

Y hay una persona en este momento de mi vida que realmente me está enseñando a bajarle dos a toda mis intensidad pseudointelectual. Iba en estos días a un ensayo con esta ella, y me dice que ha recuperado una porta CD que contiene los recuerdos de Mahoma en música. Es decir, no es que tenía canciones que canten los que prediquen la fe musulmana, no. Sino que eran más o menos de ese tiempo, por su antigüedad. 

Y, por dárnosla de fuertes, pusimos estos disquitos a sonar. Error. La cédula cayó, abrió un nuevo hueco en la autopista y se quedó en China esperando a que vayamos a buscarla. Y me di cuenta de que los años ya me están pegando (no me acordaba de la letra de la mayoría de las canciones, algo que yo siempre le critiqué a mi madre - sé que la venganza es dulce - ) y que si de algo me sirvió a mí la adolescencia, fue para quemar el mal gusto en música. 

Los noventa nos hicieron mal a quienes tuvimos que pasar por ella uniformados con chemisses azules y posteriores beiges. Esa "changa" era toda igual. De hecho, para mí todo eso sigue sonando igual y le sigo diciendo "changa". Nosotros, los adolescentes de aquel tiempo, no bailábamos realmente - ahora lo sé - hacíamos bailoterapia en la fulana olla. Y estoy hablando del promedio, yo de vaina y bailé, porque entre la timidez, el colegio de monjas y mi habilidad social de ameba... No podía hacer más que bailar con la puerta de mi nevera. 

Fuimos testigos del nacimiento del tatarabuelo de American Idol: Operación Triunfo. Simon Cowell, desde esta esquina tercermundista te digo: "eres un bobo". No inventaste nada, mi rey. Ese poco e' gente hispanohablante de tu continente, se encargó de adelantarse en tu tarea, lo que pasa es que tú te me fuiste mucho más astuto y lograste comercializarlo más. 

Pasamos por el fanatismo desmedido por David Bisbal, Rosa y Chenoa, y nos indignamos cuando, en la segunda temporada, ganó Ainhoa en vez de Beth. Fue el fin de ese programa para la mayoría de la audiencia venezolana. Esa época en que los programas se transmitían al mismo tiempo, era bonita. 

Y pues, nuestro Menudo criollo, sin duda, fue Salserín. Aquí no me voy a meter a criticar porque no puedo ser objetiva. Yo lloré cuando mi madre se rehusó a comprarme una entrada más para ver nuevamente un concierto que ya me sabía de memoria. Yo lloraba a mares con "Yo sin ti" y juraba que si iba al parque éste con los delfines, Florentino se iba a enamorar de mí. 

Y luego me hice mejor persona. Me crecieron las lolas, las nalgas, las caderas y el cerebro. Y todo se hizo mejor. Ahora escucho otras cosas y sólo me digno a esgañotarme con estas canciones cuando quiero olvidarme de todo y recordar mi ridiculez adolescente, porque la adulta sigue, sin duda. 

Yo me estoy convirtiendo en una doña menopáusica precoz que saca el abanico de su cartera cada vez que tiene calor (True Story, mis alumnos son testigos de ello). Y de eso me di cuenta cuando, después de una de estas "changas", sonaron las insignes notas de Mambo Number Five. Y entonces la cédula se fue al centro de la tierra, porque China le pareció como cerca para esa caída. 

Yo me estoy haciendo vieja. De aquí a unos meses empiezo a bailar con los dedos índices hacia arriba, como si estuviese haciendo aeróbics, al mejor estilo de todas mis tías-abuelas. 

jueves, 4 de abril de 2013

Qué bonita vecindad

En algún momento de la vida comenté que tengo unos vecinos bien particulares. Para vivir en la zona donde vivo (en donde uno esperaría un poco más de glamour de parte de los sifrinos de toda la vida), esto es la vecindad del Chavo. Resulta que yo vivo un poco en donde se enchufa el Sol, y por lo tanto, todo en teoría debería ser tranquilo, y tal. 

Porque la cuestión es bastante silenciosa. Y he ahí el problema de todo este asunto. Resulta que vivir donde el diablo dejó las cholas no es tan chévere, no sólo por el problema de transporte y lejanía del resto del mundo. Aquí se escucha hasta la liberación de flatulencias de los habitantes de la casa contigua. 

