miércoles, 7 de diciembre de 2011

La octava maravilla del mundo


Yo como que soy la octava maravilla de mi salón. O sea, somos ocho en total, y está fino ser la octava maravilla, la verdad. Resulta que este primer trimestre de clases está terminando y resulta que en mi salón todos somos unos cuchis que hacemos cosas cuchis para nuestra profesora cuchi. Porque he tenido la suerte de que las profesoras que me tocaron son increíblemente amables y simpáticas, y la gente con quien estudio también.


Entonces decidimos tener un "compartir" hoy. El compartir es el término acuñado desde mis tiempos universitarios para definir el jolgorio/bailanta/coffee break que los alumnos les hacen a sus profesores que más aprecian. Y pues hoy, por consenso general tuvimos uno para agradecer a las profesoras. Que si las tarjeticas, las flores y el poco e' comida. 


De repente tuve la cuasi seguridad de que ambas iban a llorar, porque como que no se esperaban que tuvieramos ese gesto. Yo estudio con dos musulmanas, una al estilo "Sex and th City 2" y otra bastante tradicional. El asunto es que la más tradicional casi que se trajo toda su casa (la sección de dulces) para este compartir, y más que un coffee break, parecía un desayuno continental, de esos que te sirven en los hoteles internacionales hasta que revientas de lo full que quedas. 


Fino, comimos hasta que nos salía crema pastelera por los oídos. Pero la nota cómica del día vino después. Estamos socializando, pues, con la profesora, con algunos alumnos de otros cursos, etc., y una vez que estos estudiantes foráneos a mi clase se retiraron del aula, a la profesora no se le ocurrió una idea más brillante que la siguiente: 


"Well, I think Patricia (se pronuncia Patrisha) should give us some dancing lessons today". 

Y todo se fue a negro y "Patrisha" se puso roja. Y todos empezaron a aplaudir para que "Patrisha" empezara a bailar. Entonces esta humilde servidora les puso gaitas y comenzó su momento Mater Salvatoris (que nunca tuvo durante su adolescencia, porque en su colegio nunca hubo interés por las gaitas intercolegiales), puso un popurrí de gaitas de Maracaibo 15 en youtube y empezó a darles los pasos básicos de la gaita venezolana. 


A saber: El movimiento típico de los comerciales de gaitas de RCTV, cuando todos cantan frente a las cámaras y se mueven de un lado al otro. Y bailamos un montón de cosas y yo me sentía instructora de bailoterapia. Luego la "lesson" se puso más complicada cuando el italiano insistía en que ese ritmo se llamaba samba, y yo decidí -por cuestión de orgullo patriótico- enseñarle la diferencia entre la samba y la gaita. 


Y no se me ocurrió otra mejor que bailar Magalenha. Sí, la samba, la que sale en "Dance with me" mientras Vanessa Williams se menea y Chayanne la observa con ojos de borrego a medio morir. 


En lo que empezó el tucu-tucu-tucu tutu-cu de la nombrada canción, y mis pies comenzaron a moverse, la profesora tuvo una especie de parálisis facial, porque no entendía lo que estaba ocurriendo. 


Pero fue divertido. Honestamente, fue divertido sentir que exudo sazón y que me consideran un sobre de Adobo la Comadre, de todo el sabor que tengo. 


Es divertido sentir que el sabor latino es la octava maravilla del mundo. Porque sí, seremos tercermundistas, sudacas, lo que te de la gana, mi vida... Pero en asuntos de sabor, mira cómo te llevamos una morena, mira cómo somos una potencia en la danza y mira cómo todo el asunto colonizador, en ese aspecto, se invierte. Porque latino que sepa bailar y no conquiste a un europeo con sus movimientos, aunque sea para maravillarlo, simplemente, está bailando frente a un ciego. 


Ahora toca enseñarlos a bailar tambores. Creo que tendremos que llamar al GP (General Practitioner= Médico, pues), sólo para prevenir las caderas rotas. 

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