lunes, 4 de marzo de 2013

Posada para teatreros desasistidos


Yo ahorita estoy en una de tiempo demente. Se acerca la segunda asignación del taller de teatro musical que vengo realizando desde hace poco menos de un año, y eso implica estrés y ensayos en cualquier espacio de tiempo posible.

Este fin de semana lo disfruté infinitamente por eso: además de ver uno de los mejores espectáculos que he visto en mucho tiempo, tuve un intensivo de ensayos, con mi grupo de trabajo, por motivo de las presentaciones.

Ya para mí es rutinario tener ensayos los fines de semana. Éste, evidentemente, no fue la excepción. La diferencia es que el sábado mi casa se convirtió en la posada para teatreros desasistidos. Nos reunimos todos los compañeros de mi nivel a ensayar, a mostrarnos lo que hemos montado para esta asignación; y de repente mi casa era una mezcla de High School Musical con Camp Rock, pero con más caché y sin tantas cursilerías.

No puedo explicar lo que disfruté recorrer mi humilde morada y ver en cada esquina a un par de personas haciendo algo absolutamente diferente al otro grupo. Por un lado, unos ensayaban en el estacionamiento, bailando;  otros calentaban voz; por una esquina se caían a golpes (por una escena previa, no fue como que alguien se molestó y me destrozó el hogar), en la cocina otras dos encontraban su puta interna… Y mi casa se convirtió en una jeva con personalidades múltiples súper divertida.

Esos momentos hippies son absolutamente necesarios en mi vida, sin ellos, no estaría cuerda (hay que echarle bolas para no reírse por lo que acabo de escribir). Y luego me vi, nuevamente, asumiendo el rol materno/controlador/histérico-cuchi que siempre me ha caracterizado cuando trabajo en grupo. Luego de decirme “mi misma, no cambias”, sonreí un ratico y me eché en el sofá a beber con mi mejor amigo/futuro esposo por contrato ya establecido.

Me dolía hasta la pituitaria. La pituitaria siempre está consternada después de los ensayos, porque no entiende qué es lo que me hizo para que yo la someta a tanto dolor.

Estoy reventada. No estoy recibiendo ni medio centavo por lo que me gusta. Todo lo que me encanta en la vida, no es remunerado. Pero no me importa. Este fin de semana me pasé de cursi. No me importa ser un peluche Pelanas con una  clave de sol en la panza y un micrófono en la mano que diga Yo + corazón + el teatro musical.

Hay presentes y pasados bonitos. Y éste fin de semana me recordó eso. Soy una cursi, y no hay nada que hacer al respecto. 

2 comentarios:

Daya dijo...

¡Qué divertido haber sido parte de eso! :)
Tenía tiempo sin leerte y ¿ya eres una teletubbie? Jajaja mentira, es broma.

Patricia (Odio que me digan así) dijo...

Como siempre, sólo tú te ríes de tus chistes -.-