Y siendo mi vida como es, pues los vecinos evidentemente no pueden ser normales. Cuento con un variopinto grupo de gritones y cantantes de ducha que hacen de mis mañanas y noches una absoluta miseria auditiva. 

En primer lugar, contamos con el ejemplar más representativo de la zona. A quien cariñosamente hemos apodado Quasimodo porque ese señor grita como si Frolo lo estuviese azotando en la joroba todo el día. En realidad asusta la cosa. La primera vez que lo escuché estaba en ese limbo de conciencia en que sabes que duermes pero no duermes realmente. Y me ha despertado el hermoso cantar de este Mío Cid enloquecido gritando: 

"¡MÁÁÁÁÁÁAÁÁTAME! ¡MÁTAME! ¡MÁTAME! ¡MÁTAME!"

Fue bello descubrir cómo es el techo de mi cuarto, luego del salto que pegué. Y su repertorio no se limita a estos cantos celestiales, a veces simplemente le da por gritar las vocales, o llamar a su mamita. En fin, que el señor, pobrecito, está senil. O al menos eso espero. Porque en verdad suena como que estuviesen filmando Saw 87 en la casa de al lado. 

Luego tenemos a la única e inigualable Ballenata de Oro (sí, escrito así porque me imagino a una doña gorda con bigotes, y ella no merece que escriba bien la palabra ballenato). Esta mujer podría hacer que Simon Cowell se saque los tímpanos de un solo tirón. Es como un walkman sin pilas, la pobre alma en desgracia. Todos los días, todos, me despierta al son de una canción diferente. Pero esa mujer no canta. Todo el mundo puede cantar, ella no. Ella se creyó Úrsula en un punto y le robó la voz a la sirena equivocada. Esa jeva tiene la voz de la hermana fea de Ariel. Y es variada en su repertorio, te me va de vallenato a Sandy & Papo con la misma facilidad con la que yo cambio de estado de ánimo. Insufrible. 

Y por supuesto, no podía faltar la pareja histérica que pelea porque una maldita peluquera/lisiada se interpuso en los sagrados/inútiles votos matrimoniales que se prometieron ante el altar hace ocho años/meses. Esta linda parejita se lanza cosas. Y la casa queda al lado, entonces yo siento cómo me golpea cada plato en la nuca. Not funny at all. He escuchado todos los clásicos: "VETE CON ESA PERRA, ¡TE ME VAS DE LA CASA! NO TE QUIERO VOLVER A VER EN MI VIDA", siento que al lado está ensayando todo el elenco de Televisa, preparándose para la llegada de Thalía, después de su última sesión de Botox. 

La cosa deja de ser tan entretenida (asumamos con dignidad que es divertido escuchar el chisme cuando vives en lo más cercano a Wisteria Lane que podrás conseguir en tu vida) cuando esta infame pareja - que debe asumir con dignidad que no lo lograron y que tienen que dejarse ir - la paga con sus críos. Y por eso es que escribí hoy. 

Todo el asunto deja de ser gracioso cuando ambos pagan sus histerias con dos pobres criaturas que no tienen la culpa de nada. Cuando escuchas cada golpe, cada llanto y cada grito de un niño que no entiende qué fue lo que hizo mal, si apenas se está levantando. Y todo el rollo se vino a agrandar porque uno de ellos no quería tomarse una pastilla. 

Mis insultos guarros corrían a velocidades absurdas esta mañana. Pero te digo, reinita, que la capacidad de apertura de garganta de un niño de, a los sumo 9 años (tú sabrás), no tiene en su registro la habilidad para tragarse una pepa. Hay una técnica súper útil: disuélvela y haz que el chamo se tome todo el líquido. No tenías por qué amargarle el día. 

Y si me estás leyendo y te sientes insultada, te lo juro que no me importa sacar trapos ajenos al sol. Si a ti no te importa gritar a los cuatro vientos (y pegarle a tus hijos con la misma fuerza con la que gritas), me imagino que es porque sabes que los demás están escuchando. Creo entonces, que esto, en verdad, es sólo un reporte de tus aventuras como guerrera. 

Cuando seas famosa, puedes llamarme.