jueves, 21 de julio de 2011

Escena arrabalera

Yo estoy tratando de llevar esto de la soledad con dignidad. Pero es difícil hacerlo. Sobre todo cuando has estado demasiado tiempo sola. Me refiero a que de mis 25 años, sólo he estado acompañada sentimentalmente (o sea, con derecho a manoseo, porque las amistades también son compañías sentimentales), como año y medio en total. Sumándolas todas, pues. 


Entonces uno se cansa. Y mi guayabo no se debe a un ser en específico, se debe a esta eterna soledad que ya está como fastidiosa. O sea, yo entiendo que la pana sea burda de fiel, que sea incondicional y toda la cosa, pero ya estoy empezando a pensar que está obsesionada con las personas que llevan mis exactos apellidos. 


Decía, entonces, que estoy enguayabada. Y, de acuerdo con mi manera de verlo, hay dos formas de llevar el despecho: La digna y la arrabalera. 


La primera es súper cool: escuchas canciones en inglés, te sientes identificada con Lea Michelle cada vez que le canta a Finn en Glee, lloras por Mc Dreamy y Meredith y, además, te conviertes en una indie, hipster, hippie chic, alternativa que escucha Adele, Florence and the Machine, Oasis, y un montón de gente increíble que admiro muchísimo y sabe decir, a la europea, qué tan bajo estás cayendo con ese despecho. Por supuesto, en esta categoría también entran los clásicos: los que escucharon nuestros padres, los que uno no entiende cuándo fue que empezaron a gustarle pero son eternamente universales. Y los intensos, los argentinos, los sureños, en general: Fito, Cerati, Charly. Este guayabo súper cool es internacional y demuestra que sabes de música, y escuchas de la buena, incluso cuando estás en la carraplana emocional. 


Y luego viene mi favorito, el guayabo arrabalero: Por algo somos latinos, por algo bailamos mejor que todos, por algo tenemos la piel canela (somos puro sabor, mi vida), por algo nos hierve más la sangre, por algo hay más pasión. El despecho, obvio, no es la excepción. 


No hay nada más sabroso que llorar hasta la médula escuchando a La Lupe decir que todo fue "Puro Teatro"

Al Willy Colón cantando "Gitana" o "Idilio", y sentir que el whisky o la caña de turno no es suficiente pa' seguir cayendo bajo. 


Y mucho mejor cuando te la das de refinada, te jalas una botella de vino -tan fina- pero sigues preguntándote "¿Qué te pedí?".


Porque te lo imaginas. Te imaginas la escena llena de lágrimas de rimel, labial rojo corrido y medias negras, caladas, rotas. Con cigarrito en mano incluido. Te imaginas lanzando tacones, bailando bolero, pegada con ese ser, recitándole tus dolores. Te visualizas con un vaso de whisky en las rocas, que nunca bebes, tomándolo "fondo blanco", con los cachetes llenos de líneas negras de rimel barato. 


No hay nada mejor que un despecho a la antigua. 


Porque uno, tropical como siempre, es dramático. Porque no hay nada más sabroso que convertirte en una Lupita cualquiera, por unas horas, y gritar (aunque sea al vacío), lanzar tacones y ganarte una noche con olor a tasca, de boleros y salsa vieja, que te muevan hasta la última fibra del sufrimiento. 


Después de eso, puedes seguir adelante. 

1 comentario:

Beatriz González dijo...

Maravilloso Paty, MA-RA-VI-LLO-SO.

Cuando una quiere con todo el corazón suele despecharse así, casi al borde de los barbitúricos... y todo sucede por etapas -como tu post-. Tenemos la etapa de Adele, la de Pink y todo ese tema y pendulamos entre el ''SO WHAT'' y el ''Sometimes it last in love, but sometimes it hurts instead''...

Pero creo que los despechos más ricos -y lo digo por experiencia, que tengo un Master en la materia- son aquellos arrabaleros, en los que una se siente lista para armar una escena, de bautizo con trago en la cara al susodicho, de perseguirlo por la calle gritándole sus cuatro verdades, de llantén histérico en el Metro, de encontrarte al pejelegarto ingrato en un bar y cantarle una cantidad dolorosa de boleros...

Oír a Sabina, leer puros libros de despecho, enguayabarse con boleros, con La Lupe, Toña La Negra, volverse española y sufrida y cantar coplas de esas ''mátame/pero no me dejes''. De culpar al alcohol por las llamadas a las 3am, de echarle en cara al tipín en cuestión que ''como yo nadie te entendería''... Y caer bajo, coño...bien bajo... lo más bajo que se pueda pero disfrutárselo, saborear las lagrimitas que caen en el trago, reírse de las cursilerías y de los mensajes de textos impropios, buscarse su barranco y luego avergonzarse del besuqueo guayabístico... y entonces pararse una mañana y decidir darle stop al ipod, cambiar la música y plantarse una sonrisa.

Que el guayabo y la guayaba solo crecen en temporada, que en algún momento...se empichan y uno pasa a comerse otra fruta.

TE AMO