viernes, 18 de noviembre de 2011

Tarjeta Hallmark

Yo admito que siempre he tratado de alejarme de la figura de persona "Tarjeta Hallmark". Me explico, una persona "Tarjeta Hallmark" es de esas que cambia su foto todos los días en su perfil del BB, en su facebook, en su celular con mensajes tipo "La vida es tan hermosa que debería venir envuelta en papel de regalo" o cualquier otra cursilería acerca del día de los enamorados, lo importante que son los amigos, la pareja, la familia, etc.


Es decir, este tipo de personas son un malvavisco. Esponjosos, a veces demasiado rosados, dulces en exceso. O sea, una concentración de azúcar que mi páncreas (y mi condición hiperinsulínica) no puede tolerar. Tengo algunas personas a mi alrededor que aprecio muchísimo y que amo profundamente con esta condición (la de tarjeta Hallmark, no la de hiperinsulinismo), y en la mayoría de los casos me empalago a tal punto con esos mensajes de "Amor es..." que tengo que expresarlo. Al menos eso todavía es libre en mi país.


Yo no soy así. Yo soy más bien tipo ácido, tipo literaria aunque no tengo los momentos de brillantez de la mayoría de las mujeres brillantes de la historia. Tal vez porque no tengo tendencia al suicidio o la esquizofrenia, no todavía. Capaz si eso me pasa, me convierta en la próxima Plath. En todo caso, huyo de esas cursilerías porque fui así durante mi adolescencia, y me di cuenta de que perder plata en una pedazo de cartón que dice "eres mi amiga más especial, nunca cambies" es una absoluta pérdida de tiempo y un atentado con premeditación y alevosía en contra del medio ambiente.


Son pocos mis "te quiero", siempre es un "yo igual". Puede que sea por protección, puede que sea porque escribir todas esas letras, con o sin espacios, me da taquicardia en la mayoría de los casos. Ni hablar de los "te amo". El punto es que soy súper cariñosa, pero eso de las cursilerías no se me da mucho, y cuando se me da, estoy over the top, así que prefiero autocensurarme. Y lo hago de modo cool. O sea, mantengo el coolness de ser así de ácida, porque la gente se ríe de mi acidez, y lo equilibro con acciones hacia quienes realmente me importan.


El punto de todo esto es que hoy es uno de esos pocos días en los que soy un malvavisco, en los que soy un muñequito cursi e hidrocefálico que dice "Amor es..." (andar desnudo/desnuda con tu parejita al lado y sonreír como mongólico) en los que me siento particularmente rosada.


Hoy nació un nuevo sobrino. Yo no tengo sobrinos en el sentido absolutamente sanguíneo de la palabra, porque todavía no he tenido la fortuna de ver a una de mis hermanas embarazada. Sin embargo, tengo la gloria de contar con una familia fabulosa que me hace sentir tan cercana a mis primos, como si fuesen hermanos. Y vale, que ya me estoy yendo a la diabetes con tanto empalagamiento, pero es así. Soy, desde un tiempo para acá, muy cercana a (casi) todos mis primos. Y en total tengo siete sobrinos que no son tales, pero que siento como si fuesen absolutamente míos.


Yo muero por ellos, y decidí, evidentemente, que tengo que ser la tía loca. La que les regala vainas raras, la que les ofrece una visión distina de la vida y la que les explica por qué tiene un zarcillo en la nariz y tres dibujos que no se quitan en su piel. Yo quiero que ellos vean que hay variedad y que se pueden ir en pijama a la universidad si les da la gana. Yo quiero ser esa con la que vayan a abrirse su primer piercing o vayan a tatuarse si así lo desean. Yo quiero ser la tía cool.


Y hoy la vida me regala uno nuevo. Se llama Carlos, y tiene los ojos de todos nosotros. Hoy la vida me recuerda por qué mi prima, la madre de este nuevo mini-perolito, me remueve cada fibra sentimental del cuerpo cada vez que pienso en ella. Porque ella no ha tenido una vida sencilla, porque el desamor, en su momento, adquirio otra magnitud después de un difícil (por decir lo mínimo) episodio que nos marcó a todos. Porque ella es un símbolo de esperanza para mí, porque pudo rehacer su vida y porque ahora tiene un regalo precioso, con los ojos achinados y las manitos largas.


Sí, me fui de palo con el azúcar en este post. Pero es que ahora tengo una nueva excusa para comprar algo cool para un bebé. Y eso me pone en modo "Hallmark".

1 comentario:

Coraline dijo...

qué bonito! jejeje hay momentos para todo en la vida y yo creo q a veces está bien darse eprmiso de ser un malvavisco y de tener su momento tarjeta hallmark. felicidades por ese querunín!!