jueves, 14 de julio de 2011

Ramírez... Es lindo cuando lo dices

"Yo vivo aquí, yo viajo, yo salgo a vivir aventuras y luego vuelvo a echar los cuentos."


Eso dice el actor venezolano Edgar Ramírez. Ramírez. Me encanta ese apellido. Lleva el porte del éxito impreso en cada letra. Al menos es mi esperanza. 


Ése es mi sueño, lo descubrí hace poco. Sí, me da un pánico inmenso dejar mi país y conocer otros, quiero decir, en plan de residencia. Que a mí el turismo se me da muy bien. A mis pies se les olvida que son planos, que se casan en terrenos irregulares, mis rodillas sufren de amnesia temporal y dejan de crugir cada vez que pisan un escalón extranjero.


Vivir en un país ajeno es, para mí, aterrador. Mis respetos a las mitades varias de mi vida que sí tuvieron los cojones para hacerlo y se enfrentan cada día a esa soledad que implica ser un extranjero. Sueño, sueño con hacerlo, y, esperemos que el puppet master que maneja mi vida me lo permita. Pero me aterra. 


Yo no quiero abandonar mi país. Es una locura, es una demencia. Sí, eso te lo tiene. Así como te tiene la inseguridad, pobreza y el desempleo, también te tiene los tambores, el "metichismo" autóctono, los volúmenes de voz que de seguro implican contaminación sónica, pero que son tan sabrosos, El Guajeo, los "Por en Medio de la Calle", la chicha de la UCV y el jugo de mango de la UCAB, la hora loca y cuanto puente se te ocurra para salir corriendo a una gloriosa playa llena de azul, de verde, de todo. 


¿Dónde más se puede bailar tambor sino aquí? ¿Dónde más se puede "hacer cambio de luces" con la mirada y decirlo todo? ¿Dónde más el español suena tan bonito que hasta parece que todos nos la pasamos cantando? ¿Dónde más alguien me va a entender mis diez minutos de brillantez en la madrugada, que merecen un talk show?


Yo sueño con irme, pero no para siempre. Yo quiero volver. Yo no quiero que mi país se convierta en un recuerdo. Yo quiero que todo esto se mejore, que encontremos la vacuna. 


Me perdonan el exceso de patriotismo, porque yo de marchas y movimientos estudiantiles, nada, sólo una franela roja que tuve en algún momento con el símbolo de las manos blancas. Yo, patriótica, no te soy abiertamente. 


Pero yo quiero hacer lo que Edgar Ramírez hace. Porque también me apellido Ramírez, porque quiero ser actriz. Porque quiero entrar y salir de Maiquetía sin miedo a saber si puedo volver a hacerlo nuevamente. 


Yo soy Ramírez. Y también quiero lograrlo. 

3 comentarios:

Beatriz González dijo...

Vaya comeback el suyo oyó...? Este post me encanta, como todos los que he leído aquí, y comparto eso, el sustico de vivir afuera, de ser un extraño en una tierra que no es de uno, esa sensación de no saber si encajamos allí, la ''saudade'' (como dirían los brasileros) de ese ''yo no sé qué'' que tiene Venezuela, ese caos medio controlado, esos sonidos tan propios, los colores del Ávila y de cualquier pueblito perdido en el cipote viejo...

Te entiendo, y me gusta que lo hayas puesto en clave de post.

Patricia (Odio que me digan así) dijo...

Gracias por lo del regreso. Me hacía un poco de falta escribir "coherencias" incoherentes. Nada, toca vivir...

Anónimo dijo...

ufff... qué te puedo decir... al principio siempre es aterrador pensar enirse para otro país a buscar un hueco dentro de otra cultura. al final siempre es más fácil apegarse a lo q uno ya conoce y con lo q además uno se siente bien... o cómodo... la experiencia de cada uno es distinta, yo tampoco me quería ir, yo también quería volver, pero ahora pienso distinto y es algo q sólo uno comprende cuando lo vive.

lo primero es q pierdas el miedo. q dejes q las cosas fluyan. en todo caso siempre podrás volver.... pero el ambiente lo hace uno... te aseguro q hay rincones del mundo en los q puedes juntarte con los tuyos y bailar tambores, comer arepas y todas esas cosas de las q uno no se quiere desprender...