viernes, 26 de agosto de 2011

Crónica de una carpeta anunciada.


De verdad que ser venezolano, hoy en día es una complicación. No sólo por el hecho de los increíbles índices de delincuencia que hay, la inseguridad, el odio que separa al pueblo. Ni tampoco por el hecho de que somos un atractivo político-turístico en el mundo (quien diga afuera que es de Venezuela y no le pregunten por el presidente, miente.) No, es el día a día lo que hace complicado vivir en este país y querer tomarse un break.

Yo, evidentemente, no había dicho nada de mi break con Venezuela, porque he escuchado que esas cosas se empavan, y estoy comenzando a creer que es cierto. Hasta ahora todo ha salido bien. Pero ahora viajar para un venezolano es una tortura peor que ver a Shakira con pinta de recogelatas (para nada chic), metiéndose en la fuentecita en Barcelona, mientras canta al son de ritmos latinos "característicos".

Siempre  me voy a preguntar cuál fue el tinte que se le metió en el cerebro a esa mujer para llegar a tal punto de intoxicación corporal general.

En todo caso, viajar al exterior para un venezolano es todo un tema y un proceso. Yo siempre me he cagado y he escapado de la burocracia. Pero, seamos sinceros, esto ya es el colmo. Esa representación gubernamental del demonio que implica Cadivi no hace más que complicarle la vida a toda aquella persona que resida en este país y tenga la ilusión de asomar la nariz más allá del Mar Caribe.

Que si el papelito con la cédula, el pasaporte, la carta de aceptación, la que indica que no te sacas los mocos en público, la que dice que juras que no eres puta y todo ese dinero que necesitas para pagar el cursito es legal. Coño, yo creo que las putas también tienen derecho a formarse, aunque su dinero no sea lícito.


De verdad, ¿por qué carrizo yo tengo que estar limitada de dinero porque al pana éste le provoca? Es absurdo. Los niveles de control a los que hemos llegado serían un excelente material para una obra de Ionesco o de Pinter. De verdad. 

No me puedo quejar demasiado, es cierto, porque hasta ahora todo ha salido como tiene que salir. Pero es que hay un detalle: todavía no he introducido en el banco las tres (3) fulanas carpetas marrones, con separadores y folios en cada hoja, como si se tratara de una lectura para niño de preescolar. Eso me genera angustia. 
Por eso es que me cae de perla este viaje. Porque podré descansar por un tiempo de esta locura de día a día en la que vivimos los nacidos en esta tierra tricolor primaria. No, de verdad. Yo ya no aguanto. 

Yo me quiero ir (por un rato). Me quiero ir y empiernarme con mi mejor amiga, a las dos o tres semanas de mi llegada, y ponernos a echar cuentos. Me quiero ir a pasar mi cumpleaños en el teatro donde presentan Wicked y salir y hacerme mi tatuaje nuevo, ya visualizado (sí, familia querida, si pensaron que no habría otro, lo siento, estaré sola). 

Yo quiero que llegue septiembre ya.

PD: Qué difícil vivir en esta paranoia. Antes de publicar, revisando, borré  la fecha de mi partida, no vaya y sea que alguien me secuestre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ya falta poco.