lunes, 8 de agosto de 2011

De por qué soy fan de Wicked.

Quienes me conocen, saben que yo muero por los musicales. Es un asunto absolutamente irracional, pero, en efecto, yo muero por las obras de teatro musical. 


Hace mucho tiempo, cuando empecé en este asunto que llaman "hacer teatro", yo me prometí que nunca haría una obra infantil o cantada, por traumas de autoestima que me trajo una pieza en específico. 


Pobre ingenua. 

Es lo que más he hecho en mi corta carrera teatral. Obras infantiles que incluyen canciones. Porque no, no son musicales. Son obras infantiles con cancioncitas. Y al final, terminas agarrándole el gusto a eso de cantar y ponerte cantidades dementes de maquillaje y escarcha en tu cuerpo, pelucas, vestidos pomposos. Uno se difruta la balumba. 


Pero en el asunto de los musicales es más que amor, frenesí. Yo no entiendo qué es lo que pasó, en qué fallamos, pero yo disfruto infinitamente ver y escuchar un género que muchas personas consideran ridículo. 


Kurt, el personaje de Glee (serie de TV que amo, por supuesto), dijo en algún momento que ama los musicales porque todo es exagerado, porque un beso es el máximo de intimidad que puede haber en los personajes y nadie se tiene que preocupar por el arte de la seducción.  No fueron las palabras exactas, pero sí, por ahí iba la cosa. 


El asunto es que estoy de acuerdo con Kurt. Yo soy un sapo en el arte de la seducción y soy exagerada. Soy un bicho verde que tiene la gracia de una guayaba (ya luego explicaré esta frase, en otro post) y de sexy tengo sólo la "S" final de mi segundo apellido. 


Lo de bicho verde me lleva, entonces, a mi máxima pasión en cuanto a musicales se refiere: 


WICKED. 


No sólo se trata de que yo toda mi vida me he sentido un bicho verde, no. Ni tampoco se debe a mi preocupante fijación con las brujas y malvadas de todo cuento. Ni un poquito es eso. Es que este musical, ya mundialmente conocido, le da una oportunidad a los "malos" de la historia. Y te das cuenta de que el bicho verde, es verde por algo, te das cuenta de que el bicho verde tiene sentimientos, y te das cuenta de que el bicho verde, al fondo a la derecha, es un ser que quiere y padece, a pesar de su fama. 


O sea, soy yo.

Yo tengo fama de bruja. Con diferentes acepciones, y definitivamente los juicios de valor a la fulana palabra dependen del ojo que la mire, pero sí. Yo tengo fama de bruja. Hago siempre de mala en las obras infantiles, y me he convertido en la mala de la película en demasiadas ocasiones. A esto le sumamos que la pana protagonista de WICKED se convierte en la mejor amiga de la mujer insigne y perfecta. Cosa que me ha pasado desde que reprobé plastilina y tijeras en preescolar. 


En dos platos: tengo fama de mala en muchos escenarios, y no correspondo con el patrón de belleza común. Porque de verdad, quien se fije en una ser con piel verde tiene que estar un poco loco (más a mi favor con respecto a mi teoría de los recogelatas chic). 


En otros dos platos: es muy fácil dejarse llevar por la opinión de los demás, como le pasa a G(a)linda en esta historia. Es muy fácil decir, cuando quisiste a alguien, que es lo que los demás dicen, para simplemente quedar bien. 


A las G(a)lindas del mundo les digo: Cómprense una personalidad, hay bastantes en rebaja. 


Esta historia a mí me llega al corazón, justo debajo de la "lola" izquierda hay un músculo verde que se mueve al compás de las canciones de este musical. Porque yo me la paso verde, porque tengo fama de mala y porque hay que echarle bolas a la vida para encaramarse en una escoba y mandar todo al carajo mientras cantas notas inalcanzables, montada en un perol que te sube a mil metros de altura. 


Esta bruja verde es la principal deidad de mi religión, porque ella logró salir adelante. Porque dejó todo por sus creencias y porque me demostró que los sapos verdes también encuentran sus espantapájaros, no importa cómo. 


Esta pana sabe que nadie en Oz la va a joder. Y así es como tiene que ir uno por la vida. A pesar de que el agua te derrita. 

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