martes, 19 de mayo de 2009

7 pm. En la oficina

Acabo de tener un descubrimiento vergonzoso: No sé leer. Perdí esa capacidad hace poco, pero en efecto, ya no sé hacerlo. Al menos no como antes...

Me pregunto si al dejar empolvadas ciertas costumbres también guardé mi capacidad de lectura. Tal vez duele menos no saber hacerlo. Porque, en definitiva, hieren ciertas palabras juntas, o darse cuenta de que la habilidad absoluta de hacerte imprescindible se desvanece poco a poco... 

Me quedé sola, sólo sé leer mis letras. Cada quien a su camino, amarillo o no. No pretendo forzar nada, me dejé de eso hace ya algún tiempo. No hay demasiadas gamas que definan mi entorno, eso también quedó empolvado. 

Algunas costumbres quedan, sin duda. El rechazo de antemano por aquello que el mundo ama, sin oportunidades, eso permanece. El silencio, las conversaciones nocturnas. Eso debe seguir. Ser el centro de atención, o querer serlo, eso... eso nunca llegó: cambiaron esa costumbre incluso antes de hacerme adicta. Ser el desenfoque de la foto, siempre, siempre sigue. 

No hay demasiadas gamas... no hay colores. Todo es culpa de Burton, por ahora. 

Entonces, ¿de qué color será mi máscara? 

1 comentario:

Lore dijo...

Soledad. Una compañía a la que hemos debido aprender a soportar. Porque crecere implica irnos quedando solos, aunque duela. Ciertamente, se sienten las ausencias más que antes. Porque ahora las ausencias son de quienes nos acompañaban antes... Se siente la falta de las gamas... y duele también. Sin embargo, yo CREO que seguimos en el camino (de ladrillos amarillos o no) juntas... no es el mismo camino, por supuewsto y es que no tiene que serlo... pero sí es la misma compañía (la mejor). "Yo creo y con eso basta".

Tequiero... ves mis brazos?