jueves, 1 de julio de 2010

Ocho cenizas

Tengo una nueva manía (como si no me sobraran). No escribo tan bien como tú, no siento tan bien como tú, no soy libre tanto como tú. Eres libre. En un aspecto lo eres. No me lo refutes porque en ese aspecto lo eres. Sabes bien a lo que me refiero...


Tengo la nueva manía de fumar y pensar: pienso en  mi vida, en mis soledades. En las nuestras. Fumo y pienso. Sola, como siempre. Cada bocanada se convierte en un nuevo pensamiento. Las cenizas, poco a poco, me rodean mientras estoy sentada en el lobby de un edificio que no es empresarial, que no es oficina, que no es trabajo de gente grande.


Tú eres gente grande. Eres de esas personas que lo logran, a pesar de que no haya libertades. Una bocanada más y otro golpecito maniático al cigarrillo. Una ceniza más. Una, dos, tres, ocho cenizas... Ocho cenizas me rodean, me ensucian el pantalón mientras sigo pensando.


Las noches son más difíciles porque no puedo fumar...


Mientras lo hago, es decir, mientras me hago consciente de mi manía, de mi más que internalizado comportamiento autodestructivo (como si no me sobraran), pienso en que no quiero que se termine. Porque ya me ha pasado. Siempre se terminan los cigarrillos y eventualmente debo encender uno más.


Lo nuestro (suena a relación perfecta, como la que pasa en los sueños, las que son perfectas tácitamente) es un tubito de nicotina que nunca se termina. Es una adicción y una necesidad de conseguirse, uno al frente del otro, fumando, pensando, sin decir. ¿Qué mejor forma de evadir, sino fumando?


Son ocho las cenizas que me rodean. Las acabo de contar. Una en la rodilla, otra en el pie (ese que tengo lesionado), en los brazos -esas son dos cenizas que se alargan y viajan a través de las distancias-, la quinta cae sobre una alfombra color ceniza. Dos más, en los ojos, ya grises porque hay demasiado humo (humo de la verdad, del que revela, como cuando hay un hechizo mágico de alguna bruja buena o mala) y la que siempre está por caer. Esa que no sabes en donde va a parar pero igual la tienes en el cuerpo.


Estamos llenas de cenizas, como el Fénix, como un cliché.


Pero no somos colillas pisoteadas.


Tengo una nueva manía: fumar y pensar en el futuro (vaya, que es una manía autodestructiva). Fumo, me acuesto en una baldosa fría, sin alfombras, y pienso en el vacío. Fumo, finalmente, para ver si el humo me dice algo. Bienvenido el vicio. Tengo 8 años fumando y tú siempre has estado a mi lado.


No soy escritora. Soy... soy una extremidad inflamada, eso sí lo tengo claro, ahora, después de mucho.


Sabes que no me gusta este escrito, per me voy a dar el tupé de regalarte mis letras imperfectas. Como yo. Somos espejo, somos, sin espacio: como la boca cuando busca la colilla e inhala. Sin espacio. Sin muchos malentendidos y muchos sobreentendidos.


Somos 8 cenizas en el tiempo.

1 comentario:

Lore dijo...

Nunca te comenté este escrito, no sé por qué.

Te amo.