viernes, 9 de noviembre de 2012

Santa vomitó en mi casa

Yo creo que la historia de Jack Skellington (The Nightmare Before Christmas) fue creada, en realidad, cuando Tim tuvo una epifanía y vio a mi madre en sus sueños. Estoy plenamente convencida de que mi mamá se quiere robar la Navidad del mundo, porque no existe otra explicación para que desde ya tengamos la decoración lista y, además, la casa parece haber sido atacada por un Santa Bulímico que vomitó cada uno de sus rincones.

En mi vida había visto la casa tan dorada. Es decir, estoy acostumbrada a estos ataques navideños, pero este año como que la luz rebota por todos lados. Para imaginar mi casa en este momento, sólo hay que imaginarse absolutamente todos los tarantines que se arman para vender artículos alusivos a la época, juntos. 

Yo amo la Navidad, de verdad que sí. De hecho una de las cosas que más extrañé el año pasado fue no poder ver mi casa vomitada por Santa, tal vez por eso este año me parezca tan pintoresca. Es decir, al infinito y más allá de lo pintoresco. 

¿Christmas Freak? No, el siguiente nivel. Ése es el nivel al que pertenece la mujer que me parió. Además que en serio el tema del dorado se pone como de manifiesto este año, para no poner tanto rojo. Asumo que es un asunto intencional, o que el rey Midas vino de noche. Ya traté de comprobar esta segunda teoría, y no... Ninguna decoración está hecha de oro, así que no puedo sacar provecho. 

Por supuesto, en este época del año uno se da cuenta de que el término de globalización no llegó con internet. Esa vaina llegó con Coca-cola y su Santa rojo. Porque toda la vida los venezolanos han dividido su casa en diciembre en la sección criolla, y la sección imperialista. A saber: arbolito y nacimiento/pesebre. 

Y como el imperio domina al mundo, por eso hablo de globalización. Ése es un hogar común venezolano, el que tiene estos dos ambientes claramente identificados. Y ahí es cuando me doy cuenta de que mi mamá es una mente más avanzada que no sólo quiere conquistar la Navidad entendida desde el red, gold and green (Karma-Karma-Karma-Karma-Karma-Chameleon), sino que también se quiere apropiar de la tradición cristiana preponderante en Venezuela. 

Mi mamá ocupa la mitad de la sala con un pesebre que, de vaina, cuenta la primera vez que Jesús hizo pipí en su ¿vacinilla? o bueno, sin pañal de tela, pues. No conforme con eso, la jeva tiene cerca de 200 nacimientos (no es joda) de diferentes tipos, colores y tamaños por toda la casa. Entiéndase toda la casa como que hasta en los baños hay una escena de la natividad. Y cuando empezamos a comprar los regalos, no hay espacio para caminar porque entre el pesebre, los pesebres, los vómitos de santa y el poco 'e cajas, uno teme pisar a papá pitufo en cualquier momento, o a algún Niño Jesús de alguno de los 842348 nacimientos que mi madre colecciona. 

Uno no sólo te me hace malabares con el dinero en esta época "de sembrina", sino que también anda como en una cuerda floja por toda la casa. Porque para mi mamá, pegarle a un nacimiento es peor que que nos peguen a nosotras. Y si le pasa algo al Niño Jesús, sale de una vez mi Nana a sintonizar TV Familia buscando la solución a semejante catástrofe. 

En fin, que por lo general este jolgorio de escarcha y flores de Navidad de plástico llega un poco más tarde a mi casa. Y yo me tardé más de un año en recordarlo. Y lo único que me recuerda esa llegada de los problemas alimenticios de Santa,  es que no tengo plata para comprar el montón de regalos que se vienen. 

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