miércoles, 2 de mayo de 2012

Epifanías de fin de semana

 Creo que este post es de un revelador en medidas inceíbles. Resulta que, como ya había comprobado, a mí se me unen personas bastante particulares en la vida. Lo sé desde hace ya algún tiempo, y dedicándome al teatro, no puede ser de otra manera. El mundo está lleno de locos, pero cuando haces teatro no te da miedo expresarlo. 

Y pues sí, me rodeo de locos. Lo encuentro más entretenido. Los nuevos hallazgos se reúnen todos los fines de semana en un taller de canto al que estoy asistiendo. Una maravilla ese poco de gente extra talentosa que está ahí. Es súper interesante ver cómo cada vida necesita una forma de expresión. Y esta vez esa forma es por medio de la voz, de la voz que canta. Glorioso. Yo me creo un poco el gallo claudio cuando estoy ahí, porque eso de tener la voz de Kristin Chenoweth como que no me vino en el ADN. 

Sin embargo, es rico encontrar tu tono, es rico encontrar tu voz de canto y darte cuenta, poco a poco, de que puedes hacer algo así como cantar. Creo que la mayoría de la gente en ese taller está en las mismas condiciones que yo. Y eso lo hace aún más rico. 

El asunto es que tripeo haciendo locuras por la vida. Haciendo ese tipo de ejercicios que si alguien "normal" viese por un huequito, juraría que son parte de un ritual de alguna secta satánica. Quienes estuvieron conmigo en mi etapa universitaria saben que eso de pertenecer a "sectas" como que me encaja bien. Porque al parecer, si haces teatro, eres sectario. 

Pues seré sectaria entonces. No queda de otra. 

Entre esas locuras que me pone delante la vida hay 3 que se me hacen absolutamente disfrutables: 

La primera: Una de las nenas del taller es una pichurra de 16 años (perturba un poco eso de que yo le lleve 10 años a alguien), que está fascinada porque está rodeada de "locos" y puede ser "loca" con nosotros sin que nadie la juzgue. Eso me da como un fresquito sabroso. Eso me recuerda cuando yo también era así. Es rico ver gente pura, todavía. Es rico ver cómo reacciona como niño en Disney ante lo que ya para mí es absolutamente normal. Me tripeo a la nena.  Y me tripea más que quiera escandalizarme diciéndome en un ejercicio que somos "novias lesbianas" y que, al ver mi absoluta naturalidad en la reacción, sea ella quien se descoloque. Me divierte su pureza y me conmueven sus emociones absolutamente orgánicas que sacan lagrimones en todos los demás. Me tripeo a la panita. 

La segunda: Hay otra chama en esta reunión de locos que, estoy convencida, nació de un manantial de El Ávila. No puede ser de otra manera. Yo sé que ella salió del agua cual Venus de Boticelli. Ella tuvo que haber salido, no sé si de una concha, pero tapándose sus partes con la melenota que se gasta. Tú la ves y dices "esta pana es verde", así, de color verde. Es como una ninfa a la que alguien le dijo que se tenía que vestir, pero esa pana es naturaleza pura. Y me la tripeo muchísimo porque se la pasa sonriendo. Porque suelta frases demasiado inteligentes sin darse cuenta y porque da sus conferencias sobre vaya usted a saber qué brebaje que te hace conocerte mejor, sin pretender escandalizar a nadie. Ella es, y ya. Y me recuerda a un personaje de una obra que adoro. Eso de ser natural a uno se le olvida y esta pana lo tiene como mandamiento y credo diario. 

La tercera: Ésta razón tiene que ver conmigo. Resulta que al parecer el papel de prostituta de los años 20 como que me va bien (ya, que ya escucho las risas malsanas de varios seres que dirán que también aplica en esta era, pero me vale un poco... me sabe un poco...). Yo me la quería pasar de intensa y lanzarme una de despecho con una de las canciones pertenecientes a Wicked, pieza de teatro musical que amo y adoro con desesperación y desenfreno. Pero no. La misma amiga que me dijo "marica, cambia el diseño del blog", hizo una movida bien jaque mate y, por internet mental, bluetooth o banda ancha intelectual, me dijo "marica, deja el sufrimiento, tripéate la vida." Entonces cambié de canción. Y ahora estoy cantando "When You're Good to Mama", del personaje Mama Morton, representado por Queen Latifah en la película Chicago

La vaina me va bien. Es una gordita coñuemai que, durante su canción, está vestida de madama de burdel, imaginada así por su protagonista. Al parecer la cosa como que va conmigo. Le arranqué unos aplausos y unso griticos a mis compañeros, y eso para mí ya es suficiente. Obvio, tengo que trabajar la parte técnica porque de eso no te tengo demasiado, pero me da un gustico sacar my biggest mother fucker hen, como dice ella. Me la paso toda la semana en pánico, sufrimiento, hablándole hasta a las paredes de mis complejos.. Por lo menos durante el fin de semana me tripeo ser una desgraciadita con gusto, sin que nadie me critique. Más bien hasta me aplauden, chico. 

En dos platos: ¡Qué vivan las putas! Bueno, no. Porque la pasan mal, ojalá no existiera esa figura en la sociedad. Pero sí, ¡qué viva Mama Morton! Porque la pana me saca esa supuesta sensualidad que algunos dicen que tengo y que (ya sabemos) no me creo. Y como estoy en personaje, me lo creo por un ratico. 

¡Qué vivan mis fines de semana de abril y mayo! ¡Qué vivan esas 4 horas de olvido del mundo! 
¡Qué vivan las Venus del Ávila y la pureza de las emociones! 

"Anda, sonríe... Que nadie mira".

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