La verdad es que yo tenía años que no me daba un mamonazo como el que me di esta mañana. Digamos que mi cuerpo tenía la hermosa costumbre de hacer más que evidentes las leyes de la gravedad, al menos una vez al año, cuando yo era joven y lozana. Sigo siendo lozana y joven, pero antes lo era más pues.
Recuerdo que una vez iba llegando al colegio, una de esas pocas veces en que estaba llegando justo a tiempo para que no me mandaran a esperar quince minutos en la biblioteca por llegar tarde. Porque en mi colegio existía una cosa tal llamada "cuarto de hora de oración". Los primeros 15 minutos de tu día los destinabas a rezar, y si llegabas tarde, pues... No te dejaban hacerlo. Qué castigo. Yo siempre llegaba tarde.
El asunto es que un día iba llegando temprano, por cuestiones milagrosas de la vida y el tráfico, y hasta estaba fresquesita y limpiecita como un sol. No estaba tan dormida. Y en eso, no veo un montón de hojas espaturradas y babosas en el piso y zácata, rodé... Con falda, sin short por debajo, rodé. Tenía una hermosa banda a lo Miss Venezuela, pero hecha de barro, que me cruzaba toda mi chemisse azul. Recogí mi dignidad del piso, me sacudí la vergüenza de la falda (y de las pantaletas) y comencé a
Mi madre no iba a permitir que su hija anduviera como una mamarracha por la vida (pobre, no sabía lo que le venía) y me mandó a montarme en el carro de nuevo para volver a la casa y cambiarme. Volví a perderme mis 15 minutos de encuentro con la monja que creía que era lesbiana.
Y luego de esa caída, de los raspones respectivos en el brazo y rodillas, descubrí que desde pequeña, a mi cuerpo le daba por ver qué tan cierto era eso que decía Newton con su fulana manzanita. Porque al menos una vez al año yo iba pa'l piso. El más humillante fue cuando me caí disfrazada de dama antañona en tercer grado. Porque se me fue el glamour. Un signo del destino, ahora que lo veo. Y una metáfora completa digna de una tarjeta escrita por Paolo Coehlo:
Si te caes, dejas la dignidad en el piso y la gracia se va de tu vida. Pero levántate y sigue adelante con la frente en alto.
Al menos estaba sola. Nadie vio el espectáculo y me mantuve digna hasta que llegué a mi casa. Pero esa linda sensación del raspón que arde durante todo el día y que te recuerda a tu infancia me la podría haber saltado. Lo que sí sigue siendo vigente es que el dolor no se me quitó sino hasta que mi mami me dio un beso en la rodilla (inserte aquí voz de "Boo", la de Monsters INC).
Hay cosas que uno, simplemente, va a llevar toda la vida en el cuerpo. Y la atracción hacia el piso parece ser una de ellas.
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