lunes, 18 de julio de 2011

Cuando quieras leerme

Vamos a hacer un trato. Si vas a sufrir de ceguera, perfecto, no tengo problema con tus ojos, siempre y cuando no me miren. 


Si tu problema es ceguera temporal o definitiva, allá tú y tu falta de precaución al buscar ayuda. Si lo que quieres, realmente, es dejar de ver... Perfecto. 


Pero a mí no me busques para fungir de muleta, bastón o lazarillo. 


Busca a quien tienes al lado. Si decides que tu ceguera sea negra, 
blanca o del color que quieras, adelante. Pero no me busques. No trates de verme, porque sabes -en el fondo- que tus ojos llenos de este glaucoma escogido a voluntad, me lastiman. 


Me lastima que me veas, me lastima que no lo hagas. Así que cuando vayas a cruzar la calle, usa tu bastón de turno. 


Sabes, sé que lo sabes, que estaré de bastón. 

Pero no, ahora no me mires con esa vista llena de cataratas que en mí se convierten en kilómetros de ausencia en caída libre. 


Quiero ser yo tus letras de cada mañana, tu material de lectura de día y de noche. 


Así que hagamos un trato


Cuando sea el momento, deja de ver con los ojos y permítete verme con las manos, con la lengua, con todo. 


Búscame cuando quieras que únicamente sea  mi cuerpo el que esté en braille y quieras leerme entera.

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