domingo, 15 de abril de 2012

Todas mis malas costumbres

Yo estoy llena de manías y malas costumbres. Eso lo sabe hasta el perro que ladra a lo lejos en este momento por aquí cerca. Tengo la maña terrible de ser absolutamente nocturna e ir en contra de mi huso horario. Ergo, estoy en Venezuela y me creo que estoy en Europa y viceversa. 


La noche trae muchas manías, porque bueno, ser nocturno es de locos pues, o de un jevo multimillonario que se cree murciélago y salva al mundo de payasos malvados y mujeres gatunas. De gente eficiente y de locos. Por lo tanto, te conviertes en un eficiente maniático. Y mis mañas, entre otras, son tan comunes que hasta aburren. Yo no puedo dormir sin ver televisión un rato, no puedo dormir sin echarle un vistazo a la ventana (porque la vista de mi cuarto es absolutamente cinco estrellas) y paso mil quinientos años pensando en tantas cosas del día, de mañana, de ayer, de hace un año, de hace tres, de hace seis meses... En fin, que me duermo tarde. 


Tengo la costumbre de ponerme más intensa de lo que soy antes de irme a dormir y dedicarle a la nada pensamientos más bonitos y mejor estructurados de los que aquí escribo. No los escribo aquí porque en esta  parte de la web no me voy a andar poniendo a decirle a nadie que sus ojos son dos luceros que alumbran el basurero. Yo tengo la mala costumbre de dejar mi intensidad sólo para mí y mi mente. 


Coño, y si esa "nada" supiera todo lo que yo le dedico. Ya no se trata de nadie en específico. Porque esta soledad ya se tornó tan absurda que yo estoy creyendo fielmente en convertirme en una monja tibetana asexual que se inmole a sí misma sentada sobre las cenizas de los cigarros que se fume. Ya no se trata de dedicarle mis palabras de intensa mal pegada a un alguien, porque bueno, no hay pues. El mercado está escaso. Ya no se consiguen aceite, azúcar, leche ni compañero de turno. Esa última combinación de ingredientes en escasez se puede considerar un chinazo absoluto. 


Si esa "nada" supiera todas las miradas dulces que le he dedicado. Si supiera lo chiquitica que me pongo. Si me viera abrazándome a mí misma por la cintura, entonces saldría corriendo del cuarto a levantarle el secuestro al fulanito ese que no termina de llegar. Pero bueno, no hay de otra, esa pana es igual de maniática que yo, igual de terca e igual de apegada. 


Ella es todas mis malas costumbres. Ella es bien fiel y eso que le he pedido que me monte cachos. Esa pana es la que hace que yo duerma en diagonal y me mueva tanto mientras lo hago. Ésa es la jeva que hace que no tenga tiempo ni para respirar y me da las estrategias perfectas de evasión. Esa "nada" es la que me deja horas y horas mirando por la ventana, recordando demasiadas cosas, escuchando ruidos, despreciando silencios.


Ésa es la única jeva que no pregunta tonterías cuando me da por llorar mientras veo el último capítulo de "Friends", o me destartalo de la risa mientras hago semiosis ilimitada. Por lo visto, esa "nada" es la que hace que yo haga cosas comunes y raras (las últimas no las dije, así como pa' no ponerme tan al descubierto). 


Gracias, nada. De pana.  Porque sin ti yo no sería esta loca que tiene que sacar vainas por dentro. Porque sin ti, pues yo no estaría tan enrollada y sería una artista burda de chimba, pues. 
Gracias, de pana, porque  me defines un poquito aunque no me guste. Gracias por darme mucho material. 
Gracias, panita. A pesar de todo, y de vez en cuando, te disfruto porque eres necesaria. 


Todas mis malas costumbres. Todas mis rarezas. Todos mis lugares comunes. Todos mis parlamentos se los debo a esa pana. Yo debería agradecerte a ti cuando me gane el Oscar. 

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