martes, 31 de mayo de 2011

Mundo GB

Mucho. Mucho tiempo. Demasiado tiempo. 

Descubrí que cada vez que tengo un encuentro fortuito con alguien que tiene más cojones que yo para escribir, me antojo nuevamente de hacerlo. 
He pasado casi un año sin escribir, y es, básicamente, porque a mí se me quebró la vida desde hace más de ese tiempo. 

No pretendo, lo juro, sonar a protagonista de novela de Delia Fiallo. Pero sí, en efecto, se me rompió la vida desde hace más de 365 días, y me volví a encerrar, como hace mucho tiempo no lo hacía, en una burbuja a la que, ahora lo decidí, nadie tiene acceso. Nadie. Porque ni yo misma me acuerdo de cómo se hace para abrir la puerta o dónde está la fulana aguja que me permita explotarla. Me cansé de tejer, dejé hilos, agujas, alfileres, tambor de bordado, madejas, todo... todo está afuera.

Me estoy convirtiendo en un lugar común andante. Terrible. Mis días se han reducido a parpadeos largos que empiezan y terminan en un lugar de trabajo que no amo. Noches eternas y monótonas acompañadas por mi eterna "roomate", la soledad. Eterna y fiel. Acosadora de todos y cada uno de mis días. 

A esto, le sumamos la falta absoluta de interés por la intensidad que antes tanto me fascinaba. Al menos en apariencias, sufro de un asco terrible por tener esta proximidad a lo culto y letrado. Me estoy convirtiendo, poco a poco, en un estereotipo. Lo único que no me he permitido es andar de tacones a altas horas de la mañana, con litros, kilos y kilómetros de maquillaje, y el respectivo cinturón ochentoso en la cintura, acompañado de los jeans que dejarían ver hasta mis partes más nobles. Eso no. Sigo abogando por el estético interés por la comodidad. 

Se me quebró la vida y dejé de ser. De estar. Me fui de mí como tantas personas se han despedido del país sin mirar atrás. Todos, o casi todos, mis nexos afectivos se resumen en mensajes de texto, pines, mensajes directos, tweets, chats... me quedé sin contactos físicos genuinos, sin noches de vino, sin llamadas de madrugada para decir "tengo miedo"... me quedé con la única forma de comunicación que antes amaba, y que ahora tanto repudio. Me hace falta humanidad.

La mayoría de mis interacciones se destinan a la pantalla de una máquina de trabajo que decide actuar por voluntad propia, mis caricias se desperdician en el trackball de mi celular y uno que otro teclado, mis suspiros chocan contra mi propia almohada y sólo escucho los susurros de la música que sale por los audífonos de mi Ipod... Me hace falta humanidad. Me estoy llenando de fibra óptica y cobre. 

Recurro nuevamente a esta infantil manía de desahogarme por medio de un diario -virtual- que probablemente nadie lea. Estoy estancada, como este escrito, como mi creatividad, como mis ideas. Me estoy convirtiendo en una extensión de un montón de aparatos. Me refugio en los bits, en los KB, en los GB, y  pare usted de contar cuántas siglas más para llevar este día a día lleno de distancias que sólo se acortan con estas abreviaturas. 

Me falta humanidad. Me falta realidad. Me falta una aguja para poder explotar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me encantó

Patricia (Odio que me digan así) dijo...

gracias!

Lore dijo...

"Me falta humanidad"...

Nos falta. Aqui mi balanza del equilibrio se mide constantemente en sopesar el haber logrado esto que tanto quería y estar lejos de "mi gente"... No es fácil... Ni estar allá ni estar acá... pero tranquila, mi Pashi, uno termina sobreviviendo. Y en dos meses, nos podremos hacer compañía real, humana, sin chats, ni bites, ni pantallas de por medio.